Las recientes medidas tomadas por el gobierno estadounidense que implican un endurecimiento arancelario hacia varios países asiáticos, están provocando un cambio profundo en las cadenas de suministro globales. Grandes mercados que antes concentraban la mayoría de las importaciones textiles hacia EE.UU. hoy se enfrenta a mayores restricciones. Esto obliga a los compradores a redirigir su mirada y buscar nuevas opciones.
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Allí es donde Sudamérica tiene una oportunidad real y también una responsabilidad. Dicha región mantiene condiciones comerciales más accesibles y estables pero, más allá de eso, lo que se puede ofrecer es lo que el mercado internacional está buscando: diseño con identidad, producción con raíz humana, historias que conectan con propósito.

Lo que más interesa hoy no es la escala, sino el alma. El consumidor -y también el comprador profesional- busca marcas con narrativa, con compromiso ambiental y social, con una propuesta que no sea una copia más, sino una visión propia. Sudamérica tiene eso; lo que necesita ahora es estructurarlo, proyectarlo y comunicarlo con fuerza y claridad.

Lo que está sucediendo no es una oportunidad para improvisar: es una chance para profesionalizarse, para armar estrategias claras de expansión, para revisar productos, procesos, mensajes. Para pensar desde el presente, pero actuando con mirada de largo plazo.
Exportar hoy no es simplemente enviar productos; es construir presencia internacional, es entender nuevos mercados, hablar sus lenguajes, adaptarse sin perder la esencia.

En ese camino, Sudamérica tiene un diferencial. No es un bloque homogéneo, es una región con una diversidad creativa impresionante, con saberes locales, técnicas propias, materiales nobles y una sensibilidad que conecta con los valores que el mundo hoy prioriza.
El desafío no es menor, pero la oportunidad es única. Mientras algunas regiones enfrentan obstáculos para acceder a mercados clave, América Latina puede ganar terreno. No por descarte, sino por mérito.
No se trata de ocupar el lugar de otros, se trata de ocupar el lugar propio. Para eso, el momento es ahora.
¿Qué pasó exactamente?
La administración de Donald Trump impuso nuevos aranceles (impuestos a las importaciones) a productos provenientes de países asiáticos como China, Vietnam y Bangladesh. En palabras simples: ahora les cuesta mucho más dinero a las marcas y retailers estadounidenses importar prendas y calzado desde esos países. Los aranceles para la ropa asiática aumentaron significativamente, lo que encarece el producto final en Estados Unidos y hace que los compradores comiencen a buscar proveedores en otras regiones.

¿Cómo pueden las marcas latinoamericanas empezar a vender al exterior?
El primer paso es dejar de pensar que exportar es solo “mandar productos”. Hoy, exportar moda implica tener una estrategia de marca clara, colecciones pensadas para otros mercados, precios bien estructurados y conocer cómo funciona la logística, los aranceles y la presentación del producto en ferias, showrooms o plataformas B2B.
Muchas marcas comienzan participando en ferias internacionales o trabajando con consultoras especializadas que las ayudan a adaptarse a los estándares del mercado. También es clave informarse sobre los acuerdos comerciales entre su país y Estados Unidos, que en muchos casos reducen los impuestos de ingreso. Por ejemplo, hay marcas que pagan entre un 0% y un 10% para entrar a EE.UU., dependiendo del país de origen, el tipo de prenda y si cumplen ciertas condiciones (como etiquetado, materiales y lugar de producción).
(*) Alejandra Boland (@aleboland_) es consultora internacional de moda y experta en estrategias de internacionalización para marcas con ADN latino.
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