A meses de haber abierto las puertas de su casa en San Isidro, Testorelli consolida una propuesta que va más allá de la joyería tradicional. En un contexto donde el lujo suele asociarse al movimiento constante y a los espacios masivos, la firma con más de 137 años de historia apostó por un modelo de atención privada, personalizada y profundamente cuidada, que hoy se convirtió en uno de sus mayores diferenciales.
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“Todo lo que se generó es muy mágico. Hay clientes que quieren venir por lo que les han dicho otros clientes”, cuenta Miriam Testorelli, vicepresidenta de la marca y parte de la cuarta generación familiar al frente del negocio. El boca en boca se volvió clave: quienes visitan la casa destacan la calma, la intimidad y la sensación de estar en un espacio pensado exclusivamente para ellos.

Uno de los aspectos más valorados es la dinámica de acceso. “El cliente puede llegar con su auto, estacionar tranquilo. Se va con su obsequio, lo que haya adquirido, seguro dentro del auto. No tiene que estar trasladándose”, explica. Lejos de la exposición de un shopping, la experiencia se vive con otra tranquilidad, algo que, según señala, es “muy apreciado particularmente por los clientes”.

La casa también se transformó en un punto de encuentro para las marcas que acompañan habitualmente a Testorelli. “Han pedido hacer eventos justamente en la casa por el ambiente tan cómodo y cálido que brinda”, relata Miriam. El resultado fue un año de intensa actividad: “No hemos parado de hacer eventos, hemos tenido un ritmo vertiginoso de uno por semana”.

El espacio, además, tiene un fuerte valor simbólico. En una de sus paredes se luce un mural de Martín Ron que recrea una escena de San Isidro en 1914, después de la creación del reloj floral. “Tenés la imagen de la catedral, la plaza y el reloj, y en una de las ventanas ves la cúpula de la catedral. Arquitectónicamente y como paisaje es bellísimo”, describe.

Pero el corazón de la propuesta está en la atención. “El ejecutivo está solo para atender al cliente y dedicarle todo el tiempo que necesite”, señala Miriam, y marca la diferencia con otros formatos comerciales. “Acá la dinámica es totalmente distinta. Nos gusta este tratamiento más personalizado, viendo exactamente cuáles son los deseos y necesidades del cliente, o ayudarlo a conocerlas”. Muchas veces, explica, quien llega no tiene del todo claro qué busca, y el proceso también consiste en acompañarlo a descubrirlo.

De cara a 2026, la marca prepara nuevos proyectos, aunque Miriam prefiere mantenerlos en reserva. Sí destaca experiencias recientes que reflejan el espíritu de la casa, como un viaje a Bariloche con algunos de sus mejores clientes, pensado como un encuentro cercano y compartido. “Nosotros somos una familia, y el sentido de trato personal y afectuoso se manifiesta también en los vínculos con nuestros clientes”.

En tiempos donde “todo es muy frío y muy marketinero”, Testorelli reafirma su camino. “Tenemos que seguir siendo fieles a nuestro estilo. No importa dónde van las masas, nosotros vamos por acá”, concluye Miriam, sintetizando una filosofía que sigue marcando el pulso de la marca.
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