Como si de una gira internacional de una estrella se tratara, la casa Christie’s expone en Nueva York dos brazaletes que pertenecieron a la reina de Francia María Antonieta y el regalo del primer aniversario de boda del duque a la duquesa de Windsor que se subastarán el próximo 9 de noviembre en Ginebra.
En ambos casos se trata de piezas únicas cargadas de simbolismo y de historia, que realizan una gira por Nueva York, Hong Kong, Pekín y Shanghái antes de ser rematados en Ginebra para que los potenciales interesados puedan admirar su belleza y calidad.
Los dos brazaletes de diamantes de la reina que murió guillotinada en 1793 en plena Revolución Francesa están guardados en su estuche azul original con el mensaje en francés “bracelets de la reine Marie-Antoinette”.
En manos de un coleccionista privado cuyo nombre no ha sido revelado, salen por primera vez a la venta pública por un precio estimado de entre 2 y 4 millones de dólares.
Para Daphne Lingon, directora de joyería de la sección americana de Christie’s, su excepcionalidad radica no solo en quién fue su primera propietaria, sino en que los diamantes, de talla antigua, son de una calidad “extraordinaria”.
Con un quilate los más pequeños de los extremos, a los más de 4 quilates los más grandes del centro, los 112 diamantes de las dos piezas suman entre 140 y 150 quilates. “Están bien conjuntados en cuanto a color, a corte y claridad”, asegura la experta.
Como en la época no había platino, algo que llegaría en la segunda mitad del siglo XIX a la joyería, los diamantes están engastados en plata y en la parte de abajo, la que está en contacto con la piel y con la ropa, tiene una fina capa de oro para darle más durabilidad y evitar las manchas. Con tres filas de diamantes fijados entre sí por finas cadenas, los brazaletes que pueden convertirse en gargantilla, son moldeables, flexibles y sorprendentemente ligeros.
Pero más allá del valor histórico de las piezas, lo que “realmente es extraordinario en la historia de la joyería” es que “hayan permanecido intactos desde el tiempo en que pertenecieron a Marie-Antoinette”, explica Lingon. Lo habitual es que se hubieran desmontado para fabricar otras joyas.
Los brazaletes fueron encargados al joyero Charles Auguste Boehmer en París en 1776 por la misma María Antonieta, que se había convertido en reina de Francia dos años antes. La monarca pagó 250.000 libras, lo que en esa época era mucho dinero.
En plena revolución y antes del intento frustrado de los monarcas de huir de Francia con sus dos hijos, la reina envió sus joyas a Bruselas para que las hicieran llegar hasta su familia en Austria, su patria. La única superviviente de la familia real francesa, su hija María Teresa, las recuperó y como no tuvo hijos se las legó a una sobrina, la duquesa de Parma.
Amor de los Windsor
La otra estrella de la subasta del 9 de noviembre será el brazalete que el duque de Windsor, Eduardo VIII, le regaló a su esposa Wallis Simpson, en el primer aniversario de su boda, el 3 de junio de 1938. El interior contiene un mensaje: “Para nuestro primer aniversario, tres de Junio”. Dos años antes, Eduardo VIII había abdicado del trono británico para poder casarse con esta plebeya estadounidense dos veces divorciada.
“Para marcar el amor, la pasión, la buena suerte, la valentía y la prosperidad el duque eligió rubíes que acaparan el centro de esta joya única”, una refinada reinterpretación de Art Deco, que sale a la venta por un precio de 1-2 millones de dólares, describe Christie’s.
Lingon se la coloca en su muñeca para explicar el sistema especial de apertura que tiene y lo bella que queda puesta esta joya única que Cartier creó inicialmente para collar, pero que después reconvirtió en brazalete y que se pone a la venta por primera vez desde 1987, cuando se vendió la colección de joyas de la duquesa de Windsor. “¡Todos los brazaletes son perfectamente ponibles hoy!, asegura con una sonrisa.
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