Pasaron 25 años, pero lo recuerdo como si fuese ayer. Estaba en la redacción del diario Clarín editando un suplemento de moda llamado Clarín Mujer cuando en los cables de noticias internacionales leí que habían asesinado a Gianni Versace. Lo que siguió fueron esos minutos de locura que vivimos los periodistas cuando una noticia impacta a una redacción entera.
A los pocos minutos, la noticia estaba por todos lados: los cables de las todas las agencias internacionales sin excepción brindando mil y un detalles y los canales de televisión hablando de los últimos minutos de Versace mostrando a la policía y a la gente rodeados de la prensa en el lugar del hecho, su mansión en Miami. Hasta recuerdo ver las tapas de los diarios impresos europeos que, por la diferencia horaria, ya ponían en primera plana la noticia que sacudió al mundo del lujo y el glamour.
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Fue la primera vez que la muerte de una celebridad de la moda tuvo tanto eco. Y esto se dio más allá del hecho de que se tratara de un brutal asesinato: Versace se había convertido en una estrella y era famoso en todo el mundo. Era dueño de un imperio de moda, se codeaba con las celebridades y hasta había comenzado una amistad con Lady Di, una de las presentes en su despedida final en la Catedral de Milán.
Recuerdo asombrada la imagen del diseñador tirado en el suelo con la sangre en su cabeza, la gente sacando fotos y empezar a escribir todo sobre la noticia del asesinato y quien había sido Versace en el mundo de la moda. Empecé a llamar a Valeria Mazza, a quien Versace adorada y para quien la argentina había hecho desfiles y campañas. Quizás ella podía darme más detalles. Estaba devastada. También se acercó a despedirlo en Milán.
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No eran tiempos de web ni de redes, pero había que contarlo todo. Fue la noticia del día de la que se habló durante varias semanas. Sobre todo porque se supo que el asesino había sido un taxiboy a quien se lo relacionó con el mismo Versace. Pero todo quedó en especulaciones y rumores. Andrew Cunanan se suicidó cuando se vio cercado por la policía de Miami y se llevó todos los secretos (y razones) a la tumba.
Gianni Versace y su legado
Gianni Versace dejó un enorme vacío en el mundo de la moda que su hermana Donatella desde entonces intenta llenar. Hace lo suyo, pero hay que decirlo: nunca más fue lo mismo. “Gianni“ como todos lo llamaban, tenía ese “star quality“ que tienen muy pocos elegidos. Había sido uno de los creadores del fenómeno de las supermodelos: Claudia, Cindy, Naomi, Kate, Carla, Cindy, Linda y Valeria eran sus chicas favoritas. Además, fue el pionero en unir la moda con la música. Fue íntimo amigo de Elton John, Sting y Prince no se perdían ni uno solo de sus desfiles y John Bon Jovi protagonizó una de sus campañas.
La sexualidad estaba en su ropa, en sus desfiles, en sus fotos de moda: sus modelos mujeres y hombres posaban desnudos con una naturalidad que nunca generó un escándalo. Como si fuera un permitido, casi una marca registrada del genial Versace. La medusa, su sello inconfundible, lo mantiene vigente. Y seguramente así será por siempre.
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