Kate Middleton y el príncipe William se casaron en la Abadía de Westminster el 29 de abril de 2011. A la ceremonia repleta de estrellas asistieron alrededor de 1.900 invitados y millones de personas alrededor del mundo vieron la transmisión en vivo. Una vez promulgados los votos, la joven pareja royal saludó a la audiencia desde el balcón del Palacio de Buckingham mientras muchos vecinos se alineaban en las calles para celebrar el matrimonio.
En honor a su décimo aniversario, la corona británica publicó una serie de retratos capturados esta semana por el fotógrafo Chris Floyd: “Fue emocionante pasar un tiempo con ellos en el Palacio de Kensington, especialmente porque la duquesa es una fotógrafa bastante entusiasta”, escribió en Instagram.
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Cómo olvidar el espectacular vestido de novia de satén blanco y marfil con mangas de encaje confeccionado por la diseñadora Sarah Burton para Alexander McQueen con el cual la naciente duquesa de Cambridge hizo historia diez años atrás. Y William, sin desentonar en absoluto, vestía el uniforme de un coronel de la Guardia Irlandesa, compuesto por chaqueta roja y banda azul.
Desde que vimos por primera vez a Kate Middleton en las diferentes tapas de diarios del mundo, sabíamos que tenía potencial de princesa. La novia del heredero al trono de Inglaterra causaba sensación con su elegancia, sofisticación y estilo clásico a la hora de vestir, incluso antes de formalizar su entrada definitiva a la familia real.
La pareja se conoció por primera vez como estudiantes en la Universidad de St. Andrews en Escocia. Recién en 2004 la noticia se hizo pública, cuando fueron fotografiados de vacaciones juntos en la estación de esquí suiza de Klosters.
En lo que respecta a Kate, su estilo evolucionó gracias a su preciso entendimiento del protocolo de vestimenta de la Casa Real. Por supuesto que al principio, durante sus años de “plebeya”, tomaba muchas menos precauciones con lo que decidía ponerse: basta con recordar el polémico minivestido de lentejuelas combinado con bucaneras que lució en 2007. Poco a poco fue tomando consciencia del enorme poder e impacto que tienen sus elecciones estilísticas en los medios de comunicación, y emepzó a ser mucho más selectiva con sus looks.
Antes de convertirse en duquesa, solía vestirse de manera fresca y juvenil, con prendas ceñidas al cuerpo, vestidos cortos, jeans y blusas de carácter urbano. Incluso en esos días lograba marcar tendencia casi sin esfuerzo: prueba de su innegable estatus popular como ícono de estilo.
En noviembre de 2010, la pareja real anunció su compromiso. Para la memorable ocasión, Middleton usó un espectacular vestido azul zafiro de la marca Issa, muy similar al que usó Lady Di al anunciar el suyo. En menos de 24 horas, el vestido se agotó en Internet, y nació el “efecto Kate”: inmediatamente se convirtió en algo que estábamos empezando a entender pero que ahora vemos en todas partes: una influencer de moda.
Hoy en día, el estilo de la duquesa de Cambdridge se define por ese equilibrio entre lo formal y lo informal, lo juvenil y lo serio, lo glamoroso y lo clásico. A diferencia de la reina Isabel II, dueña de un guardarropas repleto de trajes diseñados a medida, o de su difunta suegra Diana, su vestuario está compuesto en su mayoría por piezas de marcas conocidas, y los enfintables tapados midi.
Empezó a llevar muchos más pantalones, algo que muchas mujeres, cuando se vuelven más seguras de sí mismas, experimentan. Continúa añadiendo detalles nuevos e interesantes, evitando caer en la monotonía. Una auténtica fashionista innata.
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