Inés Sastre ha estado en todas partes y regresa ahora a sus orígenes, España. Cierra un círculo que ha mandado durante toda su vida: hacer las cosas al revés que la mayoría. Ella fue supermodelo después de actriz y no a la inversa como suele suceder. Ha recorrido el mundo y ha vivido durante casi tres décadas en París en una casa donde la torre Eiffel era el paisaje diario que veía desde su ventana. También afirma haber sido una incomprendida mientras estudió filología francesa en la universidad de La Sorbona y los profesores no entendía que faltara a clase para hacerse fotos, lo mismo que les pasaba a los profesionales de la moda cuando ponía sus estudios o algún examen como motivo para no poder aceptar algún trabajo.
Ahora esta vallisoletana que acaba de cumplir 47 años y se coló en el mundo de la fama a los 14, cuando participó en la película de Carlos Saura El Dorado, vuelve a ser vecina de Madrid después de años de ausencia y tras una breve visita a su Valladolid natal, donde redescubrió que el exotismo estaba en su propio punto de partida. Es de las pocas que se ha atrevido a cualquier edad a mostrarse sin filtro y parece reacia a pasar por el quirófano o los retoques a los que tanto se han aficionado otras actrices y modelos. Siempre ha sido singular, porque no es dada a salirse del guion para contar algo más allá de lo que tiene que ver con su trabajo ni precisa dar explicaciones sobre las decisiones que toma en su vida privada.
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“Algunos dicen que he escogido un mal momento para volver”, explica en una entrevista reciente con la revista Vanity Fair. Pero a ella le parece tan bueno como cualquier otro. Asegura que meditó bien su decisión, pero que también sintió vértigo según se iba acercando el día del cambio. Sin profundizar en explicaciones argumenta que su único hijo, Diego, de 14 años, ha sido la razón principal que la ha empujado a escoger de nuevo España como país de residencia: “Para Diego era muy importante volver a su país, a sus orígenes”, explica a la publicación.
Aunque nació en Valladolid, vivió desde muy pequeña en Madrid y pronto dio el salto a la fama. Con 12 años rodó su primer anuncio para una campaña publicitaria de McDonalds y poco después llegó su estreno en el cine de la mano de Saura. Por aquella época también se divorciaron sus padres, Eduardo Sastre y Candelas Moratón, y ella (y su hermana pequeña) recibieron la noticia a través de las monjas de la Unión Cristiana de Saint Chaumond, el colegio bilingüe en francés en el que estudiaron. Las hermanas se quedaron a vivir con su madre y a los 15 años, Inés daba el salto al mundo de la moda al ganar el concurso de belleza de la agencia Elite, una de las más importantes del momento que al mismo tiempo vio en ella un valor como para hacerle un contrato para lanzarla a nivel internacional.
No le deslumbró la fama y cuando llegó el momento decidió que, además de ser modelo, quería estudiar y ese fue en parte el motivo de su traslado a París. Los libros de filología francesa convivieron durante años con sus citas con algunas de las firmas y diseñadores más reconocidos del planeta, desde Max Factor a Chaumet, Chanel, Vivianne Westwood, Paco Rabanne o Gaultier. También fue la primera española en posar para el Calendario Pirelli, en 1997. Hizo prácticas en la Unesco y volvió a probar suerte en el cine sin que su carrera en este terreno despuntara, pero sí logró calmar su gusanillo por la interpretación en películas como Il testimone dello sposo, del italiano Pupi Avati, Fuga dal paradiso de Ettore Pasculli, Un amor de Borges de Javier Torre o Torrente 2: Misión en Marbella de Santiago Segura.
Sin duda entre sus varias actividades (actriz, presentadora, embajadora de Unicef y modelo), ha sido este último el que más éxito le ha reportado, especialmente cuando llegaron los contratos como imagen de los perfumes de Lancôme, donde sustituyó a Isabella Rosellini como rostro para las campañas de Trésor. Un contrato millonario al que ella se ha referido en más de una ocasión como su “marido rico”.
Aunque no se prodiga como antes, retirarse tampoco se encuentra entre sus planes inmediatos. Pero si verse en las portadas de moda no le pesa demasiado, lo que no parece gustarle es hacerlo en las revistas del corazón por temas relacionados con su vida privada. Un aspecto que siempre ha querido mantener lo más blindado posible y del que se conoce lo inevitable: la sucesión de novios que han pasado por su vida. En el año 2000 mantuvo un romance con un entonces desconocido Colate Vallejo-Nágera, ahora exmarido de Paulina Rubio. Salió durante un tiempo con el aventurero inglés Giles Thorton, que fue asesinado en 1998 en Kenia y que, según personas próximas a la modelo, ha sido uno de sus grandes amores, un gran golpe que le costó superar. Hubo sospecha de boda con el empresario belga Michael de Maleingram en 2002, otra relación de un año con el inglés Nick Taylor y varios meses de amor con el golfista Juan Andrés Vizcaya, que tampoco acabó en algo serio, pero inculcó en Inés la pasión que siente por este deporte.
Finalmente se casó en Londres el 8 de abril de 2006 con Alex Corrías, un empresario de la comunicación italiano, que era su amigo desde hacía muchos años y se convirtió en el padre de su único hijo. Pero ni su hijo ni su amistad de años impidieron que apenas un año más tarde la pareja se divorciara. Ahora afirma que tiene con él una buena relación, que le hubiera gustado criar a su hijo en pareja, pero que las cosas sucedieron así y tuvo que hacerlo viviendo en solitario.
Después han pasado muchos nombres por su vida amorosa: un actor francés, un músico, un productor de televisión, un empresario italiano, un economista y últimamente otro empresario, Jorge Pardo. Nunca ha hecho alarde de sus conquistas ni ha publicitado sus rupturas. Ni ha hablado de los motivos que llevaron a que no mantenga relación con su única hermana, Candelas. Pero ella, tres años menor que Inés sí habló en una entrevista de 2014 sobre su distanciamiento. “Siempre hemos sido una familia desmembrada”, dijo entonces. Y sobre su hermana: “Con Inés tengo una distancia absoluta desde hace muchos años, no solo territorial sino también personal. Es una relación que se ha ido enfriando. Tenemos gustos opuestos. A mí me gusta Londres y a ella París. Ella veranea en el sur de España y a mí me gustan las Baleares. Somos bastante blanco y negro en cuanto a gustos”, dijo Candelas, que es abogada especializada en Mercantil y ha lanzado varias colecciones de joyas.
Ese lugar del sur en el que veranea Inés Sastre es Sotogrande, donde tiene una casa desde 2005 y ha sido el nexo de unión con España y un lugar donde también práctica sus deportes favoritos: el golf, los caballos y la natación. También le gusta el arte, los cómics de Tintín, la música clásica y la ópera. Tras el vértigo del cambio, Madrid parece un destino fiable para sus próximos años, aunque la esfinge de la torre Eiffel y el nombramiento de Caballero de las Artes y las Letras que le otorgó en 2011 el entonces ministro francés François Mitterrand le recuerdan que siempre le quedará París. Y sus nuevos proyectos: escribir un libro, recuperar el contacto con su hermana y que sus padres vean más a su nieto.
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