El 25 de abril de 2018, hace un año, empezaban a "pasar cosas". Una gigantesca venta de Lebac y su cambio por dólares encabezada por el banco JP Morgan y sus clientes daba inicio a la corrida cambiaria que llevó al dólar desde los 20 pesos hasta los más de $43, aceleró la inflación hasta más de 50% anual y profundizó la recesión que la sequía ponía en el horizonte.
Ese día, la estrategia del Banco Central que presidía Federico Sturzenegger comenzó a resquebrajarse. Desde marzo, la autoridad monetaria vendía dólares para mantener la divisa en torno a los 20 pesos, con un ojo en la inflación, que en ese entonces rondaba el 25,5% anual. Sturzenegger no cambió de rumbo cuando se enfrentó a esa masiva fuga de capitales y entregó u$s1472 millones en un solo día a $20,26 cada uno. Financió así la salida de los inversores que desarmaban sus tenencias de Lebac y las cambiaban por dólares, poniéndole punto final al carry trade o bicicleta financiera. Y abrió una compuerta que no supo cerrar.
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Las ventas de millones de dólares para intentar contener el precio del dólar continuaron. Al día siguiente, puso otros u$s853 millones. El drenaje era permanente y se agrietaba un martes por mes, cuando el BCRA debía renovar vencimientos por miles de millones de pesos en Lebac para evitar que esos fondos se vayan a la divisa.
En un contexto de retracción del riesgo a nivel global, los fondos de inversión castigaban con más fuerza a la Argentina que al resto de las economías emergentes. El peso iniciaba así una larga y sufrida devaluación que superaría el 50% en un año.
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Ante esa desbandada, el 8 de mayo, el presidente Mauricio Macri anunció el inicio de negociaciones con el FMI para un préstamo stand by. Sturzenegger cambió de táctica y, el 14 de mayo, puso un "muro" de u$s5000 millones a $25: el BCRA intervendría cuando los inversores fueran a testear ese valor.
Ese dique se mantuvo hasta el 7 de junio, cuando se confirmó el acuerdo con el Fondo y el Ejecutivo se comprometía a dejar flotar a la divisa, con subastas de dólares del FMI anunciadas de antemano.
Una semana más tarde, el 14 de junio, Macri desplazó a Sturzenegger y designó al frente del Banco Central a Luis Caputo, entonces ministro de Finanzas. El dólar mayorista rondaba los $28 y los analistas tenían cada vez menos referencias para definir si había tocado techo.
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Caputo, un ex lobo de Wall Street, llegaba al BCRA como "el Messi de las finanzas". Había comandado con éxito las gestiones con los fondos buitre para levantar el default de la deuda y se anotaba entre sus logros haber bajado la tasa de interés de la deuda argentina a valores históricamente bajos, incluso con una cuestionada colocación de un bono a 100 años de plazo. El cambio de perfil en la cúpula del BCRA se notó desde el primer día. Poco afecto a las discusiones académicas que planteaba su antecesor, se sentó desde su llegada al edificio de la calle Reconquista en la mesa de dinero a intentar frenar la corrida.
Duró poco más de tres meses. Dejó la silla del BCRA el 25 de septiembre, un día antes de que Nicolás Dujovne y Christine Lagarde anunciaran desde Nueva York la renegociación del acuerdo con el FMI, que amplió el monto del crédito de u$s50.000 millones a u$s57.000 millones a cambio de metas fiscales y monetarias más duras. Semanas antes, Caputo había desoído los reclamos de los técnicos del Fondo y había comenzado a intervenir en el mercado cambiario a discreción para intentar frenar la corrida. El día de su renuncia, el dólar mayorista subía a $38,22. Tres días más tarde pasaría los $41.
El primero de octubre, ya con Guido Sandleris en la silla del Banco Central y Nicolás Dujovne como ministro coordinador, comenzó el nuevo programa monetario de control de agregados y el esquema cambiario de flotación entre bandas. El BCRA subió la tasa de interés a más de 70 por ciento y comenzó a aspirar pesos.
El "veranito financiero" llevó al BCRA a comprar dólares en enero, pero duró poco. En marzo, la divisa trepó otro 10 por ciento y devolvió los temores. La recesión, la alta inflación y la incertidumbre política se profundizaron y contribuyeron a dolarizar carteras. El riesgo país volvió a valores récord nunca vistos desde 2014, cuando la Argentina lidiaba con el juez Thomas Griesa y los fondos buitre. Los Credit Default Swaps o CDS, seguros contra el default, cotizan en sus valores más elevados en cinco años porque los inversores le asignan al país una probabilidad de 50% de cesación de pagos en el próximo lustro.