Si mujeres y hombres recibieran un pago por las 6,4 y 3,4 horas que dedican por día en cada caso a las tareas domésticas no remuneradas, esta actividad representaría nada menos que el 16% del PBI del país y sería el rubro que más aporte al tamaño total de la economía. A esa conclusión llegó un informe publicado este lunes por la Dirección de Economía, Igualdad y Género del Ministerio de Economía.
Ese organismo buscó medir en términos económicos cuál es la contribución “invisible” que hace el empleo doméstico no pago al funcionamiento de la actividad económica. Entre las tareas no remuneradas se cuentan los quehaceres (cocina, limpieza, compras, mantenimiento del hogar), cuidado (niños o niñas, adultos mayores o personas enfermas) y apoyo escolar.
En un cálculo nunca antes hecho a nivel nacional por el Estado, el estudio buscó incluir a este tipo de tareas en un análisis económico integral ya que “es una forma de avanzar a una valorización y cuantificación del aporte de este sector que resulta clave para el funcionamiento de la economía en su conjunto”, explicaron las autoras del informe.
La respuesta que trataron de buscar es cuánto “costarían” esas actividades si estuvieran remuneradas, considerando que esa labor “es realizada de manera gratuita en los hogares y tiene un costo para quienes la llevan adelante”.
Para eso, utilizaron distintas encuestas específicas hechas por el Indec para poder “monetizar” el tiempo que pasan mujeres y hombres realizando tareas domésticas. Como criterio general, equipararon una hora de empleo en el hogar con el “valor” de una hora de empleo doméstico pago. Este sector laboral cuenta con el salario promedio más bajo de toda la economía, con $8556.
Con esa premisa, la Dirección de Género llegó a la conclusión de que las tareas domésticas no pagas representarían -si fueran remuneradas-, casi un 16% del Producto Bruto Interno. De esa forma, sería la actividad que más aporta a la economía y quedaría por encima de la industria (15,7%), el comercio (15,5%) y significaría cuatro veces el valor de la construcción en el PBI.
Ese valor estaría en línea con los números que muestran otros países de la región, que varían entre el 15 y el 24 por ciento, más allá de las diferencias metodológicas de cada caso que hace difícil la comparación lineal entre naciones. A nivel mundial, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estimó que las tareas no remuneradas representan el 9% del PBI global.
El reparto del peso de las tareas no remuneradas es desigual y recae en un 75,7% en las mujeres, según midió la Dirección de Género. “Es decir, las mujeres aportan 3 veces más al PBI en el sector con mayor relevancia y más invisibilizado de toda la economía nacional”, concluyeron.
“El 88,9% de las mujeres participan de estas tareas y les dedican en promedio 6,4 horas diarias. Mientras tanto, sólo el 57,9% de los varones participa en estos trabajos, a los que les dedican un promedio de 3,4 horas diarias”, explicó el estudio, que identifica a esta desigualdad como una de las razones que explica la mayor dificultad de las mujeres para la integración al mercado laboral.
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Según midió el informe, además las mujeres dedican más horas al trabajo doméstico incluso cuando se compara a una mujer con trabajo pago con jornada completa fuera del hogar con un hombre desempleado (5,9 horas contra 3,2 horas diarias en promedio, respectivamente).
El debate sobre el aporte “invisible” de las tareas domésticas a la economía llegó hace tiempo a la agenda de las grandes organizaciones mundiales. Recientemente un informe de Naciones Unidas explicó que por el coronavirus, las tareas de cuidados y domésticas no remuneradas se incrementan notablemente debido a las políticas de aislamiento social.
“En el contexto de la pandemia, la mayor demanda de trabajo de cuidados está profundizando las desigualdades ya existentes en la división del trabajo por género. Los sectores menos visibles de la economía del cuidado se ven sometidos a una tensión cada vez mayor, pero siguen sin ser tenidos en cuenta por las medidas económicas”, explicó la ONU.
Por su lado, en una entrevista con el diario norteamericano The New York Times, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional Kristalina Georgieva fue consultada sobre si el empleo no remunerado debería ser considerado para medir el PBI. “Esa es una pregunta de larga data. La crisis es una oportunidad y debemos repensar nuestras economías para el futuro. También necesitamos repensar los datos que informan nuestras decisiones”, explicó.
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La pandemia forzó a millones de personas a cambiar su rutina y, como consecuencia del cierre de escuelas, clubes de barrio y otros centros comunitarios, los chicos y adolescentes pasaron a permanecer más tiempo en sus casas. Eso hizo aumentar la incidencia de las tareas de cuidado y apoyo escolar en los hogares.
De hecho, el estudio del Ministerio de Economía midió el impacto diferencial que tuvo el COVID-19 en el peso de las tareas domésticas no remuneradas en el PBI. Su conclusión fue que el aporte a la actividad económica es incluso mayor, cercana al 21,8% del Producto Bruto.
De los tres ítems que la Dirección de Género identificó como tareas del hogar no remuneradas (quehaceres, apoyo escolar y cuidado), el primero representa el 60% del total, el segundo un 7,3% mientras que el último significaría un 32,8% del total del trabajo doméstico no pago.
Las tareas de cuidado son consideradas por el Gobierno nacional como una de las actividades que buscará remunerar en el proceso de “reconversión” de transferencias económicas de Anses, como planes sociales y, eventualmente, el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE).
Según adelantó el ministro de Desarrollo Social Daniel Arroyo, los cinco sectores del empleo a los que apunta el Estado serán la construcción, la producción de alimentos, la textil, reciclado y la del cuidado, tal como explicó el funcionario a TN.com.ar en junio.
Ese mes, la Universidad Católica Argentina (UCA) había realizado un estudio junto a la Defensoría del Pueblo bonaerense que concluyó que en el conurbano bonaerense, más de la mitad de las mujeres (52,3%) se ve obligada a trabajar en “doble jornada”, es decir, con un empleo “tradicional” además del cuidado del hogar.