El Gobierno anticipó sus intenciones de reforzar en 2025 el ancla cambiaria, es decir, bajar todavía más el ritmo de la devaluación del peso para llevarlo de 2% a 1% mensual. El objetivo final de esa medida es que la inflación retroceda otro escalón, que es la prioridad oficial.
La expectativa del mercado, que se observa en los relevamientos y en los precios del dólar futuro, es que el equipo económico será capaz de cumplir ese objetivo y fortalecer todavía más al peso. Además, prevén que haya ingreso de divisas desde el extranjero y que eso aprecie el tipo de cambio.
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“A nuestro juicio, y coincidiendo con el equipo económico, el peso fuerte ha llegado para quedarse de la mano de un mayor nivel de confianza en el país desde el exterior, de la liquidación de exportaciones, de los proyectos impulsados por el RIGI, por el mejoramiento de la balanza energética, entre otros”, señaló un informe de Invertir en Bolsa (IEB).
Como toda política económica, la del ‘súper peso’ tiene pros y contras. En el lado de las ventajas, se apuntan la estabilidad que genera un valor del dólar más o menos anclado y la ya mencionada caída de la inflación (tanto actual como futura). Además, se produce una recuperación de los ingresos en pesos, medidos en dólares.
El riesgo del ‘súper peso’: la caída de la competitividad
Por el lado de los riesgos, el propio Javier Milei reconoció que, en este contexto de peso fuerte, un ingreso indiscriminado del cepo cambiario pondría en jaque al entramado productivo. “Van a estar entrando tantos dólares para que no se caiga, que si los tenés que liquidar en el mercado se te cae el precio. Entonces el problema es que el precio del dólar caiga tan rápido que mande muchas empresas a la quiebra. Son problemas nuevos por hacer las cosas bien”, afirmó el mandatario en el streaming Carajo.
Aún sin una entrada masiva de dólares del exterior, la depreciación de 2% mensual fortaleció tanto al peso que ya consumió toda la ganancia de competitividad que el Gobierno había ganado con la devaluación de diciembre de 2023. Es decir, la Argentina se volvió más cara en dólares para producir y consumir.
La consultora LCG calculó que el tipo de cambio real multilateral (TCRM) se desplomó 45,8% durante el año que acaba de terminar. “Seguramente el contexto actual no exija un TCRM del nivel de fines de diciembre de 2023, con lo que ese 45,8% no tiene por qué ser el ‘nivel de atraso’; pero, dependiendo del sector productivo, podría tener un piso cercano a la mitad de ese porcentaje”, apuntó la compañía en un informe.
Un dólar atrasado favorece las importaciones en lugar de la producción local y tampoco resulta atractivo para liquidar exportaciones. Por ello, el principal desafío del Gobierno para extender su política cambiaria es el impacto en la economía real.
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“El fortalecimiento del peso, en el caso de que no haya un rápido delivery de reformas microeconómicas, podría ser un lastre para la competitividad. Esta es una cuestión que está lejos de ser trivial en un contexto en el que el mundo se complejiza en materia de tensiones geopolíticas y costo de financiamiento, y los países que demandan productos argentinos pierden dinamismo en términos de crecimiento económico”, consideraron los analistas de GMA Capital.
“Es una realidad que el peso fuerte genera un desafío sectorial, y será fundamental evitar que la Argentina caiga en un fenómeno al estilo de lo que en economía se llama ‘enfermedad holandesa’, que genere grandes ganadores y desplace al resto de sectores”, reconocieron en IEB. Como solución que nivele la cancha en materia de costos, los analistas de esa firma dijeron que es necesario avanzar en la reducción de impuestos y en la reforma laboral.