En la Argentina, el consumo de hongos comestibles es de apenas 200 gramos anuales por persona, frente a un promedio mundial de 4 kilos y en algunos países cerca de 200 kilos. Se trata de un mercado con todo el potencial para crecer, pero que necesita de emprendimientos que diversifiquen la oferta disponible.
Bajo esa consigna, la firma Micelio Bio selló una alianza con Cervecería y Maltería Quilmes para producir hongos comestibles a partir del bagazo de cebada, resultante del proceso de elaboración de la cerveza.
El proyecto contó con el apoyo de La Ciudad Posible en su proceso de incubación y aceleración, y el soporte científico-tecnológico del Laboratorio de Micología y Cultivo de hongos Comestibles y Medicinales Intech Conicet Unsam.
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Se trata de una apuesta a lo que se conoce como economía circular: lo que para unos es un residuo, para otros puede ser materia prima para su cadena productiva.
Antes de innovar con el bagazo de cebada de cerveza, en Micelio Bio usaban solamente borra de café y en Quilmes destinaban los residuos a emprendimientos que producen, por ejemplo, alimentos para animales. La alianza entre ambas empresas permitirá producir hasta 10 toneladas de hongos por mes, en la nueva planta de Chascomús.
“Una vez que procesa la cebada, Quilmes genera un bagazo que se usa para alimento animal. Junto con el Intech del Conicet Unsam hicimos un estudio de valorización de bagazo para la producción de hongos comestibles que funcionó muy bien con Shiitakes y por eso, después nos animamos a hacer el resto de las especies”, contó a TN Alejandro Jurado, fundador de Micelio Bio.
El residuo de la elaboración de cerveza como base para la producción de hongos
En la Argentina, son pocas las variedades de hongos que se consumen popularmente, entre ellas, el champiñón y el portobello son las más conocidas. Sin embargo, en los últimos años se han ido incorporando Girgolas, Melena de León y Shiitakes, entre otras, a platos elaborados en restaurantes y, cada vez, es más frecuente encontrarlas en góndolas de grandes supermercados y algunas verdulerías.
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“Para desarrollarse, los hongos necesitan materia orgánica, y la paja de trigo, el aserrín, la cáscara de soja y el bagazo son materia orgánica”, explicó Jurado. También la corteza de árbol, la yerba y la borra de café son sustratos que se pueden utilizar.
En la Argentina se consumen 41 litros de cerveza por persona por año, según datos del mercado, por lo que usar sus residuos es una oportunidad para cualquier productor de hongos.
Así como la producción y las variedades son diversas, también las opciones de venta. Se pueden comercializar secos, frescos o deshidratados, pero también se usan como suplementos alimentarios o como parte de algún preparado de algún producto elaborado.
“La alianza con Micelio Bio nos ayuda repensar la forma en la que elaboramos nuestros alimentos, acelerando los cambios necesarios para una forma de producción y consumo circular, mientras que impulsamos la circularidad de uno de los subproductos de nuestro proceso cervecero”, dijo Vanesa Vázquez, gerenta de Crecimiento Inclusivo y Sustentabilidad de Cervecería y Maltería Quilmes.
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Una alianza que nació a la sombra de la economía circular
En Micelio Bio hace tiempo que trabajan con Quilmes en forma conjunta con La Ciudad Posible, una incubadora de triple impacto que se dedica a la economía circular. “Veníamos apoyándolos con la materia prima de reciclados y eso nos permitió conectar dos mundos: la economía circular y la producción de hongos”, recordó Jurado.
Para hacerlo posible, necesitaban construir una planta productora y la ciudad elegida fue Chascomús. El desarrollo del proyecto requirió una inversión de $50 millones, de los cuales $15 millones aportó Quilmes.
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Actualmente, la planta produce una tonelada de hongos por mes, pero cuenta con una capacidad de hasta 10 toneladas en total. “Esto nos ha permitido quintuplicar la producción”, destacó el fundador de Micelio Bio. Si bien por el momento la producción está enfocada en el mercado interno, con eje en la Ciudad de Buenos Aires, la firma está en tratativas para comenzar a exportar a Chile y Uruguay.
Pero no todo termina en la producción de los hongos comestibles, sino que la oferta incluye kits de autocultivo; productos elaborados; capacitaciones; consultorías y asistencia técnica; hongueras móviles, e investigación y desarrollo de nuevos pro
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“La honguera permite vivir la experiencia de producir el propio hongo y nuestra expectativa es que haya cada vez más productores, porque existe una demanda insatisfecha”, explicó el empresario.
Según dijo, los hongos son “una fuente de proteína alternativa, cada vez más demanda”, por lo que existe en su producción “una posibilidad real de contar con un alimento accesible”. No obstante, reconoció que para que esto suceda se debe dar “un cambio cultural”.