“Estoy tan agradecido de haber recuperado un recuerdo que marcó un momento tan importante de mi vida”, le dice a TN, emocionado y con la voz tan alegre como la de un nene que acaba de recibir el regalo más importante de su vida, Víctor Pecci, considerado el mejor jugador de tenis de la historia de Paraguay. Es que hace pocos días recuperó su medalla de subcampeón de Roland Garros, que buscó por más de 40 años.
Según los expertos, Víctor Pecci fue el mejor tenista paraguayo de la historia. Llegó a ocupar el puesto N°9 en el ranking de la ATP en 1990. Ganó diez títulos en toda su carrera, pero la final de Roland Garros de 1979 fue el partido más importante de su vida.
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Llegó a esta instancia después de hacer un torneo excepcional y de haberles ganado al argentino Guillermo Vilas y al estadounidense Jimmy Connors. Cayó en la final contra uno de los mejores tenistas de todos los tiempos y, en ese entonces, el número 1 del circuito: el sueco Björn Borg.
Esa final fue muy significativa para Víctor y lo marcó para toda su vida. No solo por cómo fue su rendimiento durante el torneo más importante de polvo de ladrillo del mundo; sino porque apenas terminó todo, su presea del segundo puesto desapareció. Nunca supo si la perdió o si se la robaron en medio de toda la euforia que había a su alrededor.
Desde entonces, ese lamento le volvía cada vez que llegaba mayo, época en la que se juega Roland Garros. No podía creer cómo no tenía consigo una de las medallas más importantes de su vida.
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Sin embargo, tras buscarla silenciosamente, el milagro llegó 45 años después de esa final. Cuando la esperanza de Víctor estaba casi, por no decir 99,9%, apagada: la medalla apareció en una casa de antigüedades de Quilmes y su amigo el tenista argentino Guillermo Rivas y el entrenador de tenis de Vélez Fernando Rilo fueron el vehículo para que Victor pudiera reencontrarse con ella.
En una entrevista telefónica larga y tendida, Víctor Pecci le cuenta a TN paso a paso y con detalles esta historia de novela.
“Creí que nunca iba a recuperar esa medalla”
-¿Cómo nace esta historia?
-En 1979 jugué la final de Roland Garros con Björn Borg. Pierdo en cuatro sets (3-6, 1-6, 7-6 y 4-6) y se hace la entrega de premios. En ese entonces, los dos finalistas se subían al palco de honor, no como ahora que toda la ceremonia es dentro de la cancha.
Fue la entrega de premios, las fotos y después de eso hubo una conferencia de prensa. No me acuerdo la verdad en qué momento me desapareció la medalla. Si me la robaron mientras estaba en la rueda de prensa o cuando me fui a las duchas en los vestuarios. Tampoco si fue al llegar al hotel después del partido. No tengo el momento exacto en el que pierdo contacto con la medalla.
-¿Y cómo te diste cuenta de que te faltaba?
-A los dos o tres días, cuando iba a viajar a Wimbledon. Me estaba preparando para partir a Inglaterra para ir a jugar el torneo de Queens y no encontraba la medalla. En ese momento tomé conciencia de que se perdió o que me la robaron.
-¿Pero vos pensaste que la habías guardado?
-Fueron 48 horas de las que no me acuerdo nada. Si se perdió o me la sacaron en el hotel. En esa época los tenistas sudamericanos nos íbamos seis meses de nuestro país y no volvíamos.
Enganchábamos un torneo con otro: terminaba Wimbledon y nos íbamos a Estados Unidos para jugar al US Open. En el medio de toda la gira, y con el correr de los meses, coleccionábamos raquetas, ropa que nos daban y trofeos.
Sin embargo, pese a que había perdido la medalla, siempre tenía la esperanza de que había quedado en un hotel o en algún lado. Como viajamos de hotel en hotel, dije: “bueno, a lo mejor se está en una valija”.
Cuando volvía a Paraguay, también estaba en varias casas, me mudaba mucho, ya que no tenía un hogar fijo por seis meses. Alquilaba cuando iba y constantemente me iba moviendo. Cada temporada nueva que arrancaba y volvía a Europa, la ilusión de hallarla o que me digan que apareció se renovaba. Hasta que en un momento desistí y dije: “Esto se perdió”.
-¿En algún momento tu búsqueda se volvió una obsesión?
-No, nunca. Pero sí a lo largo de los años pensaba: “¡Uy! ¡Qué loco, no tengo la medalla!”. Para mí haber llegado a la final de Roland Garros fue lo mejor que me pasó en mi carrera porque le gané a (Guillermo) Vilas, a (Jimmy) Connors, a los mejores del mundo, menos a Borg, que era el número uno en ese entonces. Era una locura volver a ese recuerdo y no tener la medalla. Me decía: ¡Pensar que es tu mejor torneo y no tenés la medalla!
Uno cuando es joven a veces no toma dimensión de todo lo que le pasa. Pero cuando mira en retrospectiva cae. No me lamentaba obsesivamente, pero cada vez que llegaba mayo y comenzaba Roland Garros miraba y decía: “¿Y mi medalla dónde está?”
-¿Y nunca le contaste lo que te pasó a la organización de Roland Garros y pediste si te podían hacer una réplica?
-No. Porque tenía vergüenza de contar que la había perdido. De que entré al baño o a algún lado y no la cuidé. No quería decirlo porque es una medalla bastante grande, sólida y pesada.
-¿Y cómo ocurrió el milagro?
Después de 45 años, lo que a mí me impresiona son las casualidades que se dieron para que esa medalla llegue a la Argentina. Hay más de 100 países a los que podía haber ido a parar, pero fue a la Argentina. Y si no era a la Argentina, creo que nunca, jamás iba a recuperarla.
-¿Por qué?
Viví, entrené y jugué muchos torneos en la Argentina y tengo muchísimos amigos del tenis con los que viajábamos a Córdoba, Rosario y Tucumán. Nos la pasábamos viajando con otros colegas míos haciendo el circuito argentino de tenis: con Guillermo Vilas, Alejandro Ganzábal, Ricardo Cano y todos los mejores jugadores argentinos de esa época. Convivíamos y me hice muy amigo de ellos, inclusive cuando íbamos a Europa. Estaba con Tito Vázquez y Pancho Mastelli.
Lo que a mí me sorprende es que de París haya llegado a Quilmes. Y lo increíble es que conozco a la persona que encontró la medalla porque le gusta coleccionar cosas de tenis. Él es Fernando Rilo, profesor de tenis de Vélez.
A Fernando lo conocí personalmente y me saqué una foto con él en el Temperley Lawn Tennis Club, cuando le hicieron un reconocimiento a Guillermo Vilas el 1 de abril de 2023. Me invitaron y viajé desde Paraguay. Estuvimos todos los tenistas de la época de Guillermo. Conocí a Rilo y nos sacamos una foto.
Había pasado un año después de que estuve en Temperley y conocí a Fernando cuando un día termino de jugar al paddle y me llama Guillermo Rivas, que fue tenista y vive en Miami. Guillermo es amigo de Fernando Rilo. ¡Se da toda esa casualidad!
Me llamaba para contarme que Rilo le había mandado una foto a Guillermo de unas medallas que había comprado. Guille me manda la foto de una medalla y me dice: “Mirá, Fernando encontró esto. Él piensa que esto es falso, no lo quiere comprar. Está viendo si es tuya o es falsificada”.
-¿Y qué pasó?
-Apenas la vi no lo podía creer. Inmediatamente, mi reacción fue efusiva: “¡SIIIIII! ¡¡ES ESA!! ¡¡¡ES LA QUE SE PERDIÓ HACE 45 AÑOS EN LA FINAL DE ROLAND GARROS!!!”.
Guillermo se quedó sorprendido: “No puede ser. Es imposible”, me dijo.
-¿Y cómo siguió la charla?
-Guillermo me dijo que rápidamente lo iba a llamar a Fernando para decirle que era la original. Lo hizo y Fernando se fue hasta Quilmes a buscarla.
-Recién me decías que por suerte la medalla vino a parar a la Argentina, ¿Qué hubiese pasado si no?
En Argentina yo jugué muchísimo y conozco a todos los tenistas argentinos de la época. Si hubiese estado en otro país, esa medalla no la conseguía. Podía estar en cualquier lugar del mundo, inclusive en un basurero.
-Y Fernando Rilo cuando la compra, ¿No te contó nunca cuánto le costó?
Guillermo me dijo que no pagó mucho porque el que se la vendió pensó que era falsa. Ese hombre no pensó que todas las medallas que tenía, porque además de la mía había varias más, eran originales.
Guillermo le compró a Fernando la medalla y me la regaló. Me dijo que me la regalaba porque era el dueño de la medalla y que el que hizo los méritos para tenerla era yo. Que él, como tenista, entendía la situación y estaba muy contento de poder haber sido el vehículo para que la recupere. Fernando también se portó diez puntos y también le estoy muy agradecido a él y a todos los que hicieron posible de la medalla vuelva a mí 45 años después. 45 años es mucho tiempo…
Fernando Rilo: “Esta historia es una novela”
TN se contactó con Fernando Rilo y le contó a TN que la medalla no se la compró a un coleccionista, como al principio pensaban todos, sino a un vendedor de antigüedades.
-¿Cómo obtuvo la medalla esta persona?
-Según el vendedor, él se la compró a un amigo suyo que a su vez se la había regalado una persona que las encontró en un departamento de la Avenida Del Libertador en Retiro.
-¿Y cómo llegaste a tener la oportunidad de comprarla?
-Eran cuatro medallas en total, no solo la de Pecci. Y me las ofrece un coleccionista amigo. Me contó que había unas medallas, pero que él no las quería comprar porque tenía miedo de que fueran truchas. Entonces, me pasó el contacto a mí.
-Y llamaste…
-Llamé y resultó ser un vendedor de antigüedades de Quilmes al que casualmente ya le había comprado una raqueta de los años ´80. Le dije que estaba interesado en las medallas y si me podía mandar fotos.
Cuando me mandó las imágenes, me parecía muy raro que fueran truchas. ¿Quién se iba a poner a falsificar unas medallas de tenis de los años 70? Así que las compré.
Cuando las compré, le mandé las fotos a Guillermo Rivas y así comenzó esta historia, de la que se hizo toda una novela.
-¿Cuánto las pagaste?
-El lote de tres medallas me costó $100 mil pesos. Es la de Pecci y hay dos más que son de la Copa Davis.
-¿Y el vendedor de Quilmes quiere contar la historia de cómo llegó?
- Me pidió confidencialidad y que prefería no hablar con los medios. Quiere mantenerse en el anonimato.