El mejor tenista argentino de todos los tiempos, Guillermo Vilas, se consagró campeón de Roland Garros (1977), del US Open (también en el 77), y dos veces en Australia (1978/9), donde incluso consiguió el torneo de Maestros en 1974. Pero nunca pudo destacarse en Wimbledon. Es más, él patentó aquella frase “el pasto es para las vacas”. Sin embargo, hubo dos argentinos que golpearon las puertas del cielo.
Si de revisionismo histórico se trata, algunos exponentes del tenis nacional marcaron su nombre en el césped británico. María Emilia Salerni fue campeona en dobles y también en singles como junior. David Nalbandian junto a Guillermo Coria se adjudicó el título en dobles junior. A nivel profesional, Gabriela Sabatini se quedó con el certamen junto a Steffi Graf y Gustavo Fernández hizo lo propio en singles y dobles en tenis adaptado. Pero Gaby y David llegaron a una final.
La final de Gabriela Sabatini en Wimbledon
Nadie, ni antes ni después, estuvo tan cerca de ganar Wimbledon como Gabriela Sabatini en aquella final de 1991 contra Steffi Graf. Gaby ya era una jugadora de elite para aquella edición del Abierto Británico: llegaba como la número 3 del ranking WTA, y ya había ganado el Masters en el Madison, en 1988, y el Abierto de Estados Unidos, en 1990. Además ya había alcanzado dos veces las semifinales en el Grand Slam londinense, en 1986 y en 1990.
En ese 1991 se convertía en la primera argentina en conseguir meterse en la final de Wimbledon en singles. Sabatini llegó al duelo definitorio tras eliminar de forma sucesiva a la británica Monique Javer (6-4 y 6-0), a la francesa Karine Quentrec (6-4 y 6-2), a la checa Andrea Strnadova (6-1 y 6-3), a la francesa Nathalie Tauziat (7-6 [3] y 6-3), a la peruana Laura Arraya (6-2 y 6-1) y a la joya estadounidense Jennifer Capriati (6-4 y 6-4), quien por entonces tenía sólo 15 años e iba a ser número uno del mundo en octubre de 2001.
La final del 6 de julio de 1991 quedó grabada en la historia del tenis femenino. Fue un partido cambiante que pudo ser para cualquiera de las dos lados. El primer set fue para Graf por 6-4; el segundo, con mayor dominio argentino, quedó para Gaby por 6-3. Tras un desarrollo de paridad en el tercer y definitivo set, Sabatini quebró el saque de la alemana en el noveno game y sirvió para campeonato. La alemana, sin embargo, reaccionó para volver a nivelar.
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Pero los momentos de definición estaban latentes. Gaby volvió a quebrar y, otra vez, contó con su turno de servicio para sellar la conquista. En aquella ocasión, no obstante, estuvo más cerca que nunca. Sacó 6-5 y 30-30; el título estaba a dos puntos de distancia. El primero de los puntos la encontró a Sabatini en un intento de cerrar en la red y la fortuna, tras una bola “dividida”, fue para Graf. Con el break point a favor la alemana sacó una gran devolución, se puso 6-6 y, a partir de allí, ya no hubo más nada que hacer: se consagró la legendaria alemana tras imponerse 6-4, 3-6 y 8-6, en la final que le otorgaría el décimo de los 22 títulos de Grand Slam que cosecharía a lo largo de su carrera.
“Quedé a un partido de ser número uno; eso me comía la cabeza, me bloqueaba en la cancha. Había un tema psicológico que ojalá hubiera podido trabajar”, supo analizar Gaby tras el histórico cruce. La carrera de Sabatini no quedó opacada ni por asomo: se retiraría en 1996, con apenas 26 años y con una vitrina repleta de conquistas. Aquella final, sin embargo, quedará en el recuerdo colectivo para siempre: Wimbledon y el número uno del mundo estuvieron más al alcance que nunca.
La final de David Nalbandian en Wimbledon
David Nalbandian fue el mejor exponente argentino en Wimbledon, en cuanto a singles masculinos se refiere. En la edición 2002 llegó a la final para dirimir el título con el australiano Lleyton Hewitt, por entonces el número uno del mundo.
Su mejor actuación en Inglaterra lo sorprendería tan sólo dos años después de declararse como jugador profesional con tan sólo 20. El recorrido de Nalbandian en el certamen, preclasificado en el lugar 28ª, fue bastante particular, con una mixtura de fortuna y excelentes rendimientos, causando una gratísima sorpresa.
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Si bien solo había ganado el ATP de Estoril (sobre polvo de ladrillo) y entrenado unos pocos días en el único complejo con canchas de césped en el país de Hurlingham, estaba lejos de considerarse una amenaza: “La verdad es que llegué con la expectativa de ganar dos o tres partidos. Eso hubiera sido suficiente, era joven y no tenía experiencia”, reconoció alguna vez.
En primera ronda derrotó al español David Sánchez (62°) por 6-4, 6-3, 4-6 y 7-5. Situación que se repetiría con el francés Paul-Henri Mathieu (75°) a quien venció, de manera más desgastante y con algo más de suspenso, por 7-6 (7-3), 7-6 (9-7) y 6-3.
En la tercera ronda, por lógica, hubiese chocado con Pete Sampras, candidato neto a quedarse con ese partido y el título. Sin embargo el estadounidense cayó de manera sorpresiva contra el suizo George Bastl y David aprovechó el momento: lo limpió en la instancia siguiente con un triple 6-2.
Contra el australiano Wayne Arthurs se encendieron las alarmas ya que era el primer especialista con el que se veía las caras. Sin embargo, en una batalla, le ganó 6-4, 7-6, 2-6 y 7-6. En cuartos de final llegó el primer encuentro a cinco sets y David le ganó al ecuatoriano Nicolás Lapentti, otra de las sorpresas del torneo, por 6-4, 6-4, 4-6, 4-6 y 6-4. En semifinales venció al belga Xavier Malisse por 7-6 (7-2), 6-4, 1-6, 2-6 y 6-2 en tres horas y 17 minutos de juego.
En el último partido, el argentino sucumbió ante el australiano Lleyton Hewitt en sets corridos. “Jugué la final con tensión. Para mí, Wimbledon era especial porque mi ídolo era Boris Becker y lo veía jugar ahí y tenía mucho condimento. Era como que se me venían imágenes mías con cinco años viéndolo a Boris en la televisión”, recordó más de una vez. Sería un duro 6-1, 6-3 y 6-2, pero para Nalbandian el puntapié inicial de una carrera única e ilustre.