Por más vueltas que se le quiera dar, la actuación de Los Pumas ante Inglaterra fue de las más desilusionantes en mucho tiempo. Por toda la expectativa que se había generado alrededor de este debut en el Mundial de Francia 2023, la decepción del 27-10 en contra es enorme.
El seleccionado argentino llegó bien pisado a esta Copa del Mundo. Con un plantel consolidado, con un buen nivel de juego, con resultados importantes frente a los mejores equipos del mundo. Con una preparación final de gran nivel para este torneo. Pero todo lo que podía salir mal, salió, y en la cancha no se vio lo que el mundo del rugby esperaba.
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El golpe fue duro. Durísimo. Inglaterra era un mar de dudas en la previa. Entrenador cuestionado, malos resultados, actuaciones flojísimas, jugadores lesionados y suspendidos. Pero se despertó justo a tiempo. Justo frente a Los Pumas.
Por estos contrastes entre un equipo y otro se veía que Argentina tenía buenas posibilidades de lograr un triunfo. Sin ser claro favorito, el planeta ovalado percibía que el conjunto nacional llegaba en mejores condiciones. Se habló mucho de eso. Era un reflejo de lo que se veía. Pero un Mundial es un Mundial.
Quedó demostrado que ese papel de “candidato” fue perjudicial para los jugadores. No hay otra manera de explicar que los mismos que hasta antes del arranque de partido estaban con una confianza altísima, hayan entregado tan pobre desempeño. La derrota se gestó desde lo mental, desde el manejo de esa presión de tener que entregar un resultado.
Otro factor que influyó de manera negativa fue la expulsión de Tom Curry cuando apenas iban nueve minutos de partido. Si antes del kick off Los Pumas podían ganar, jugando 15 contra 14 en 70 de los 80 minutos pasó a ser obligatorio. El “tenemos que ganar” pesó en cada decisión que se tomó. Dentro y fuera de la cancha.
Porque desde el staff técnico tampoco se vio un cambio de plan de juego tras esa ventaja. Los Pumas siguieron aferrados a la estrategia inicial, cuando la lógica indicaba otra cosa. Pero Michael Cheika decidió quedarse con lo ya propuesto en vez de dar un golpe de timón.
Si bien no era la mejor versión, enfrente estuvo un equipo con experiencia. Que entendió cómo había que jugar en desventaja numérica. Metiendo presión defensiva para no dejar desplegar el juego de una punta a la otra de la cancha, evitando el desgaste físico de relevar donde les faltaba un hombre. Dejando correr al máximo el reloj en cada scrum, cada line. Aprovechando toda situación de marcar puntos: penales desde mitad de cancha y hasta tres drops de George Ford, la estrella de la noche. Que ingresó al equipo porque el capitán de la Rosa, Owen Farrell, estaba suspendido. Eso en principio era una buena noticia para los argentinos. Pero terminó siendo su peor pesadilla.
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Más allá de todas las falencias de Los Pumas, también el factor suerte no estuvo de su lado: terminaron tres veces dentro del ingoal inglés, pero solamente una fue try. Es cierto que hubo muchas imprecisiones producto de los nervios del debut en una Copa del Mundo, y malas decisiones tomadas en momentos en que la presión mental asfixia. Demasiados rebotes y errores en el juego aéreo, que siempre es una garantía. Lentitud en el juego para buscar espacios por afuera.
El hincha argentino que se acercó masivamente a Marsella para apoyar al equipo se fue cabizbajo, preocupado, dolido por la manera en que jugó el equipo. Perder siempre es una opción en los deportes, pero no de la manera en la que se lo hizo. La gente se fue desilusionada. Pero ya busca la manera de encontrar la parte positiva de todo esto.
La primera es que el Mundial es largo. Este fue recién el primer partido y todavía quedan tres por delante. Lo mejor de todo es que las chances de clasificar a cuartos de final siguen intactas. Igual que antes del fatídico debut ante Inglaterra, solamente que ya no hay margen de error: hay que ganarle a Samoa, Chile y Japón para pasar de ronda.
¿Se puede hacer? Claro que sí. ¿Jugando como ante la Rosa? Difícil. Ahora hay dos semanas para aprender de este mazazo y preparar el partido frente a los duros samoanos, que será el viernes 22 de septiembre en Saint-Etienne.
La concentración en La Baule-Escoublac será el lugar en el que plantel y staff deberán resetear el chip y volver al camino que los trajo hasta acá. Cheika y sus colaboradores tendrán que hacer autocrítica y elegir el camino a seguir. Los líderes del equipo deberán levantar la mano y guiar a sus compañeros, todos encolumnados tras el mismo objetivo.
El objetivo sigue estando ahí. Clasificar a cuartos sigue siendo posible. Después del golpazo, hay que volver a creer.