Si esta columna fuese una red social, podría comenzar buscando interacciones y preguntando: “Decime que es febrero sin decir que es febrero”. Y la respuesta de los fans del rugby sería: “Empieza el Seis Naciones”. Estarían en lo cierto.
Desde 1882, la competencia sufrió diversas modificaciones en el número de participantes, el nombre, el formato de juego… pero en estos 140 años la pasión se mantuvo intacta.
Hasta la creación del Tres Naciones en 1996 (hoy llamado Rugby Championship) y con la Bledisloe Cup (1932) siendo un enfrentamiento entre dos países nada más, no había otro certamen de selecciones que se disputara cada año poniendo en juego un título, el prestigio y el honor. Por eso es que el Seis Naciones ganó tantos seguidores en Europa y en todo el mundo.
Desde el año 2000, del torneo participan Inglaterra, Francia, Gales, Irlanda, Escocia e Italia. Pero en un principio se llamó Home Nations y lo disputaban las naciones británicas: ingleses (primeros campeones), escoceses, galeses e irlandeses. Los franceses se sumaron un poco después y con algunas idas y vueltas: entraron en 1910 y se fueron en 1931, pero volvieron en 1947 y desde entonces se estableció como el Cinco Naciones. Bajo ése nombre creció su fama, únicamente interrumpida por las dos Guerras Mundiales. El marketing hizo lo suyo con la llegada del nuevo milenio, y los italianos se incorporaron a la fiesta.
“No es una semana aguantando las bromas de tu rival, es un año viendo cómo tus vecinos, ya sean irlandeses, ingleses o escoceses, te recuerdan cada día tu derrota”. Esta frase del exapertura galés Jonathan Davies pinta de cuerpo entero lo que significa ganar o perder un partido del Seis Naciones.
Porque no solamente hay un trofeo para el campeón. Hay varios torneos dentro del torneo: si el que se lleva la copa a casa gana todos los partidos, se adjudica el Grand Slam. Si un equipo de las islas británicas derrota a los otros tres, obtiene la Triple Corona. Y si perdés todos los encuentros, te quedás con la Cuchara de Madera.
Además, cada partido tiene su propia copa en juego. La Calcutta Cup se disputa entre Inglaterra y Escocia; el Millennium Trophy, entre Inglaterra e Irlanda; la Centenary Quaich, entre Escocia e Irlanda; el Eurostar Trophy, entre Inglaterra y Francia; el Trofeo Auld Alliance, entre Escocia y Francia; la Doddie Weir Cup, entre Escocia y Gales; y el Trofeo Garibaldi, entre Francia e Italia.
Como ocurre en otros deportes, el rival al que todos le quieren ganar es… Inglaterra. Seguramente porque es el que más títulos tiene (29), seguido por Gales con 28, Francia con 17, Escocia con 15 e Irlanda con 14. Italia nunca ganó el torneo, apenas alcanzando un cuarto lugar como mejor resultado.
El color y calor que llega desde las tribunas le ponen un marco especial a esta competición. Los hinchas son muy fervorosos y apasionados, sobre todo a la hora de disfrutar de un triunfo. Otro de los momentos más emotivos de cada encuentro es cuando suenan los himnos: La Marsellesa, God save the Queen, Flower of Scotland, Ireland’s call y Fratelli d’Italia retumban en cada estadio y en cada garganta.
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Otro punto que le agrega mística al Seis Naciones es siempre se juega en las mismas canchas, en las catedrales del rugby de cada uno de estos países. Es por eso que tiene un sabor especial ganar en Twickenham, el Arms Park (hoy Principality Stadium), Murrayfield, Lansdowne Road (ahora Aviva Stadium), el Stade de France o el Olímpico de Roma.
La Rosa, Les Bleus, el Cardo, los Dragones Rojos, el Trébol, la Azzurra. Cada seleccionado tiene su apodo, su identidad, su historia, su mística, que suman ingredientes a esta combinación explosiva de rugby, pasión y gloria.
Con la llegada de nuevos aires y cambios en el rugby profesional, el Seis Naciones se expandió a su rama femenina (desde 1996) y al torneo de Menores de 20 (desde 2008). Pese a rumores y presiones, el certamen mantendrá por un tiempo a sus seis seleccionados base y no habrá ascensos ni descensos, algo que le daría mayor impulso al rugby de Georgia, Rumania y España, entre otros.
Como no podía ser de otra manera, existe un vínculo del Seis Naciones con Argentina, con una larga lista de jugadores nacidos en nuestro país pero nacionalizados para representar a otros seleccionados.
En esta edición de 2022, el rugby nacional está representado en Ignacio Brex, centro formado en San Cirano y con pasado en Los Pumitas, y en Iván Nemer, pilar surgido de Sporting de Mar del Plata. Ambos defienden la camiseta azul de Italia.
Difícilmente, alguno de los espectadores del 2-0 de Inglaterra sobre Gales el 16 de diciembre de 1882 imaginó el camino que forjó el Seis Naciones desde entonces. Privilegiados son los de esta época, que disfrutan lo que pasó y se ilusionan con lo que vendrá.