A Gustavo Calvente este momento de su vida lo está invadiendo de felicidad. Al jockey del momento, que nació en Rojas y fue cautivado por el turf en Pergamino, le sobran motivos para disfrutar de su profesión y su familia conformada por su mujer Erica y sus hijos Olivia y Rocco.
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Calvente es un muchacho madrugador porque se levanta a las 5 de la mañana y, si los caballos lo reclaman en San Isidro, él los varea a las 7 de la mañana. Pero si el trabajo es en Palermo, la acción empieza a las 6 en punto. “Mamé esta pasión desde muy chico porque lo seguía a mi papá Héctor, que también fue jockey. A mi viejo se lo inculcó su tío, que era conocido en el ambiente como el Tola Calvente. Mi viejo corrió mucho en el interior y me aconsejó que me radicara en Buenos Aires y empecé a trabajar en el stud “El Mono” que lo manejaban Miguel Vallina y Nelson González, solo tenía 16 años. Empecé de tan abajo que vivía en el propio stud. Dejar a mi familia y llegar a esta inmensa ciudad no se me hizo fácil, pero con el tiempo se sumó mi hermano Franco y todo fue más llevadero. Hoy vivo con mi familia en un barrio de Benavidez y cuento con la amistad y el respaldo laboral de Roberto Vignatti del haras Juan Antonio, a quien le monto todo sus caballos”.
A los 37 años, Calvente le guarda un gran recuerdo a caballos como Husson, Don Chullo, Best Bob, Tetaze y Potro Tramp. “Me pongo triste cuando me entero de que esos caballos se mueren porque todos formaron parte de mi vida. También me da tristeza cuando me cuentan que tal caballo será vendido al exterior, por el cariño que uno les va tomando. Ahora seguro que se nos va El Kódigo, con quien ganamos el Gran premio República Argentina y que acaba de ganar el General Belgrano”.
Pero no todo fue color de rosa para este nieto de tambero. En marzo del año pasado recibió una dura noticia en una clínica de San Isidro: “Me detectaron un cáncer de testículo tras una anormalidad que empecé a tener. Yo pensé que era de tanto subirme a los caballos, pero eso no tenía nada que ver. El médico me lo dijo un martes y el viernes ya me estaban operando. Cuando me dieron la noticia quedé bloqueado, porque fue sin miramientos. ´Tenés cáncer’, me dijeron. A medida que me contaron el procedimiento de la cirugía me fui serenando. Me contaron que lo mismo tuvieron el ciclista Louis Armstrong y el futbolista Jonás Gutiérrez. Fueron por todo y me sacaron un testículo y encontraron que todo estaba encapsulado. Si nos hubiéramos demorado, eso se podía ramificar. Al mes empecé a montar y a los tres meses ya estaba corriendo. Al principio me costó encontrar ritmo porque corremos entre siete y ocho carreras por reunión. Esto me dio tanta fortaleza que ganamos la Polla de Potrillos y el República Argentina”.
¿Sos consciente de que tenés un oficio particular?
No tuve tiempo de pensarlo porque comencé en el mundo de los caballos desde muy chico. Cuando tenés tanto amor por los caballos, era una fija que iba a terminar montando caballos de carrera. Todo esto me lo inculcó mi papá Héctor y a él se lo inculcó su tío. Todo ese amor por el turf me ha llevado a disfrutar este lindo momento.
¿Cómo te impactó correr en los grandes hipódromos?
Fue un salto muy grande porque yo corría en las provincias y en ciudades de Buenos Aires. Pasé de ser un jockey cuadrero y de correr en Venado Tuerto a correr en Palermo, San Isidro y La Plata. Corría de 500 a 800 metros de distancia y de repente empecé a correr en distancias donde había más desarrollo. Me dieron rápido el permiso para correr solo a caballos que venían del interior del país. Y por los contactos de mi papá me empezaron a dar muchas montas y eso me permitió poder ganar carreras y recibir la patente de jockey. En Palermo gané en mi debut y en seis meses gané sesenta carreras.
¿Buscabas referentes?
Pude compartir una carrera con jockeys notables. Cuando empecé estaban Pablo Falero, Jorge Valdivieso y Jacinto Herrera, a los cuales miraba por televisión. Ellos para mí fueron una guía permanente porque yo los observaba mucho para sacarles cosas. Yo quería tener mi estilo pero a cada uno de ellos copiarles lo que los hacía diferentes. La tranquilidad de Jacinto Herrera arriba del caballo, la cabeza de Pablo Falero para manejar un desarrollo y el rigor de Jorge Valdivieso. Sacarle a cada uno un poquito.
¿En cuánto tiempo te das cuenta de que un potrillo va a ser bueno?
Si es bueno de verdad, lo descubrís en el primer contacto. El que es diferente te lo demuestra con su actitud y con la simpleza de sus movimientos. El que tiene la estampa de crack te muestra muy temprano sus cualidades. Puede haber casos donde los caballos van evolucionando y terminan consiguiendo logros en tres o cuatro carreras, pero el diferente te gana carreras debutando.
¿Qué le recomendarías a quien quiera comprar un caballo?
El padrillo es muy importante pero para mí lo sobresaliente es la madre del potrillo. Acá en el haras Juan Antonio tenemos un plantel de yeguas madres extraordinarias que a medida que pasa el tiempo nos regalan unos hijos de primer nivel. Acá hay un padrillo de jerarquía como Cosmic Trigger, pero con eso solo no alcanza porque la madre es esencial. A mi entender, el porcentaje es 60% de la madre y 40% del padre.
¿Cuándo te emocionaste en el turf?
Mirá, yo pude ganar muchas carreras importantes conocidas como Grupo 1 en la escala internacional. Pero ganar una carrera con mi papá como el entrenador de ese caballo es inolvidable. Otra carrera inolvidable fue cuando mi hermano ganó una carrera y yo entré segundo, eso fue notable porque lo disfrutamos en familia. Todo eso supera las carreras importantes que gané yo. A los tres nos costó llegar a donde estamos.
¿Cómo es la convivencia entre los jockeys?
La convivencia es excelente a pesar de que hay jockeys que son más buscados por las caballerizas más importantes. En este oficio algunos corren muchas carreras y otros corren menos. Conozco chicos que tienen grandes condiciones pero no tienen la suerte de montar caballos de punta, porque las grandes caballerizas se aferran a las estadísticas y buscan a los más ganadores. Eso coloca al trabajador en una situación compleja.
¿Cómo es la relación con tu hermano Franco?
Franco de chico vino a correr a Buenos Aires y se instaló conmigo. Él tomó la decisión de dejar de correr, pero trabaja tanto con mi papá como con nuestro equipo. Es llamativo porque tuvimos definiciones cabeza a cabeza y de bandera verde donde nos ganamos los dos. Mi hermano es diabÉtico y le costaba mucho, entre otras cosas, dar el peso establecido para subirse a un caballo y competir. Conoce su cuerpo y entendió que exigirse físicamente no era lo conveniente. El me monta los caballos por la mañana y me pasa el parte de cada uno, se transformó en mi mano derecha.