Michael Phelps no solo cambió la historia de una de las disciplinas más importantes de los Juegos Olímpicos, sino que batió una serie de récords imposibles para todos aquellos deportistas que compiten en el máximo evento internacional.
El exnadador estadounidense, que consiguió colgarse 23 medallas de Oro entre todas sus participaciones, debió conquistar el mundo mientras luchaba contra una profunda depresión. A sus 39 años, dejó atrás los intentos de suicidio para enfocarse en la militancia vinculada a la salud mental.
El deportista oriundo de Baltimore, que nació el 30 de junio de 1985, sorprendió a todos desde joven gracias a su facilidad para desempeñarse dentro de la piscina: a los 3 años, el atleta se impulsó con sus pies y sus brazos por primera vez en el agua gracias al apoyo de sus padres, que hallaron en la natación el mejor mecanismo para mantener a raya su hiperactividad.
Su talento le permitió romper todas las marcas en cada categoría y, con tan solo 15 años, participó de sus primeros Juegos Olímpicos en Sydney 2000: si bien en aquella experiencia no se colgó ninguna medalla, mejoraría sus propios registros en campeonatos mundiales y empezaría a forjar su propio camino. En Beijing 2008, Phelps se volvería toda una estrella: obtuvo 8 medallas doradas y traspasó la cifra conseguida por Mark Spitz.
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Pero la vida del nadador cayó en picada tras su gesta en China: fue arrestado en varias oportunidades por tenencia de marihuana y hasta fue tapa de varias revistas del corazón a causa de vínculos amorosos fallidos. La sensación de vacío comenzó a corroerlo por dentro y le resultó complejo escindir su propia figura de los éxitos celebrados en el deporte.
Aun así, en Londres 2012 volvió a ser una de las grandes figuras con la obtención de seis medallas: cuatro de oro y dos plateadas. En 2013, su entrenador Bob Bowman se había negado a trabajar con él nuevamente: lo había visto desenfocado y poco comprometido con sus objetivos.
Sin embargo, luego de haber sido aprehendido por la Policía por conducir excedido de velocidad, fue sancionado por la Federación con seis meses de suspensión y se comunicó con su amigo Ray Lewis, quien había sido jugador de fútbol americano. Así se pergeñó su internación en The Meadows, una prestigiosa clínica.
Los primeros signos del trastorno mental empezaron a surgir y la leyenda estuvo 45 días aislado en el nosocomio. Una noche de juerga en el casino lo había hecho tomar la determinación: al volver a su hogar, se encerró en su casa sin ver a nadie y le escribió un mensaje a su agente Peter Carlisle. “Ya no quiero estar vivo”, fue el texto que encendió las alarmas en Phelps.
Michael Phelps cumple 39 años: la internación
Su estadía en el centro de rehabilitación le cambió la vida para bien: “Tenía mucho miedo al entrar, no estaba listo para ser vulnerable. Después de un par de días me dije a mí mismo ‘la pared se derrumbó. Entremos ahí y veamos qué está pasando’”. Allí también decidió competir en sus últimos Juegos Olímpicos, los de Río 2016, que fueron la frutilla del postre de una carrera excelsa: consiguió cinco medallas de oro y una de plata.
En la actualidad, el nadador es un empresario encargado de elaborar prendas deportivas y vive acompañado tanto de su esposa, Nicole Johnson, como de sus tres hijos. A pesar de que atravesó crisis severas, Phelps volvió a tener una recaída durante la cuarentena por Covid-19, cuando los deportistas no tuvieron la oportunidad de entrenarse: la pileta también oficiaba de herramienta para poder regular sus emociones.
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“Aquí está la realidad: nunca me curaré. Esto nunca desaparecerá. Es algo en lo que he tenido que aceptarlo, aprender a lidiar con eso y convertirlo en una prioridad en mi vida. Y sí, es mucho más fácil decirlo que hacerlo”, llegó a advertir el nadador, que aún lucha con sus propios pensamientos. En el marco de su cumpleaños número 39, el astro todavía busca hallarse a sí mismo.
