El mundo de la lucha libre está de luto por la muerte de Juan Carlos Varela, mejor conocido como Ice Killer. El mexicano de 61 años, que supo dejar su huella en la AAA Worldwide de su país, había sido internado desde hace unas semanas junto a su mujer luego de haber contraído coronavirus.
Su última aparición pública había sido el 7 de marzo, durante una entrega de premios de la revista Halcón. A los pocos días, tanto él como su pareja comenzaron a tener síntomas vinculados al COVID-19 y debieron ser internados por complicaciones. En el último tiempo, su estado de salud desmejoró y este miércoles se confirmó la triste noticia de su fallecimiento.
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Adolfo Tapia, mejor conocido como LA PARK, le dedicó un posteo en las redes sociales y recordó esos momentos de la década del ‘90 en la que compartieron cuadrilátero. “Hoy me doy cuenta que dejó de existir un gran amigo y compañero, el Ice …descanse en paz mi gran hermano. le deseo pronta resignación y consuelo a la familia de mi hermano Ice Killer los acompaño en su dolor resignación y consuelo”, escribió Tapia en su cuenta personal de Twitter.
Rafael González “El Maya”, un famoso árbitro de la disciplina, también recordó a este luchador. “Un abrazo a la familia de mi buen amigo y compañero de muchos años Juan Carlos Varela, Ice Killer o El Canalla. Que en gloria esté, en paz descanse”, escribió el arbitro en su cuenta personal de Twitter.
Varela debutó en las grandes ligas de la Lucha Libre en los años 70 bajo el nombre de El Canalla. Tiempo después, Antonio Peña lo invitó a formar parte de naciente proyecto AAA. Su nuevo personaje estuvo inspirado en película de terror “Viernes 13″, cuyo protagonista es Jason Voorhees.
Ya en los últimos años, Ice Killer empezó a perder el lugar de privilegio que tenía dentro de este medio y comenzó a alejarse de las luchas, aunque nunca se retiró oficialmente de la competencia.
El coronavirus y la Lucha Libre en México
Desde que comenzó la pandemia, la Comisión de Lucha Libre de la Ciudad de México anunció la muerte de más de 100 atletas. Además, este grupo de personas sufrió muchas complicaciones económicas como consecuencia del parate en la actividad: ni los luchadores activos ni los ya retirados reciben algún tipo de colaboración económica por parte de las empresas que los contratan.
Para subsistir, muchos de ellos optaron por conseguir otros trabajos, realizar changas o vender máscaras, gorras, remeras o hasta tapabocas con sus imágenes y sus firmas.
