El 22 de agosto de 1986, en el estadio Azteca de México, Diego Maradona cambió la historia del fútbol con una camiseta azul número 10 en la espalda. Le bastaron cuatro minutos para crear "La Mano de Dios" y convertir el mejor gol de todos los tiempos. Octavos de final. México '86. Diego jugó por él y por todos los argentinos. Enfrentar a Inglaterra era muy especial. Estaba muy fresca la guerra de Malvinas, y aunque se trataba de evitar la relación directa entre el fútbol y el conflicto bélico por la soberanía de las Islas, se respiraba un aire de partido histórico. Lo fue, claro que lo fue. Por el 10 de la zurda de oro. A los 6 minutos del primer tiempo, Diego metió una mano que nadie vio en la cancha. Bueno, nadie, no. Peter Shilton sí vio ese puño izquierdo impactar la pelota. El arquero inglés salió corriendo a protestar sin resultado alguno. La Mano de Dios ya era un hecho. La trampa y la picardía, separadas por una línea muy delgada que solo Diego supo disimular.
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Cuatro minutos después, otra vez el 10 dejó volar su talento para consagrarse definitivamente y quedar en la historia del fútbol. Gambeteó ingleses como si fueran conos en la mitad de la cancha y terminó desparramando al perturbado Shilton y definiendo con el arco vacío. La empujó con la zurda y corrió hacia la inmortalidad.
Todo lo hizo con la 10 en la espalda
Esa camiseta número 10, azul con vivos blancos, y el escudo de AFA, seguramente sea, junto con alguna de Pelé y de Lionel Messi, de las más valiosas económicamente en el mundo. También por lo que significa, ni hablar. Y no la tiene Maradona. Desde hace años cuelga en una vitrina en el Museo del Fútbol de Manchester junto a una blanca del seleccionado alemán y una brasileña.¿Pero cómo llegó a Inglaterra?
Cuando el partido había terminado y todos corrían detrás de Maradona, el futbolista inglés Steve Hodge se lo cruzó camino al túnel que conducía al vestuario. Hodge no era cualquiera de ellos. Sin querer había entrado en la historia por darle el pase atrás a Peter Shilton en el primer gol de Diego. Es decir, sin Hodge no habría Mano de Dios.
Feliz hasta lo más profundo de su ser, Diego cambió la camiseta sin tomar dimensión de que lo que estaba pasando. No se la guardó para él, para sus hijas, para sus nietos. Lo que hubiera hecho cualquier mortal. Pero Maradona no es cualquier mortal. Se la dio y se llevó la blanca inglesa.
Cuando llegó al vestuario, Hodge se dio cuenta que algo no andaba bien. "Era un hervidero, todos hablaban del gol con la mano. Puse rápido la camiseta en mi bolsa”, confesó el británico en su biografía que escribió en 2010 bajo el título "El hombre con la camiseta de Maradona".
Durante 16 años, la camiseta que cualquier argentino guardaría como el tesoro más grande, estuvo en un rincón de un armario en Nottingham. Ahí, con otras prendas de la vida cotidiana de la familia Hodge. Hasta que en 2002, Steve tomó noción de que tenía en su casa un elemento histórico demasiado valioso y decidió donarlo. No la vendió. No quiso nada a cambio. La entregó al Museo de Preston, donde fue exhibida durante diez años, hasta que se mudó a Manchester.
“La camiseta aún mantiene el sudor, jamás la lavé”, contó Hodge en su biogaría.
Hoy, la web del Museo del Fútbol de Manchester sabe que tiene "la camiseta". No es la única, no. Pero es la más importante. Una entrada para asombrarse con todos esos tesoros del fútbol, y ver de cerca y a través de un vidrio la 10 del Diego, cuesta... 10 euros.
En la historia hay un protagonista más. Un periodista. Sin él, probablemente el cambio de camiseta nunca hubiera ocurrido y Diego tendría la 10 más preciada. Gary Newbon retuvo a Hodge durante una entrevista en el campo de juego. Fue el último de los ingleses derrotados en caminar hacia el vestuario. Ahí se encontró con Maradona. "Es el momento", pensó, y se la pidió. El resto ya es parte de esta nota a 34 años de ese partido, de esos goles, de esa número 10 azul que alguna vez, ojalá, vuelva a manos de Diego.
