El fútbol de verano pasó a cuarteles de invierno. Aunque River y Boca jugarán en el arranque de 2020 un puñado de partidos al costado del mar (el equipo de Marcelo Gallardo visitará a Nacional el sábado 11 de enero en Maldonado y el de Miguel Ángel Russo jugará en Mar del Plata con rival y fecha a definir), atrás quedó una etapa en que la Copa de Oro y otros torneos con nombres grandilocuentes llegaron a tener vida propia y a merecer un apartado en la historia del fútbol argentino.
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Durante décadas, los partidos estivales, en especial los de Mar del Plata, estuvieron muy lejos de ser duelos intrascendentes o de mero compromiso comercial que parecen ser hoy: convocaban multidudes, atraían a los mejores jugadores del mundo, los superclásicos decidían la continuidad de los técnicos y los resultados cambiaban el humor de los hinchas. Hay fanáticos que lo único que recuerdan de un verano es cómo le fue a su equipo en enero. Aquí van nueve postales de un clásico hoy devaluado.
El Santos de Pelé.
En enero de 1970, pocos meses antes de consagrarse tricampeón del mundo al compás de una de las selecciones más famosas de la historia (el Brasil de México 70), Pelé enfrentó a Boca en el viejo estadio San Martín de Mar del Plata, hoy reconvertido en un supermercado. La visita fue liderando a su equipo, el Santos, que además contó con otro legandario crack brasileño, Coutinho. El partido terminó 2-2 y fue, en realidad, la tercera presentación del famoso Santos en Mar del Plata: en 1967 había goleado 4-0 a River y en 1969 había perdido 2-1 con Racing por un torneo que nunca se oficializaría, la Supercopa de Campeones de América. En ese intervalo, en 1968, con la presencia de un club húngaro -el Vasas, entonces el equipo del gobierno comunista- comenzó a jugarse la Copa de Oro, que con el paso de los años se convertiría en un torneo que garantizaba tapas de revistas deportivas y posters en las habitaciones de los chicos. El Santos, finalmente, volvería a Mar del Plata en 1971 para visitar otra vez a River.
El estadio Mundialista.
El segundo y último equipo en la carrera de Pelé también jugó en Mar del Plata, aunque en este caso sin la presencia del crack brasileño. El Cosmos de Estados Unidos, liderado por el italiano Giorgio Chinaglia, visitó a Boca en noviembre de 1978 en el flamante estadio Mundialista, inaugurado pocos meses antes, en el Mundial de Argentina. El 4-2 para el equipo del Toto Lorenzo fue el puntapie de los más de 150 partidos que Boca pasaría jugar en ese escenario, la gran mayoría de ellos, amistosos estivales. River-Boca ya se habían enfrentado algunos veranos en Mar del Plata pero siempre en el viejo estadio, que pronto entraría en desuso, y el Mundialista sería desde febrero de 1979 la casa del superclásico de verano.
La chilena de Enzo.
No es extraño que el gol más recordado de un amistoso se haya originado en el verano marplatense: fue el que le convirtió Enzo Francescoli en febrero de 1986 a la selección de Polonia que en junio de ese año jugaría el Mundial de México -y que venía de subirse al podio en España 82-. Un par de semanas después del golazo que marcó el 5-4 en el último minuto, un fanático mendocino de River bautizó Enzo a su hijo: se trataría de Enzo Pérez. La locura de es amistoso fue tal que pocos recuerdan que River perdía 4-2 faltando ocho minutos. “Esa noche no pude dormir”, le dijo el año pasado el arquero polaco, Jozef Wandzik, quien también integrararía el plantel de su selección en el Mundial de México, al colega Juan Manuel Álvarez del diario La Capital de Mar del Plata, 32 años después de haber sufrido el gol.
Lluvia de extranjeros.
El desfile de grandes equipos europeos y de varios de los mejores futbolistas del mundo se hizo tan habitual que en el verano de 1987, siempre a estadio lleno, llegaron a Mar del Plata tres clubes de primer nivel: el Colonia de Alemania (entonces subcampeón de la Copa Uefa detrás del Real Madrid, y con grandes figuras de México 86 como el arquero Harald Schumacher y el delantero Klaus Allofs, ambos alemanes, más el defensor danés Morten Olsen), el Nantes de Francia (con dos campeones del mundo argentinos, Julio Olarticoechea y Jorge Burruchaga) y el Spartak de Moscú (con uno de los mejores arqueros de la época, Rinat Dassaev, capitán de la Unión Soviética). Aunque haya quedado en el olvido, en febrero de 1988 se reeditó la final de la Copa Libertadores del año anterior, entre Peñarol de Montevideo y América de Cali: en este caso ganaron los colombianos 2 a 1.
Maradona.
Así como Pelé jugó en Mar del Plata, Diego Maradona también jugó varios veranos para la selección argentina y, claro, Boca. Al verano de Mar del Plata le quedará el orgullo de haber organizado el último título oficial de Maradona, la Copa Artemio Franchi que Argentina le ganó a Dinamarca en el Mundialista -una sede que, en épocas estivales, se imponía incluso al Monumental-. Fue el 24 de febrero de 1993.
Escándalos.
No habría sido fútbol argentino si no se hubieran generado polémicas. Acaso el mayor altercado ocurrió también en el verano de 1993, cuando los jugadores de Independiente, en desacuerdo con una serie de fallos del árbitro Javier Castrilli a favor de Boca, dejaron el campo de juego en medio del partido. Como los resultados importaban, y mucho, un Tribunal de Disciplina debió decidir el resultado en los despachos: lo ganó Boca.
Definiciones extrañas.
En 1994, Mar del Plata -que el año anterior había albergado cuatro superclásicos consecutivos entre el 23 de enero y el 13 de febrero- comenzó a perder su hegemonía: Mendoza, la sede favorita de Torneos y Competencias (que incluso llevaría a Argentinos a jugar de local durante unos meses), se quedó con los River-Boca. La Feliz intentó contrarrestar con un extraño torneo y aún más estrambótica definición: el Newell’s de Maradona (sin Diego), Yokohama Marinos de Japón y Alvarado. Sería un triangular con partidos de 45 minutos cuyo ganador, en caso de empate, se definiría con corners olímpicos. Pero la paridad se mantenía al décimo tiro de esquina y el poquísimo público que estaba en la cancha empezaba a irse, así que -en vez de repetir la serie- los organizadores optaron por el método de siempre, los penales: los japoneses vencieron 3-2 a Newell’s.
Subsede.
A los partidos en Mendoza y Córdoba, Mar del Plata contó con una especie de subsede: Necochea. Allí se jugaron tres clásicos rosarinos en medio de una tensión insportable en las calles de la ciudad balnearia y dentro del pequeño estadio. El último amistoso entre Newell’s y Central se jugaría allí, el 27 de enero de 2000. Dos años antes, tras un gol de Víctor Muller para Newell’s, los hinchas de Central invadieron la cancha y llevaron a la suspensión del partido.
Los superclásicos.
A pesar del interés de la televisión, en 2019 se rompió una larga racha de veranos sin superclásicos: tampoco en 2020 habrá River-Boca al costado del mar o al pie de la cordillera o de las sierras. Por ahora, el 1-0 de River con gol de Rafael Santos Borré del 21 de enero de 2018 le pone punto final a una historia, con 51 ediciones en Mar del Plata y 27 en Mendoza, que incluyó clásicos tan calientes que hasta le costaron el puesto a entrenadores icónicos. Ramón Díaz dejó River en el verano de 2000 tras una derrota 2-1 ante un Boca juvenil y Alfio Basile lo siguió diez años después, tras una caída 3-1 ante un River sin estrellas.