El clima fue ideal y la carrera una fiesta. Podrá sonar como un lugar común decir eso, pero cuando las cosas salen, esa es la manera correcta de expresarlo. El maratón de Nueva York reunió a más de 50 mil corredores, incluyendo a la elite y a los aficionados.
Los testimonios de todos ellos se multiplicaron en las redes durante todo el día, y seguirán apareciendo fotos y testimonios durante toda la semana. Porque Nueva York es, más que ninguna otra carrera, una fiesta.
Para muchos habrá sido su primera experiencia, para otros un regreso con gloria. Muchos van a Nueva York a correr de forma relajada, sin buscar una marca, tan sólo –decir tan sólo en un maratón es algo para tomar entre comillas– a terminar a buen ritmo y disfrutando del incomparable entorno.
En lo que a elite se refiere hubo sorpresas y confirmaciones. Geoffrey Kamworor, quien en septiembre de este año estableció un nuevo récord mundial en medio maratón en la ciudad de Copenhague con una marca de 58:01, llegó en primer lugar, logrando su segunda victoria en el maratón de Nueva York en tres años.
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Su tiempo fue de 2:08:13. Kamworor ha hecho podio varias veces en este maratón, aunque su mejor marca fue en Berlín 2012, donde no ganó, sino que logró un tercer puesto. Nueva York no es un circuito tan veloz, pero lograr una victoria no es nada sencillo, aun cuando no se logren récords mundiales.
Albert Korir, con 2:08:36 llegó en segundo lugar. Korir peleó paso a paso con Kamworor pero se lo vio, antes de la arremetida de este, muy pendiente de las decisiones de su contrincante. Cuando Kamworor aceleró, Korir tuvo que resignarse al segundo puesto, seguido del que tal vez haya sido el más llamativo de los corredores en este jornada, el etíope Girma Bekele Gebre, quien peleó con los cinco primeros toda la carrera y quedó finalmente en un trío que llegó hasta al podio.
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Girma Bekele Gebre fue la gran sorpresa y se convirtió en la gran incógnita por un motivo sencillo: no fue parte de la largada junto con los elite. Su dorsal no decía su nombre, sino su número de tres cifras, como si se tratara de un corredor más. Bueno, salió como si lo fuera, y terminó con un tiempo de 2:08:38, apenas dos segundos detrás de Korir, que como todos los del top ten había largado con la elite.
Gebre no tiene sponsor ni manager, tiene varias victorias en su haber pero no figura en la lista de los mejores corredores del mundo. Muchos tuvieron que revisar sus papeles y buscar en las aplicaciones quien era este misterioso corredor.
Las apuestas indicaban que tal vez estaba haciendo un esfuerzo demasiado grande y no llegaría finalmente a estar entre los primeros, pero eso no ocurrió. El corredor etíope aguantó hasta conseguir el tercer puesto. Así es Nueva York, donde varios que corren en menos de 2:05 no participan, y algunos apuestan a dar la sorpresa.
Los aficionados también disfrutaron el clima y la fiesta. Cientos de argentinos fueron parte de la aventura de este domingo.
En mujeres Joyciline Jepkosgei de Kenia terminó primera con un tiempo de 2:22:38. Ella sí tenía chances de podio, pero haber ganado nada menos que el maratón de Nueva York en su debut en la distancia sin duda fue impactante. Su victoria fue contundente, dejando atrás a la favorita y varias veces ganadora de Nueva York, la keniata Mary Keitany, que completó la prueba con un tiempo de 02:23:32. Tercera Ruti Aga, de Etiopía, con una marca de 2:25:51.
Los aficionados también disfrutaron el clima y la fiesta. Cientos de argentinos fueron parte de la aventura de este domingo. La mayoría corriendo con remeras con los colores de la bandera o su nombre en la musculosa, lo que permitió que la enorme cantidad de argentinos alentando y muchos otros latinoamericanos los alentaran a los gritos como suele ocurrir en la ciudad de Nueva York.
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Detrás de cada corredor amateur hay una historia, un sueño, un esfuerzo físico, emocional y, también, económico. Para muchos será una oportunidad en la vida, para muchos serán una de varias. Todos atraviesan la meta con la misma emoción de haberlo logrado. Las lágrimas de triunfo de aquellos que llegan entre los últimos es tan poderosa como la de los que llegan entre los primeros mil. El maratón nos iguala, nos hermana y nos devuelve exactamente lo que le damos.
Y el detalle final que nunca hay que olvidar: luego de terminar la carrera hay que dejarse la medalla puesta durante el resto del día y el día siguiente. En Estados Unidos quienes vayan con su medalla recibirán cientos de felicitaciones. Tiene un gran valor completar los 42 kilómetros de la ciudad, y sus habitantes lo saben y agradecen la visita. Así es Nueva York.
Por Santiago Garcia