Hace una semana atrás, Lionel Messi vivía uno de los días más felices de su vida. Había hecho un partido extraordinario ante el Liverpool, en el que había marcado dos goles. Uno de tiro libre, que se sumó a su colección de perlas. Nadie podía quitarle la ilusión de pensar que otra final de Champions League estaba cerca. Y esta vez lo tenía a él como capitán del Barcelona.
La cachetada en Anfield no fue solo un duro golpe. Fue la sensación de perderlo todo. Otra vez, la copa más deseada de Europa se escurría como agua entre los dedos. Y no hay dolor más grande hoy para él.
Las lágrimas de Messi conmovieron a un vestuario mudo. Solo los sollozos del gran capitán rompieron el crudo silencio de la derrota. Según cuentan el diario Marca y The Guardian, el argentino fue el más dolido por la derrota. No es para menos: toda la presión estaba sobre sus espaldas.
"Nunca había vista nada igual, un vestuario así, con tanto silencio", es la contundente frase que replica el portal catalán Sport de una de las personas que tuvo acceso al vestuario. El dolor inunda el lugar.
La crónica indica que un integrante del cuerpo técnico intentó hablar con el plantel, con la idea de hacer un análisis de lo que había ocurrido, pero no pudo. Nadie lo siguió. No hubo respuestas, ni gestos cómplices.
La frustración era palpable. De hecho Sergio Busquets casi se quiebra entre lágrimas durante una entrevista con la prensa. Él y Luis Suárez fueron los únicos que dieron la cara ante los medios. Messi solo agachó la cabeza y se fue sin hablar con los medios. Su dolor, era el dolor de toda una ciudad.