Con el débil remate de Enzo Pérez y la atajada de Eisa Khalid, River fue eliminado del Mundial de Clubes en semifinales frente al desconocido Al Ain, campeón de Emiratos Árabes Unidos e invitado al torneo como anfitrión. Esa fue la última acción de juego para el Millonario en este 2018, que aunque fue triste no hará mella en todo lo conquistado.
Marcelo Gallardo volvió a ser Napoleón para los hinchas y para sus jugadores. Estuvo más de 30 partidos sin perder en el año, formó nuevos jóvenes jugadores, recuperó a otros que estaban en un nivel bajo, contrató a unos más que terminaron siendo figuras… y logró dos hitos imborrables para la historia del club.
Porque en marzo le ganó una final a Boca. Un mano a mano por la Supercopa Argentina. Era la segunda vez que los dos más grandes del país definían un título, y el 2-0 en Mendoza no dejó dudas de la actual supremacía del Millonario sobre el Xeneize.
Pero el destino tendría preparada otra sorpresa para la Banda. La frutilla del postre, que difícilmente pueda ser igualada. Una final de Copa Libertadores ante el rival de toda la vida. Sí, la gloria eterna en 180 minutos para el infarto.
Esta final duró más de lo esperado y entre intentos y partidos hubo cinco juegos (tres que no pasaron), una inundación, un ataque con piedras, una suspensión y un viaje a Madrid.
Y en el Santiago Bernabéu, River fue otra vez más, le ganó 3-1 a Boca y levantó su cuarta Libertadores. Otra vez con Gallardo como Napoleón. Otra vez superando a Boca, en esta ocasión en el escenario más grande jamás pensado.
La alegría no se les borrará. La misión estaba cumplida. El Mundial de Clubes era la yapa, el bonus. Nadie pensaba que podía perder en semis y todos imaginaban una final con el Real Madrid. Pero el desgaste de la Libertadores fue muy grande y se notó.
River nunca pudo ser River ante el Al Ain, y en los penales se llevó un disgusto. Un mal trago que le deja un sabor feo en la boca, pero que no le saca la felicidad de todo lo anterior. Lo lastima pero lo lo mata. Como en una batalla naval, lo tocó pero no de ninguna manera lo hundió.
Ahora será tiempo para disfrutar de un partido más, por el tercer puesto y sin ninguna obligación de nada. Y volver a Buenos Aires para festejar con el hincha la Libertadores, ganarle a Boca en Madrid, mantener una hegemonía moderna sobre el Xeneize y que el Muñeco les siga regalando alegrías.
Y después vendrá 2019. Con nuevos objetivos y desafíos. Pero con la satisfacción de llegar con las vitrinas más llenas que antes.