Empecemos por lo que sabemos: si la Copa Libertadores se definiera con lanzamiento de piedras ya tendríamos al ganador. Es raro que una piedra le pegara a Pablo Pérez, todos hubiéramos esperado que él le pegara a la piedra.
Lo bueno es que la Conmebol actuó con profesionalismo y cuando vio que a Pablo Pérez se le estaba por caer el ojo mandó a comprar un frasco y formol. Mientras tanto, su cuenta de Twitter actualizaba el inicio del partido. Primero a las 18, después 18.45, luego 19, más tarde “mañana” y por último “lo arreglamos en Paraguay, tranquilos, con un tereré”.
En paralelo, fiel a su estilo diplomático y lejos del uso de la “s” al final de las palabras, Angelici firmaba un papel donde aseguraba que volvía el domingo a jugar la final y que no iba a pedir el partido ganado por escritorio. Con la otra mano hacía el check-in en Air-Paraguay.
Va a pedir los puntos, que le reabran los bingos y que Telefe vuelva a pasar ALF. A todo esto, D’Onofrio dijo –no es joda, lo dijo- que confía en la palabra de Angelici. Explicación gráfica de lo que pensamos todos:
Ya circula la cartita que le hizo D’Onofrio a Papá Noel:
- Una Copa Libertadores
- Que Angelici cumpla su palabra
- Una barrabrava con mala puntería
Ah, Rodolfo, una cosa: si el 24 de diciembre a la medianoche te toca timbre Papá Noel ¡No le abras, que te van a meter caño!
A todo esto, en el Gobierno empezaron a producir su programa de televisión favorito: “El Show de quién es la culpa de todo esto”, con la conducción de Patricia Bullrich y Martín Ocampo, y con invitados especiales como los barras de River, el dirigente que les dio las entradas y el jefe del operativo que dijo “meté el micro por el medio de la hinchada, es buena idea”.
Quiero terminar con cosas positivas, para demostrar que no todo está perdido.
- El Mc Donald’s del Obelisco está sano y salvo.
- Pablo Pérez puede meter un canje con una marca de anteojos.
- Los dirigentes de River pueden traer iPhones de Ciudad del Este.
