Los más chicos, hoy ni siquiera saben quién fue Julio Cruz. O qué pasó aquel 2 de abril de 1997 (justo un 2 de abril, sí, que tanto significa para los argentinos). Posiblemente haya sido uno de los papelones más grandes la historia del fútbol argentino. Yo estuve ahí, en el estadio Hernando Siles de La Paz.
En ese momento tenía 19 años. Estudiaba periodismo. Y fui a ver Bolivia - Argentina como un hincha más. Partido por las eliminatorias sudamericanas camino al Mundial de Francia 1998. En verdad, el partido fue solo una excusa para conocer de qué se trataba eso de "la altura", y de paso recorrer La Paz y el Lago Titicaca.
El clima previo del partido fue muy caliente. Daniel Passarella había declarado un par de meses antes, después de una derrota contra Ecuador en los 2800 metros de Quito, que "en la altura la pelota no dobla, no se puede jugar". La prensa boliviana lo fue a buscar. La conferencia previa se suspendió porque el periodista Fernando Salaberry trató de "cobarde" al seleccionador argentino por no querer jugar en la altura. Era una guerra declarada.
Encima, cuando el plantel fue al estadio para el reconocimiento del campo de juego, hubo disturbios e insultos en medio de un fuerte y numeroso operativo policial. Passarella era el enemigo de Bolivia en ese momento en que la FIFA estaba evaluando si podía jugarse en la altura o si realmente se trataba de algo "inhumano" como muchos (no solo Passarella) sostenían.
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El día del partido fue todo muy bravo. La organización falló desde el comienzo. Los cientos de hinchas argentinos en la cancha estábamos en una de las plateas del Hernando Siles, justo detrás del banco de suplentes visitante. Todos mezclados con los bolivianos, que la verdad, no nos querían ahí. Uno de ellos escupió una bandera. Intervino la barra de Racing y copó la parada. El partido ni siquiera había empezado y los ánimos hervían.
El público boliviano nos hizo sentir más visitantes que nunca. Bolivia arrancó ganando y Pipo Gorosito empató de penal antes del final del primer tiempo. Después llegó el gol de Fernando Ochaizpur, un argentino nacionalizado boliviano que había jugado en Estudiantes de La Plata, para el 2 a 1 del seleccionado local. Y posteriormente la expulsión de Nacho González por un cabezazo a Demetrio Angola. Ahí estalló todo.
El delantero argentino Julio Cruz, por entonces jugador de River, fue a buscar una pelota a la zona del banco de suplentes boliviano y un asistente del cuerpo técnico le pegó una trompada. Cayó al piso y lo llevaron al vestuario en camilla en medio de empujones, insultos y un gran descontrol entre jugadores de ambas selecciones y la policía. El propio Passarella, junto a Diego Cagna, lo llevaron mientras él se tapaba la cara con ambas manos.
El gran escándalo fue la imagen de Cruz, cortado en el pómulo izquierdo, cuando la trompada había sido en el derecho. En la cancha no tenía sangre, en el vestuario sí. Fue la tapa de El Gráfico. Nunca se esclareció el tema. Y para el propio delantero fue siempre un tema tabú del que nunca quiso volver a hablar.
"En el vestuario tenía sangre en la cara, no entendía nada y todo parecía un mal sueño. Bien no sé cómo fue. Creo que cuando me pegaron la primera piña. Cómo si tuviera un anillo en la mano", dijo Cruz dos días después del incidente, y se enojó cuando le preguntaron si había sido una maniobra para sacar ventaja deportiva: "¡Ah no! ¡Es una locura! Mirá si me voy a cortar la cara a propósito. No se puede creer. Dicen cualquier cosa".
Nunca hubo una confirmación, ni nadie que lo dijera abiertamente. Pero el corte de Cruz no lo provocó el golpe del boliviano. Se guardó silencio, se trató de olvidar, y nadie se hizo cargo del papelón.
Argentina perdió 2 a 1. Fue lo de menos. La mancha no se pudo borrar nunca. Hoy, a 20 años de aquel escándalo en La Paz, sigue dando vergüenza lo que pasó en cancha y en el vestuario.