Definitivamente, esa comunidad llamada fútbol argentino ha logrado consolidar su identidad: tiene mucho más de argentino que de fútbol. Bueno, en realidad tiene muy poco -o casi nada- de fútbol. De hecho, por ser tan argentino en sus vicios, discusiones y problemas, ha llegado al punto de que no se puede jugar. Pero es argentino hasta la médula. En sus mecanismos perversos, en sus fatuidades, en la reivindicación -más o menos explícita, según el caso- de sus peores prácticas. Daniel Angelici acudió, este mediodía, al argumento más sencillo y contundente para justificar las escuchas: lo que hizo fue defender los intereses de su club. Al fin y al cabo, la realidad le da la razón: desde que murió Julio Grondona (que decidía todo y les ahorraba a los dirigentes la “obligación” de presionar), se desató en el fútbol argentino, una competencia paralela: todo es pasible de negociación.
Al fin y al cabo, la idea del escritorio es una síntesis de algo que, en realidad, ya existía desde hace mucho: que en el fútbol argentino todos parecen tener que jugar. Los hinchas juegan su partido, se alientan a sí mismos y se elogian permanentemente. Creen que juegan y se trata de un juego perfecto, porque nunca pierden. Los dirigentes, en este contexto, también deben jugar. Y eso es, al fin y al cabo, lo que hizo (y reivindica) Angelici: jugó, hizo su parte. Y como nadie duda de que el fútbol es “un juego de vivos”, parece lógico que los dirigentes presionen, llamen, reclamen. Jueguen.
El problema es que los únicos que no juegan son los jugadores.
Sería interesante que se elevara la voz de algún dirigente condenando esto. Alguien debería horrorizarse. Pero no. Probablemente, lo que atrae de estas escuchas es lo retórico: que Segura diga que es “el hincha número uno” de Boca, que Angelici pida que Germán Delfino “se equivoque lo menos posible”, que Mitjans lo tranquilice al presidente de Boca asegurándole “que le escribo yo la declaración”. Es una experiencia interesante: estamos conociendo los eufemismos del fútbol argentino. Porque el contenido ya lo sabíamos desde hace rato. Y la discusión sobre la renuncia de Mitjans o la conferencia de prensa de Angelici son ociosas. Nada va a cambiar porque a nadie le interesa que algo cambie.
El trasfondo de estas escuchas es la discusión sobre el poder. Del mismo modo que Cristina lo saca de la cama a Parrilli y le reclama que lea los diarios temprano, Angelici sabe que Mitjans no puede negarse a su pedido. Y justamente porque debe reafirmar su poder, hace estas llamadas. Marca la cancha. Pero la filtración de las escuchas es el desafío a su poder. El hombre que heredó el poder de Macri en Boca y que opera en las sombras de la Justicia, se vio obligado a sentarse y responder preguntas. Y ya sabemos que responder preguntas, en la Argentina, es un signo de debilidad. Los que lo grabaron, seguramente lo estaban escuchando por cosas más trascendentes que el arbitraje de Delfino y ahora, el mensaje -vaya uno a saber de quién- le llegó nítido, transparente: todos tienen escuchas.