Por Emiliano Espinoza.
Ser testigo presencial de un hecho histórico sin saberlo me conmueve en estos días. Y mucho más, por el por el contexto en el que vivimos. Haber presenciado el primer partido de Messi con la camiseta de la Selección argentina quedará grabado en mi memoria. Y por supuesto toda la vida diré que fuí un afortunado.
Fue un martes 29 de junio de 2004. Teníamos el dato de que en la cancha de Argentinos Juniors, iba a debutar un chico que la estaba rompiendo en el Barcelona de España. Mi querido TN deportivo me eligió para cubrirlo y en una fea tarde de invierno me fui a La Paternal.
La sub-20 jugaba contra Paraguay en un partido que se había organizado a último momento. Si en el estadio había 100 personas era mucho. Pero ese día no importaba la convocatoria de público, sino otra cosa. La razón era sólo una: que Lionel Messi debutará con la camiseta albiceleste. La presión de España por nacionalizarlo era cada día mayor. Rápido de reflejos, Julio Grondona inventó el encuentro porque sino era cuestión de semanas para que Leo se vistiera con la roja.
Hacía poco que Messi había cumplido los 17 años. Nuestro único objetivo era hacer imágenes de La Pulga con la camiseta de la selección. Ya pintaba para crack en el Barcelona pero nunca lo habíamos visto acá, en nuestro país.
Entró en el segundo tiempo y marcó un golazo para empezar a escribir su historia. Lo que más me impresionó fue su velocidad (volaba) y su control de la pelota, que no se alejaba a más de cinco centímetros de su zurda. Iba en el aire. No tenías que ser muy vivo (y yo no lo era les juro) para saber que ese pibe flaquito estaba jugando a otra cosa.
Todo lo que pasó en estos 12 años jamás me lo imaginé. Esta profesión me regaló la posibilidad de verlo en debut. Y pensando en lo que esta pasando por estos días, me conmueve aun más. Quizas, a pocos días de haber cumplido 40, todavía este medio sensible.
