Angelici, D'Onofrio y Lammens se reunieron y les dijeron a todos que se van de la AFA. Saben que es un golpe durísimo a la institución que los tiene bajo sus directivas hace años. Lo cierto es que apenas empezó a armarse la idea de la Superliga se sabía que la vieja AFA no iba a querer saber nada con esta idea. ¿Por qué? Porque el día a día de la AFA los tiene cómodos a todos. Si deben plata no pasa nada, si necesitan fondos no pasa nada, si se funden no pasa nada. También porque la liga tiene detrás un nuevo reparto del dinero de la televisión que premia a los que más generan dividendos.
El ascenso, con más votos que la Primera, algo antinatural solamente dominado por un animal político como Grondona, se sublevó.
Grondona armó estatutos de la AFA a pura ambigüedad. Y así dominó todo durante años con tranzas y con la venia del gobierno de turno. Pero muerto Grondona se descontroló todo. El ascenso, con más votos que la Primera, algo antinatural solamente dominado por un animal político como Grondona, se sublevó. Y con más votos que la primera se puso firme: nada de Superliga.
La liga tiene detrás un nuevo reparto del dinero de la televisión que premia a los que más generan dividendos.
En medio de esto, el gobierno no quiere ser más socio de la AFA. Y ve a la Superliga como una solución de la mano de los nuevos dueños de la tele en el fútbol. Así, el golpe de estado va tomando forma. ¿Necesario? Suena fuerte. Pero el fútbol argentino es un mamarracho hace rato. Y hay que cambiarlo si o si.
