Diluvia desde hace más de 24 horas en Río de Janeiro. Sopla el viento y las palmeras hacen contorsiones en el aire, el peor escenario para una ciudad playera mientras los fanáticos de Chile, Argentina, Ecuador, Colombia, Nigeria, Brasil, Italia, Alemania, etc., que copan el Fan Fest, lugar que nuclea a los seguidores del mundial en pantallas gigantes puestas especialmente por la FIFA, huyen despavoridos en busca de televisores mucho más chicos, en general en los bares, con tal de tener un techito que los cobije...
Encima el pronóstico es agorero, más lluvia torrencial y solamente entrado el fin de semana mejorará el clima. El fastidio va ganando adeptos. Sin embargo, a ellos poco les importa, siguen en la suya, así salga el sol o las inclemencias pronostiquen que lo mejor es buscar el arca de Noé para no correr riesgos. Prosiguen con su meta, jugar, jugar y jugar... La paran de pecho, estiran los músculos a su máxima expresión con tal de llegar a esa pelota que parece imposible de levantar. Son milanesas humanas con arena mojada pegada a su piel, están empapados y sonríen, no se entiende, pero se ríen en cada una de sus participaciones, hablan, gesticulan y hasta tienen aire y piernas para gritar cada jugada exitosa.
Se arquean con una flexibilidad envidiable. Están disputando un mini torneo de futvóley a full, con redes altas y mucha energía. La idea es jugar un partido de voley con los pies y pecho, sin las manos, deporte que ha ganado muchos adeptos en el mundo playero. Un par de metros más allá están clavados los arcos de metal con cinco canchas de siete jugadores por lado donde no hay posibilidad de conseguir un lugar para demostrar habilidad. Sigue lloviendo, el chaparrón vuelve a aparecer, el diluvio continúa pero a ellos nada los detiene. Copacabana tiene su propio público amante de la número cinco en cualquiera de sus formas, si hasta hay escuelas infantiles para enseñarles a los más chiquitos los secretos para jugar en la arena.
Es el momento en que maldigo tener un teléfono tan "berreta" que se mojó y no me permite eternizar la situación. Uno a punto de entrar en pánico por el resfrío que se viene y la mojadura que promete dejarnos en cama unos días y ellos "en cuero", felices de la vida, arrojándose cual colchoneta en la dura pero blanca arena a orillas del mar, que por cierto esta peligrosísimo.
Para cualquier normal, el encierro entre cuatro paredes estaría más que justificado. Cualquier lugar que nos proteja del agua sería la salvación. Para ellos no, con luz natural o artificial -recordemos que la municipalidad de Río iluminó las canchas por lo que se puede jugar de noche o madrugada-, con sol de cuarenta grados o con granizo, el partido se juega. A sus espaldas las pantallas gigantes recuerdan que el mundial en Brasil se está jugando pero estos fanáticos siguen en su mundo. Estos locos lindos preguntarán más tarde por los resultados de Brasil 2014... Para ellos, está clarísimo, el fútbol sagrado, el de la arena, no se suspende por lluvia.