Se presumía que podía ser así. Después de mucho tiempo, el derbi de Madrid se jugó como un clásico; porque era el Atlético quien estaba por encima del Real en la tabla a la hora del encuentro cuando, generalmente, se daba al revés. Además, la posición de los Colchoneros no era fruto de una casualidad: se los ve maduros a los rojiblancos, seguros de una idea, que es la que propone Diego Simeone. Del otro lado, el Merengue intentaba encontrar su juego, unir sus voluntades. Este partido era la oportunidad.
Y arrancaron con el dominio del balón los de Ancelotti, como casi siempre. Pero del otro lado, el Atlético demostraba su fiereza ofensiva. Sobre todo, cuando a los 10 minutos el afiladísimo Diego Costa abrió el marcador luego de una enorme asistencia de Koke. El 1-0 fue clave: le dio la tranquilidad necesaria a los visitantes, les hizo creérsela. El Real siguió teniendo el balón y tuvo dos chances de empatar desde la cabeza de Benzema, pero Courtois y la mala puntería se lo impidieron. El aleti pudo aumentar por medio de Thiago (cabeceó solo luego de una jugada preparada) y Godín -la encontró Diego López.
En el segundo tiempo, el Real Madrid salió a buscarlo, empujado por su gente; pero al Atlético nada lo movía. Estaba confiado, seguro de sus movimientos. El Merengue dominaba, pero el Aleti tenía, otra vez, las más claras. En una, Diego Costa no pudo definir un mano a mano ante Diego López -demoró en acomodarse. En la otra, Koke amagó y le dio de zurda al travesaño del arquero que reemplaza a Casillas. Pero enfrente estaba un equipo lleno de talento, que siempre tiene algo más por ofrecer, desde los disparos de Cristiano Ronaldo y un par que tuvo el ingresado Morata -una, cuando se jugaba el tiempo adicional.
Sin embargo, el equipo de Simeone aguantó y se llevó una victoria que se festejará en la capital española durante toda la semana. Además, le abre el crédito al Atlético para soñar en un campeonato donde luchará con gigantes como su rival de hoy y el Barcelona.