Rosario Central salió a jugar el partido cargado con la efervescencia de la semana que pasó. Amenazas para el plantel y "sugerencias" de levantar el nivel, por parte de vaya a saber qué grupo de hinchas, si es que se los puede calificar de esa manera. Lo cierto es que los de Miguel Ángel Russo salieron decididos, pero sin muchas ideas. Arsenal, un experto en esto de jugar con la desesperación de los rivales, supo aprovechar la primera chance que tuvo. Jonathan Gómez, surgido de las inferiores del Canalla, definió bien dentro del área, para silenciar a los que alguna vez lo alentaron.
Enseguida, comenzaron los murmullos, creció la ansiedad. Entonces, casi vuelve a facturar el equipo de Alfaro; otra vez, con una llegada de Gómez, que tapó bien Mauricio Caranta. Central intentó a pura fuerza y tuvo un penal claro en su favor -que Nicolás Aguirre le cometió a Carlos Luna-, que Mauro Vigliano decidió pasar por alto.
En la segunda etapa, los rosarinos inclinaron la cancha como pocas veces se vio. Pasó casi por encima de Arsenal, con lo que cuesta eso, y tuvo casi una decena de oportunidades. Cristian Campestrini fue una de las grandes figuras. Además, tampoco llegaron al empate por impericia de sus futbolistas. La tuvo Luna, también Sebastián Abreu, que ganó casi todo por arriba. Tampoco pudieron Antonio Medina, Rafael Delgado y Pablo Becker, que a pesar de jugar un buen partido, despilfarró la que haya sido la más clara. Mano a mano, con la pelota casi muerta dentro del área, la tiró por encima del travesaño.
Pero, sobre el final, Abreu fue más vivo que todos y consiguió el empate luego de un rebote que dio Campestrini. Aire para todos en Arroyito. Pudo el uruguayo haberle dado un triunfo épico al Canalla con otra buena maniobra, pero el arquero de los del Viaducto se quedó con la pelota.
Así, Russo y los jugadores de Central se fueron conformes a medias: evitaron su sexta derrota, pero siguen en posiciones de descenso -aunque falta mucho. Arsenal, por lo pronto, no pudo pisarle los talones al líder Newell's, cuando tenía el triunfo en las manos.
