Dennis Rodman fue uno de los pilares de aquel glorioso equipo de los Chicago Bulls que, comandados por el gran Michael Jordan, logró quedarse con cinco anillos de la NBA, entre 1989 y 1998. Rey de los rebotes bajo aros propios y ajenos, el Gusano no perdía jamás la bola cuando se trataba de disputarla en una jugada sucia.
A pesar de tremendos méritos deportivos, a Rodman siempre se lo miraba de reojo por sus actitudes fuera de la cancha. Su cuerpo tatuado -en épocas en que no era normal- y perforado, además del pelo que variaba de color cada dos por tres, levantaban rumores entre la prensa y los simpatizantes de otras franquicias. Lo tildaban de drogadicto, alcohólico y demás; el ala-pivot demostraba lo contrario cada vez que le tocaba jugar. Su rendimiento físico era óptimo, un arma letal para él.
Siempre le gustaron las cámaras; de hecho, protagonizó varias películas -una de ellas, autobiográfica. Ahora volvió a la carga, pero no hará cine, sino que junto a la empresa Premier Brands Inc. lanzó una nueva marca de vodka llamada Bad-Boy (niño malo), que en su logo tiene un toro, en clara alusión a los Bulls, su equipo de siempre.
