El mundo del tenis recuerda con gran depeción y tristeza el 30 de abril de 1993. Ese día manchó la historia del deporte y cambió para siempre las medidas de seguridad. Mónica Seles, por entonces número 1 del mundo y con 19 años, fue apuñalada por la espalda por un espectador alemán y su carrera ya no volvió a ser la misma.
En esa fatídica tarde de Hamburgo, la tenista yugoslava, nacida en el actual territorio de Serbia, fue atacada por Gunter Parche, fanático de Steffi Graf, mientras disputaba su partido de cuartos de final ante Magdalena Maleeva.
Seles había cambiado el mapa del tenis femenino. Irrumpió en el circuito con 15 años, y a los 18 ya había ganado seis Grand Slam y era la mejor de todas, desbancando justamente a la legendaria Graff.
Fue entonces cuando Parche casi causa una tragedia al clavarle un pequeño cuchillo por la espalda. Después dijo que no había querido matarla, sino solamente sacarla de los courts para que Graff recupere el numero 1. Y lo logró: Seles estuvo 28 meses sin jugar y si bien la recuperación fue muy buena, su tenis nunca volvió a ser el mismo.
Igualmente, se las arregló para ganar un último Grand Slam en 1996, y con la nacionalidad estadounidense también conquistó tres Fed Cup.
Lo peor del caso fue que el agresor fue declarado demente y se lo obligó a cumplir con un tratamiento psicológico, pero nunca fue preso. Por eso, Seles no volvió a jugar al tenis en Alemania.
Los 53 títulos que consiguió en su carrera le permitieron ingresar al Salón de la Fama del tenis, y siempre quedará flotando una pregunta sin respuesta: ¿iba en camino de ser la mejor tenista de la historia?
