No se conocían personalmente hasta que se vieron en Boca a fines de 2018. Unos días antes, Nicolás Chiesa había viajado desde Roma a Buenos Aires convocado de urgencia por su tocayo Burdisso, quien acababa de asumir como secretario técnico del club con el que había sido multicampeón. Y el primer paso que dieron fue llamar a Gustavo Alfaro para ofrecerle dirigir a Boca.
No imaginaron, ni el entrenador ni Chiesa (que también es técnico), que empezaba un vínculo profesional entre ellos que crecería hasta llegar a Qatar, donde hoy justamente Chiesa es el arma secreta que tiene Alfaro en Ecuador.
Con 42 años cumplidos en mayo, Nicolas Hernán Chiesa tuvo un amplio recorrido en clubes del ascenso italiano, como Brindisi, Pisa y FC Benevento, entre los más importantes. Y también jugó en la Premier League del fútbol de Malta, donde fue campeón como jugador, se retiró e inmediatamente inició su carrera como director técnico alzando también una copa.
Quién es Nicolás Chiesa: la pieza renovadora de un cuerpo técnico experimentado
Estudioso del fútbol, Chiesa tiene una visión moderna del juego y de las planificaciones de los entrenamientos. Y estos conocimientos los fue exponiendo con pasión en las muchas charlas con Alfaro en Boca, que comenzaron como simples intercambios de opiniones hasta que el entrenador entendió que el joven integrante de la secretaría técnica tenía mucho más para dar.
Fue ahí que, más allá de intercambiar ideas, comenzó a pedirle que fuese a ver rivales que Boca enfrentaría en la Libertadores y le presentara informes que no quedaran en una simple carpeta sino que incluyeran explicaciones, justificaciones y argumentaciones. Aquello generó el agrado en Alfaro y el resto de sus históricos ayudantes: Carlos González y Claudio Cristofanelli.
A lo largo de 2019 la relación creció y las charlas de fútbol se profundizaron, aunque todo se terminó repentinamente cuando Gustavo Alfaro dejó la dirección técnica del club a fin de ese año y Burdisso (junto con Chiesa y Aníbal Matellán) también renunciaron a la secretaría técnica.
Quién es Nicolás Chiesa: del Club Parque al mundo
Nacido en el porteño barrio de Versalles, Nicolás Chiesa se asomó al fútbol en el histórico Club Parque y pasó a las Inferiores en Argentinos Juniors: en ambos lugares compartió equipo con Esteban Cambiasso, uno de sus grandes amigos del fútbol y de la vida, con similar pasión y vocación de entrenador aunque, por el momento, no se decidió a meterse de lleno en esa labor.
Chiesa era un futbolista de mucho talento e inteligencia para el juego, algo que sumado a su vocación realzó sus condiciones como estratega con el paso del tiempo. Detallista y conocedor del juego, tanto como receptivo a las nuevas tecnologías aplicadas a la táctica, Alfaro entendió que el exintegrante de la secretaría técnica de Boca podía darle mucho a su cuerpo técnico y lo sumó formalmente a su grupo cuando asumió en Ecuador en 2020
La experiencia del entrenador y sus históricos ayudantes, más el método y el conocimiento de Chiesa, consolidaron una unidad de trabajo productiva que vio sus frutos en la sólida clasificación de Ecuador a Qatar 2022. El ayudante de Alfaro vive en Milano, Italia, y desde ahí se convirtió en un punto de referencia e intermediación entre los futbolistas que juegan en Europa y el DT de la Selección, que vive en Ecuador.
“Como tuvimos a los jugadores a disposición poco tiempo antes de empezar el Mundial, hablamos mucho con ellos, monitoreamos sus rendimientos en los clubes y nos fuimos juntando para explicarles qué pretendíamos a través del videoanálisis y de darles información sobre los rivales”, contó Chiesa.
En pareja desde hace casi dos décadas, padre de una hija de 17 años y un hijo de 12, estudia inglés porque lo considera indispensable para mejorar su trabajo, y mira obsesivamente fútbol de cualquier liga y categoría. Lejos de las grietas, se abraza al pragmatismo, permitiéndose admirar tanto a Guardiola y a Mourinho como a Bilardo y a Menotti.
“Aunque la verdad es que al entrenador siempre lo juzgan los resultados y cada vez en plazos más cortos: si perdés más de lo que ganás, te tenés que ir”, reflexiona, recordando con nostalgia el esfuerzo de sus padres y abuelos para que nunca le faltara nada, incluyendo en su niñez y adolescencia la compra semanal de El Gráfico o diaria de Olé, que él devoraba con ganas.
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Las mismas ganas con las que, con solo 10 años, veía una y otra vez los partidos del Mundial 1990 que grababa en VHS. La llama estaba encendida aunque no sabía que 32 años después estaría en un Mundial cumpliendo un rol clave en un cuerpo técnico. No lo sabía pero seguro lo soñaba, por eso su frase de cabecera es “lo mejor está por venir”.
