Hace siete años, Johan Cruyff se enteraba de una noticia que lo entristeció aunque no lo sorprendió: tenía cáncer de pulmón. Casi lógico, considerando que el crack neerlandés, el líder de aquella selección holandesa de los años 70 que era una máquina de jugar al fútbol apodada La Naranja Mecánica, era en su vida también una máquina, pero de fumar.
Y no solo lo era fuera de los estadios sino también dentro, porque llegó a fumar en los entretiempos de los partidos, donde tenía a un asistente que en el vestuario lo esperaba con el cigarrillo prendido. También fumaba en los micros, yendo o volviendo de la cancha, al ingresar al vestuario o al salir.
Y cuando la pelota rodaba, el Flaco Cruyff se encendía como esos cigarrillos que pitaba sin parar. Negador y terco como buen fumador, alguna vez, ya en sus tiempos de entrenador -tan brillante, por cierto, que como futbolista-, le preguntaron qué haría si se enterase que un jugador suyo fumaba. Y respondió con arrogante practicidad: “Si son tan buenos como yo, que hagan lo que quieran”.
Johan Cruyff, un crack de dos atados de cigarrillos al día
La leyenda cuenta que el día en que debutó como jugador en el Barcelona, llegó a terminar un cigarrillo en el túnel camino al campo de juego antes del partido. Y que ese mismo día, camino a la ducha post encuentro, tenía prendido un cigarrillo en la boca.
Todos sabían que fumaba y él no se preocupaba demasiado por ocultarlo, amparándose en la impunidad del crack que sabe que difícilmente sea cuestionado por ello. Sólo intentó tapar públicamente su adicción en sus primeros tiempos como futbolista profesional, en el Ajax. Ahí llegó Rinus Michels, el entrenador neerlandés que marcaría su carrera y la del fútbol de Países Bajos (del Barcelona también), quien se encontró con un Cruyff de 18 años recién cumplidos.
“Un día estaba en el autobús con un cigarrillo y Rinus Michel lo vio desde la otra punta. Se acercó y se le puso al lado. Johan escondió el cigarrillo en el bolsillo y pasados un par de minutos, se quemó la mano. Fue muy divertido”, recordó Sjaak Swart, delantero del Ajax multicampeón holandés y europeo, y compañero de Cruyff hasta 1973.
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“Camel sin filtro”, era su cigarrillo de cabecera, el que tenía a mano a toda hora. Y si fumaba cuando jugaba, por qué iba a dejar de hacerlo siendo entrenador, rol en el que debutó en 1985 al frente del Ajax. Ser director técnico tiene un estrés extra para cualquier ex jugador: la impotencia de no poder entrar a la cancha y resolver ellos mismos, como lo hacían antes.
Cruyff continuó con su pasión por el tabaco y su cuerpo explotó en febrero de 1991, cuando ya dirigía a Barcelona, donde había ganado una Liga, una Copa del Rey y una Supercopa. Un infarto lo llevó de urgencia a la sala de cirugía. Todavía no había cumplido los 44 años y por una “insuficiencia coronaria en fase aguda”, el crack del fútbol que también lo era como DT fue operado a corazón abierto en la clínica Sant Jordi.
El cardiocirujano Mario Petit le salvó la vida y le dijo que si volvía a fumar, se moría. El propio Cruyff lo confirmó públicamente y acató la orden, dejando los cigarrillos y calmando su ansiedad oral con chupetines, haciendo famosa a la marca “Chupa-chups” y a su propia imagen en el banco de suplentes dirigiendo al no menos famoso Dream Team del Barcelona, con el que siguió ganando títulos, incluida la Champions 91-92.
“En mi vida he tenido dos grandes vicios: fumar y jugar al fútbol. El fútbol me lo dio todo. En cambio, fumar casi me lo quita”, decía Johan Cruyff en una publicidad de TV, que formó parte de una campaña antitabaco y en la que se lo veía haciendo jueguito con un atado de cigarrillos, al que terminaba pateando con fuerza.
Como futbolista fue campeón local e internacional con el Ajax y el Barcelona, además de haber sido galardonado con tres balones de oro y elegido por la FIFA como el mejor jugador europeo del siglo XX; como entrenador siguió dando vueltas olímpicas, primero con el Ajax y luego en el Barcelona, dejando su huella en el club y especialmente en su mejor discípulo: Pep Guardiola.
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“Fumar te mata”, se leía encima del autógrafo de Johan Cruyff, al lado de su imagen sonriente, en el cierre de aquel spot antitabaco de 1991. Johan, que nunca se había cuestionado al cigarrillo, comprendió de grande que fumar puso en jaque su vida. Ese jaque, 25 años después, el 24 marzo de 2016, fue mate: ese día, su familia anunció que a los 68 años, había fallecido.