El Maracanazo fue una de las hazañas más grandes que se vieron en la historia del fútbol, tanto que se convirtió en un sustantivo aplicable a toda gesta futbolera que ocurra en el imponente Estadio Maracaná de Río de Janeiro. Sucedió el 16 de julio de 1950, un día que marcó un quiebre en el fútbol brasileño por las consecuencias que trajo aparejadas aquella derrota sufrida en la final del Mundial del 50 contra Uruguay, cuando todo el país estaba preparado para una fiesta interminable.
Los fanáticos recuerdan que el gol de Alcides Ghiggia y la victoria de Uruguay 2-1 frente al local Brasil en la final de la Copa del Mundo de 1950 hizo que el planeta conociera el término Maracanazo. Lo que fue felicidad eterna para el pequeño país rioplatense, fue en cambio el día más fatídico para el fútbol brasileño.
En ese sentido, Ghiggia ironizó sobre la victoria uruguaya en Rio de Janeiro y declaró al respecto que sólo tres personas habían conseguido silenciar el Maracaná: Frank Sinatra, Juan Pablo II y él.
Más allá de la epopeya charrúa, se vivió una gran desolación en Brasil y los medios de comunicación de ese país informaron que, luego del pitazo final, hubo muchas personas que se quitaron la vida por ese resultado deportivo. También, hubo 200.000 espectadores que quedaron atónitos en el mítico estadio carioca -construido especialmente para el torneo- al ver esa derrota.
Brasil ganaba 1 a 0 con gol de Friaça apenas iniciado el segundo tiempo. Empató Juan Schiaffino a los 21 minutos; y a 11 del final, Ghiggia concretó la hazaña. Una de las víctimas más recordadas fue el arquero Moacir Barbosa, a quien la maldición del Maracanazo persiguió durante 50 años hasta su muerte, en 2000.
“Los moribundos demoraron su muerte y los bebés apresuraron su nacimiento. Río de Janeiro, 16 de julio de 1950, estadio de Maracaná: la noche anterior, nadie podía dormir; y la mañana siguiente, nadie quería despertar”, expresó Eduardo Galeano a propósito del “Maracanazo”.
Cambios y consecuencias del “Maracanazo”
A la ola de gente que se quitó la vida por la caída brasileña -nunca se oficializó una cifra-, se le suma un cambio de camiseta como consecuencia de lo sucedido. Es que en ese entonces, no existía la “verdeamarela”, ya que Brasil jugaba con ropa blanca.
El impacto del resultado fue tal que ese color pasó a considerarse una maldición, por lo que nunca más se utilizó y se llamó a un concurso para la nueva indumentaria, que es la que se conoce hoy en día: amarillo para la titular y azul para la suplente. El objetivo fue ahuyentar la mala suerte y que no quede esa mancha en la camiseta de Brasil.
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Además, por otra parte, la confianza en el país sudamericano era tan grande que habían decidido pintar las tribunas con los colores de la selección campeona -pensando que Brasil levantaría la Copa del Mundo sin lugar a duda- y, en la actualidad, se puede ver partes del Maracaná pintadas de celeste por esa promesa. Esto es una muestra más de que la “tragedia deportiva” fue más allá de lo sucedido en el campo de juego y trascendió.
Pasaron más de 70 años de ese duro golpe y aún se vive la resaca de esa derrota que se revivió con la goleada 7-1 ante Alemania (fue el campeón) en el Estadio Mineirao, la que dejó una nueva marca en la historia negra del fútbol brasileño. Pero difícil será superar todos los traumas que se generaron después del fatídico Maracanazo.