La batalla de Berna se considera uno de los partidos más violentos que se hayan disputado en una Copa del Mundo. Dentro del terreno de juego, las selecciones de Hungría y Brasil dejaron todo y más en aquel encuentro por los cuartos de final del Mundial de 1954, en Suiza.
Tras avanzar como primeros en sus respectivos grupos, brasileños y húngaros se cruzaron en Wankfordastadion. En ese entonces, el equipo europeo era potencia, ya que contaba con una de las máximas figuras: Ferenc Puskás, quien era el goleador y varias veces campeón con el Real Madrid. En tanto, los sudamericanos venían de ser subcampeones en el recordado Maracanazo contra Uruguay.
Uno de los condimentos de la Batalla de Berna era que se trataba de un partido de eliminación directa en busca de las semifinales. Hungría se adelantó en el marcador gracias al gol de Nándor Hidegkuti y luego amplió la ventaja por intermedio de Sándor Kocsis. Minutos más tarde, Brasil descontó de penal con el grito de Djalma Santos. A partir de allí, la temperatura subió hasta convertirse en una olla a presión.
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Los ánimos de los jugadores comenzaron a caldearse y en el segundo tiempo se vio lo peor de la Batalla de Berna. Las actitudes violentas se repitieron con una constante, que era lastimar a los rivales. Desde patadas hasta empujones y barridas se vieron ese 27 de junio de 1954.
Encima, los goles de Mihaly Lantos (Hungría) y Julinho para acercar a Brasil en vez de agregarle una cuota de fútbol le terminaron sumando aún más violencia. Es que József Boszsil se agarró a trompadas con Nílton Santos en pleno campo de juego; en consecuencia, ambos fueron expulsados. El brasileño Humberto corrió la misma suerte al agredir físicamente a Gyula Lóránt.
¿El pitazo final fue el último episodio de la Batalla de Berna? No. Al término del partido que terminó con el resultado por 4-2 para los húngaros, la situación se desbordó: los reclamos del equipo brasileño hacia el árbitro Arthur Ellis desembocaron en golpes y peleas entre los futbolistas, empleados de seguridad y directores técnicos.
Todo ello derivó en que integrantes de ambas selecciones terminaran heridos y con necesidad de asistencia médica. Por ejemplo, el entrenador húngaro Gustav Sebes recibió cuatro puntos de sutura y hasta el propio Puskás (estaba lesionado en las tribunas) fue acusado de arrojar una botella de vidrio y herir a Pinheiro.
El caso de la Batalla de Berna resulto extraño ya que no había ninguna rivalidad política ni conflicto bélico entre Brasil y Hungría, como si fue el choque más tarde entre Argentina e Inglaterra en 1986, cuando trascendió lo futbolístico. En 1954 fue completamente distinto, la bronca y la violencia nacieron en pleno partido, dejando un recuerdo vergonzoso en la historia de los mundiales.
El inglés Arthur Ellis, árbitro del partido, admitió haber quedado estupefacto con el nivel de violencia que se vio aquella tarde: “Si la política y la religión tenían algo que ver con eso, no lo sé, pero se comportaron como animales. Fue una desgracia. En condiciones normales tendría que haber habido tantos expulsados que el partido tendría que haberse abandonado. Mi única intención era conseguir llevar el encuentro hasta el final”, comentó.
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En la crónica publicada por el diario The Times el 28 de junio de 1954, el periodista dijo jamás haber visto “entradas tan crueles, derribos de oponentes como si llevasen una guadaña, seguidos de actitudes amenazantes y golpes maliciosos cuando el árbitro no estaba mirando”.
El técnico húngaro, Gusztáv Sebes, tuvo que recibir cuatro puntos de sutura en la cara como consecuencia de la batalla. “Los fotógrafos y fanáticos brasileños inundaron el terreno de juego y llamaron a la policía para que despejara. Los jugadores se enfrentaron en el túnel y estalló una guerra en el pasillo, los vestuarios, todos estaban en estampida, aficionados, jugadores y oficiales”, graficó.
Hungría, en las puertas de la gloria
Hungría era la selección gran candidata a quedarse con la Copa del Mundo en la quinta edición del Mundial, debido a que ese equipo contaba con figuras de la talla de Puskás y Kocsis.
La final fue frente a Alemania Federal, en el mismo estadio de Berna, el 4 de julio. El tramite comenzó de forma favorable para los magiares, los que se pusieron en ventaja por 2-0 con goles de Puskás y Czibor. Sin embargo, el rival igualó rápidamente.
Luego, a los húngaros les jugó en contra el aspecto físico por la seguidilla de partidos y Alemania se terminó llevando el encuentro, gracias al gol de Helmuth Rahn a seis minutos del final para que sea su primera Copa del Mundo. Más allá de la diferencia física de los alemanes en la final, el triunfo fue de todos modos considerado un batacazo, tanto que pasó a la historia como el Milagro de Berna.