Hoy a su posición en la cancha se la llamaría extremo. O, quizá, ni siquiera jugaría, porque lo considerarían poco profesional. O no pasaría una revisión física. Sin embargo, Garrincha, que tenía una pierna más corta que la otra, que fumaba desde los 10 años y un poco más grande se abrazó a la botella convirtiéndose en un alcohólico sin retorno, fue un crack del fútbol que deslumbró al mundo y la historia lo ubica como el mejor “wing” de todos los tiempos.
Aunque para un tipo surgido de la miseria como él, su mayor logro fue haber sido considerado como “A alegría do povo”, La alegría del pueblo. Porque eso fue lo que le dio al juego, lo que les dio a todos los fanáticos del fútbol, en Brasil especialmente pero también en todo el mundo. Pero ese gambeteador indescifrable no pudo eludir la cirrosis, consecuencia de su alcoholismo, por la que murió a los 49 años.
Garrincha: un crack con una niñez pobre y enferma
Manoel Francisco dos Santos nació en octubre de 1933 en Río de Janeiro. De niño, jugaba al fútbol en su barrio, Pau Grande, con sus amigos tan pobres como él. De hecho, apenas les alcanzaba para comprar pelotas más chicas que las número 5 de fútbol. Pero no importaba, lo que importaba era jugar.
Garrincha fue un crack tan genial que deslumbró en la cancha con y sin la pelota. Porque muchas veces, la pelota quedaba ahí, entre él y el defensor que no se animaba a tocarla por miedo al ridículo. Pero aun así, no lo podía evitar, porque Garrincha se movía para un lado y para el otro, bailando literalmente a su rival. Y cuando tocaba la pelota, la gambeta ya estaba consumada.
Mané Garrincha fue “Mané” por su primer nombre, Manoel, y Garrincha en honor a un pajarraco, tan rápido como feo, que habita en el Mato Grosso. Así lo apodó para toda la vida uno de sus 14 hermanos, que además observó en el pequeño Mané que la terrible chuequera que tenía lo podría convertir en una presa fácil. Como el pájaro Garrincha, tan selvático como fácil de cazar.
En sus primeros años, una poliomielitis atacó su crecimiento. Sus dos pies quedaron apuntando hacia adentro y la pierna derecha, la hábil para jugar al fútbol, seis centímetros más corta que la izquierda, sin contar una severa rectificación de columna. Todo esto acompañado por una deuda de calcio en sus huesos, producto de su mala alimentación. Comenzar a fumar a los 10 fue un condimento más.
Pero tenía una extraña habilidad para desplazarse y mover la pelota dentro de una cancha, que poco a poco se ganó el estatus de crack. Como todo pibe de la calle, ahí empezó a jugar, en barrios bajos, por plata y a riesgo de que lo lesionaran. Pero él escapaba a los golpes y desequilibraba con su juego.
Garrincha: el Botafogo, la Selección y la gloria mundial
Como buen carioca, quiso jugar en el Fluminense o en el Flamengo, pero no pasó las pruebas. Lo mismo le ocurrió en el Vasco da Gama hasta que fue al Botafogo, donde le dieron el sí y empezó a jugar en Primera a los 20 años.
Los vicios se profundizaron en su vida tanto como su personalidad para jugar al fútbol se hizo cada vez más fuerte. Con 25 años fue una de las figuras de la Selección de Brasil que logró su primer título del mundo, en Suecia 58, con un Pelé de 17 años como la gran aparición del fútbol mundial.
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La leyenda cuenta que pudo haberse quedado sin Mundial, porque los exámenes psicológicos previos lo catalogaron como “débil mental” que no podía “desenvolverse en un juego colectivo”, con un psicofísico que apenas alcanzaba un 30% de eficacia. Pero sus propios compañeros entendieron que no podía quedar fuera y lo apoyaron. Y no se equivocaron.
Su fútbol se sostenía, aunque su vida derrapaba. Llegó al Mundial de Chile 62 con 29 años y siendo una de las dos figuras fundamentales del equipo. Pero la lesión de Pelé lo dejó solo y Garrincha puso el pecho y su talento a disposición y Brasil fue bicampeón ya no por Pelé, como cuatro años antes, sino por su imparable wing derecho.
Garrincha: los problemas económicos, la cirrosis y un triste final
Cuando tenía la pelota, los inconvenientes parecían irse y la vida quedar en un agradable punto suspensivo. Pero los problemas, en realidad, estaban y tenían que ver con todo lo que rodeaba a su vida. A pesar de ser uno de los más grandes ídolos del fútbol brasileño y movilizar multitudes con su presencia en la cancha, ganaba poca plata, se aprovechaban de su ignorancia e ingenuidad.
Ya tenía siete hijos con su esposa Nair Marques, de la que se divorció para iniciar un mediático romance con Elza Soares, una cantante de origen tan pobre como él. Su apego a la bebida se hizo cada vez más grande e inversamente proporcional a su rendimiento en la cancha, donde las lesiones empezaron a acosarlo y destruirlo futbolísticamente. Sus vicios, le destruyeron la vida.
Fue condenado a dos años de prisión (gozó de libertad condicional) por manejar borracho y provocar un incidente de tránsito que le costó la vida a su suegra, la madre de Elza. Lejos de un escarmiento, el alcohol fue un abismo para Garrincha, que además se terminó de empobrecer económicamente. Tuvo más hijos (entre los reconocidos y los que se le adjudican, suman 14) y Elza, que lo acusó de violencia doméstica, también lo abandonó.
Murió en Río de Janeiro, en enero de 1983, unos días antes del carnaval. Sufría cirrosis (rigidez total del hígado) producto de su alcoholismo, que lo llevó a una descompensación fatal. Su velorio fue en el Maracaná y miles de fanáticos lo fueron a despedir. Como escribió otro carioca como él, Vinicius De Moraes, la tristeza no tuvo fin y la felicidad sí: “A alegría do povo” se apagó.