Por amor dejó Argentina y se fue a Nueva Zelanda sin hablar inglés. Años después, se convirtió en el jefe de prensa del equipo amateur que le empató a Boca en la última fecha de la fase de grupos del Mundial de Clubes. Esta es la historia de Agustín Fernández, el periodista argentino que nunca imaginó escribir ese capítulo en su vida.
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No es un futbolista, pero vivió el Mundial de Clubes como si lo fuera. Oriundo de Santa Rosa, la capital pampeana, fue uno de los responsables de que el mundo empezara a hablar de Auckland City, el equipo neozelandés que sorprendió al empatar con el Xeneize en la jornada de su eliminación del torneo.
Su rol fue clave: jefe de prensa, creador de contenido y nexo con la prensa internacional. Pero su camino hasta ahí no fue nada fácil. Empezó en Argentina, se fue por amor y terminó encontrando su lugar en el fútbol del otro lado del mundo.

De cubrir a Boca a vivir en la otra punta del mapa
Agustín es periodista deportivo. Se formó en Buenos Aires, pero sus raíces están en La Pampa, donde comenzó cubriendo a Boca para una radio local. “Iba todos los días a los entrenamientos”, recordó. Después pasó por TyC Sports, trabajó en programas como Paso a Paso y también se sumó al área de marketing digital y contenido de marcas deportivas.
Hasta que el amor le propuso un cambio radical. “Mi novia en ese momento quería irse a Nueva Zelanda. No sabía inglés, pero decidí acompañarla”, contó.
Aplicaron a una working holiday, una visa limitada que permite acceder a trabajos temporales. Agustín dejó su trabajo, su rutina y su idioma en busca de una nueva aventura.

Helados, carpintería y un Mundial inesperado
“La idea era estar un año y volver, pero nos agarró la pandemia allá”, relató. En esos primeros meses, hizo de todo: trabajó en fábricas, fue carpintero sin saber usar una herramienta y llegó a liderar equipos sin hablar inglés. “Esa garra argentina de salir adelante me ayudó muchísimo”, dijo.
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Cuando decidió quedarse, apuntó a lo suyo: el fútbol. Y ahí apareció Auckland City, el equipo más importante de Nueva Zelanda, aunque con una estructura muy distinta a la de los gigantes sudamericanos o europeos.
“Me costaba el idioma, pero me abrieron las puertas desde el primer día. En 2023 fui con ellos al Mundial de Clubes en Marruecos y ahí todo empezó a crecer”, expresó.
Más tarde, formó parte del equipo de producción de HBS durante el Mundial Femenino de la FIFA. Y en la actualidad trabaja en New Zealand Football como creador de contenido y cronista de la liga nacional y la selección.

Boca en el grupo: la llamada inesperada
Cuando se sorteó el Mundial de Clubes 2025 y Boca cayó en el grupo de Auckland City, Agustín recibió un mensaje. “Me volvieron a llamar porque sabían que iba a haber interés desde Sudamérica. New Zealand Football me dejó ir. Fui como jefe de prensa y creador de contenido del club”, agregó.
La previa fue maratónica. El equipo neozelandés, compuesto por jugadores amateurs que estudian o trabajan, tuvo que entrenar más de lo habitual.
“Al principio los jugadores estaban agotados, no están acostumbrados a entrenar todos los días. Algunos rindieron exámenes en plena competencia”, detalló.
El contraste con los rivales era brutal: “Bayern Múnich tenía 20 personas en el equipo de prensa. Nosotros éramos 3 o 4 en total. Cumplimos las mismas tareas que equipos gigantes, pero con un staff mínimo. Casi no dormíamos”.

Empatarle a Boca: más que un resultado
El empate 1 a 1 con Boca fue una hazaña. El club neozelandés no solo resistió, sino que jugó con una corrección admirable: ninguna tarjeta amarilla en todo el torneo.
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“Eso habla del equipo, que nunca hizo tiempo, que no jugó con violencia. Contra Boca defendieron mucho, pero con lealtad. Estoy muy orgulloso de ellos”, afirmó Agustín.
Lo que más lo emocionó fue ver llorar al capitán tras el partido. “Los jugadores no cobran. Usan sus vacaciones para jugar. No ven a sus familias. Y así todo, compitieron con uno de los equipos más grandes del continente. Eso no tiene precio”.
El tercer tiempo y la cultura neozelandesa
Agustín también destacó las diferencias culturales que encontró en Nueva Zelanda. “Después de cada partido, los equipos cenan juntos. Los entrenadores hablan frente a todos y eligen a la figura del equipo rival. Es como un tercer tiempo. Algo impensado en Argentina”, comparó.
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Esa misma cultura se refleja en el fútbol: canchas en plazas públicas, equipos que suelen dominar en Oceanía y que deben reinventarse para jugar contra gigantes. “Contra el Benfica se fueron al entretiempo 1-0 por un penal que no fue. Contra el Bayern perdieron 10 a 0, pero los jugadores lo dejaron todo. No sé si este empate contra Boca se podrá igualar en algún momento de la historia del fútbol neozelandés”.

Hoy y mañana: entre Auckland y la AFA neozelandesa
Agustín trabaja como creador de contenido de New Zealand Football, pero su corazón también está con Auckland City. “Fue el club que me abrió las puertas, que confió en mí cuando apenas hablaba inglés. Gracias a ellos fui parte de algo histórico”.
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Hoy, con una nueva pareja neozelandesa y una vida completamente distinta a la que imaginó cuando estudiaba en La Pampa, Agustín no se olvida de sus orígenes.
“Siempre soñé con trabajar en fútbol. Nunca pensé que lo haría del otro lado del mundo y contra Boca. Pero así es la vida. A veces el periodismo, el amor y el fútbol te llevan a lugares que nunca imaginaste”, cerró.