Enzo Trossero forma parte de los tiempos gloriosos de Independiente. Siendo capitán de aquel equipo que logró ganar la Copa Intercontinental 1984, nos regala aquellas vivencias a 40 años de ese título inolvidable para los hinchas del Rojo.
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“En Japón nos daban todos como perdedores porque para ellos el favorito era el Liverpool. Nadie se imaginaba que el Liverpool iba a perder contra nosotros. Les ganamos 1-0 con gol de José Percudani y la gran figura de ese partido fue nuestro arquero, Carlos Goyén, que había sido jugador de básquet en Uruguay. Como ellos le tiraban centros al galés Ian Rush, todas esa pelotas terminaban en las manos de Goyén, que a pesar de no ser muy alto, tenía un salto impresionante. Antes del partido le dije a Carlos Enrique ´Loco, si te vas al ataque volvé rápido porque si no los levanto por el aire al puntero derecho de ellos y también a vos´. Ese partido se jugó con todo, tal es así que tengo una foto de la revista francesa Onze donde estoy levantando la pierna junto a un jugador inglés. Al final le quise cambiar la camiseta a Kenny Dalglish pero los allegados del Liverpool me sacaron corriendo cuando me quise acercar al vestuario. A los cinco minutos vino él y la pudimos cambiar. En las décadas del 70 y 80 ganamos tantos campeonatos internacionales que opacamos a River y Boca. Nosotros teníamos un talento como Ricardo Bochini que tenía ojos en la nuca. Yo al Bocha lo cuidaba mucho”, recordó sobre aquellos tiempos gloriosos, en diálogo con TN.
Hace unas semanas, Enzo Trossero perdió a un amigo que le dio el fútbol como Hugo Villaverde. y le hizo un entrañable homenaje a través de sentidas palabras: “Con Hugo siendo diferentes teníamos una gran relación. Él era de hablar muy poco, pero cuando lo hacía todos los compañeros le prestábamos mucha atención porque era muy respetado. En la final del nacional 1983 contra Estudiantes, el delantero Guillermo Trama me deja en el camino y nos hace un gol. Yo le reclamé a Hugo por qué no había cerrado antes. Al otro día me pidió hablar un rato y me dijo que era la primera y última vez que le decía algo así en una cancha porque él nunca me había marcado ningún error a mí. Viajábamos y concentrábamos juntos y siempre me decía ‘Enzo, no te vayas al ataque enseguida’. Y yo a los cinco minutos me iba para arriba y lo dejaba solo sabiendo que con su velocidad cruzaba para los dos costados. Cuando Hugo se lesionaba, sentía una gran tristeza. Se empezó a desgarrar seguido a partir de los 32 años. Hoy detrás de Bochini es el jugador con mayor cantidad de presencias en Independiente”.
¿Querías ser jugador de fútbol?
Yo pensé que iba a terminar el colegio secundario en San Francisco (Córdoba) donde me iba a recibir de perito mercantil y luego iba a estudiar para ser contador público. Mi mamá era ama de casa y mi papá tenía un bazar, es decir que no vengo de una familia de universitarios. Pero estando en San Francisco, me fui junto a tres amigos a probarme en Sportivo Belgrano y con 16 años debuté en la primera del equipo que estaba en la liga cordobesa. Esa historia me empezó a gustar porque aparte mi papá junto a dos amigos me iban a ver a todos lados y al ponerme de novio muy joven pude tener una vida ordenada.
¿Sentiste el cambio de San Francisco a Colón de Santa Fe?
Para nada, porque como nosotros jugábamos amistosos contra Newell’s y Colón, pude conocer el nivel de esos jugadores. En 1972, con 18 años, me quisieron comprar Newell´s y Colón, y finalmente fue Colón quien me terminó convocando y ahí empezó mi carrera. Tuve de compañeros a Hugo Spadaro y Humberto Zucarelli, que me enseñaban cómo tenía que poner el cuerpo, dónde tenía que colocar el codo cuando saltaba a cabecear. Spadaro me decía que a mediano plazo iba a ser titular en Colón y no le erró. Jugué tres años y medio en la primera de Colón y siempre paré en pensiones o en la casa de Daniel Silguero. En la pensión estaba con Héctor Baley y Hugo Coscia. Están terminando un libro sobre mi vida deportiva y tanto el club como los medios santafesinos me piden que lo presente allá.
¿Cómo aparece en tu vida Independiente?
Estando en el servicio militar tuve hepatitis y Colón me mandó a mi casa de Esmeralda (Santa Fe) donde estuve 99 días en cama. En ese tiempo, nadie de Colón apareció. Entonces, cuando me empecé a recuperar, Miguel “Gitano” Juárez, que era amigo de César Menotti, me preguntó si quería volver a Colon o formar parte de la selección del interior, y me fui con la selección a jugar a México y Venezuela. Y es en la gira donde me dicen que un club grande me había comprado. Al llegar a Ezeiza me estaba esperando Jose Epelboim, histórico dirigente de Independiente.
¿Cómo fueron esos primeros pasos?
Como no tenía auto, el que me pasaba a buscar todos los días era Daniel Bertoni. Quedé impactado porque en las primeras comidas en la concentración me la pasaba mirando a Francisco “Pancho” Sá, Ricardo “Chivo” Pavoni, Miguel “Zurdo” López, Agustín “Mencho” Balbuena y Ricardo Bochini, entre otros tantos. Era una mesa larga llena de jugadores y yo venía de Colón, donde se comía en una mesa para cuatro personas. Me sorprendió porque esos tipos comían en cantidad y hacía tres años que no paraban de ganar títulos. Tenía apenas 21 años y el respeto me lo fui ganando en el vestuario porque supe tomar las cosas buenas de aquellos caudillos como Sá y Pavoni. Siendo de un pueblo chico santafesino quería llegar a ser alguien.
¿Ganar el Metropolitano 1983 fue un desahogo?
Tanto Independiente como Estudiantes tenían muy buenos equipos. Nosotros perdimos el Torneo Nacional por un gol y el Metropolitano por un punto. Y cuando faltaban todavía unos minutos para ganarle a Racing 2-0 y salir campeones, algunos hinchas de Independiente empiezan a entrar a la cancha. El árbitro Carlos Espósito me dice “mirá que si los hinchas no se van, pueden tener problemas”. A raíz de eso le metí un terrible golpe a un hincha para sacarlo de la cancha. Ese campeonato Metropolitano 1983 fue un desahogo y justo nos tocó jugar con Racing, que ya estaba descendido. A partir de ese momento nos pusimos como objetivo ganar la séptima Copa Libertadores.
¿Qué sentiste al levantar la séptima Libertadores siendo el capitán?
En esa Libertadores 1984 ganamos un partido clave contra Olimpia de Paraguay en el que Ricardo Bochini hace una genialidad habilitando a Alejandro Barberón, que le tira el centro a Sergio Buffarini, quien termina haciendo el gol del triunfo. Esa noche demostramos que ese equipo estaba bien físicamente porque lo terminó ganando sobre el final del partido. Te lo digo porque siempre se dijo que los equipos de José Pastoriza no se entrenaban bien. Después, en la final que jugamos en Porto Alegre, a Gremio los pasamos por arriba. No todo era color de rosa entre nosotros porque tuvimos reuniones entre los jugadores de experiencia y los chicos, y pudimos llegar a un acuerdo. Bochini dijo en esa reunión “miren que los campeonatos los ganamos nosotros”.
¿Por qué pocos saben que estuviste en la lista del mundial del Mundial 1982?
Para mí ese Mundial fue una gran decepción porque tendría que haber jugado. En esa Selección, Julio “Vasco” Olarticoechea, Patricio Hernández y yo estábamos aptos para jugar. La vida conmigo fue generosa, pero yo sigo pensando que en esa Copa del Mundo tendría que haber jugado. Aparentemente, estuve cerca de jugar contra Brasil cuando Américo “Tolo” Gallego no podía jugar, pero finalmente el titular fue Juan Barbas. Yo estaba pasando un momento espectacular.
¿Quedaste golpeado al quedarte fuera de México 86?
En la Eliminatoria para México 1986 jugué seis partidos seguidos y en el triunfo contra Perú, el doctor Raúl Madero me tuvo que poner cuatro puntos de sutura porque me pisaron con tapones de aluminio. Salí del Monumental con mi familia y, a pesar de que habíamos clasificado al Mundial, esa caminata parecía un funeral. A la noche me fui todo emparchado a cenar con mi mujer y recuerdo que el mozo me dijo, “che, por qué estás triste si clasificaron para el Mundial”. Al día de hoy no entiendo por qué los argentinos estábamos bajoneados a pesar de la clasificación al Mundial 1986. Después quedé fuera de la lista junto a Julián Camino, Miguel Russo y Ricardo Gareca, que había hecho el último gol. Tampoco estuvo el “Pato” Fillol.
¿Cómo fue aquella reunión con Carlos Bilardo?
Fue en un bar que estaba en Juan B. Justo y Avenida Corrientes. Estuvo hablando cerca de media hora hasta que me dice “mirá, si querés te llevo como mi ayudante, pero no como jugador”. Me levanté y me fui porque al Trossero de ese momento esa decisión de Bilardo lo marcó mucho. La vuelta de la vida hizo que Eduardo Manera me llame para ir a jugar a Estudiantes y, cuando estaba haciendo el curso de técnico, me llama Julio Grondona para decirme que Bilardo quería hablar conmigo. Fui hasta la casa y estaban Raúl Madero, Carlos Pachamé y el profesor Ricardo Echeverría. Y sin rodeos, me dice “Todos ellos no estaban de acuerdo con que te quedaras fuera del Mundial, pero yo sí. Te lo pregunto sin vueltas, ¿querés venir a trabajar conmigo?”. Yo seguía con mucho dolor con Bilardo, pero Grondona, mi señora y mi cuñado me decían que era una propuesta muy buena si quería proyectarme como entrenador. Lo llamé por teléfono a Bilardo y le dije que me sumaba a su equipo.
¿Y con qué hombre te reencontraste?
Con un tipo de mucha sapiencia. Como jugador no me había dado cuenta de que era un adelantado del fútbol. En ese momento nos mandaba junto a Pachamé a la tribuna porque nos decía que desde arriba se veía mucho mejor. El se subía a una escalera también para no perderse ningún detalle. Lo tuve a Bilardo, a Menotti y a Pastoriza, y te puedo asegurar que todos sabían de fútbol. Y esto de técnicos ofensivos y defensivos es un verso porque la diferencia en el fútbol la hacen los jugadores. El Estudiantes de Bilardo jugaba en el medio con Alejandro Sabella, José “Bocha” Ponce y Marcelo Trobbiani, si eso no es ser ofensivo estamos viendo otro deporte. Con el paso de los años, (Bilardo) dijo que al único que se arrepentía de no haber llevado al Mundial era a Enzo Trossero.
¿Hoy cómo te trata Independiente?
Salvo Pepé Santoro, Ricardo Pavoni y Francisco Sá, que son observadores, no hay ningún jugador de Independiente que esté trabajando en el club. El último fue Pedro Monzón ,que renunció hace un mes. Me vinieron a buscar, pero no nos pusimos de acuerdo con lo que me ofrecían con respecto a las tareas a realizar. Si no puedo opinar y decidir, no valía la pena formar parte de un proceso. Buscaban un escudo para que lo puteen a Trossero. Siento tristeza porque se van cambiando muchos jugadores y no hay regularidad. Suerte que todavía la gente sigue a Independiente y ojo que los chicos se hacen hinchas de los que ganan.