Claudio Marangoni disfruta de cada paso que da en su centro deportivo. Próximo a cumplir 70 años, aquel volante central que no se cansaba de recibir elogios por su fútbol exquisito se tomó un buen tiempo para recordar esos hermosos momentos de su vida de jugador.
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“San Lorenzo fue el primer equipo grande en el que jugué y me termine enamorando del club. Cuando pase al Sunderland de Inglaterra firmé con la condición de que si volvía a jugar en la Argentina, San Lorenzo tendría la prioridad. Pero no me quisieron ni de regalo y no pude cumplir el sueño del regreso. Lo tuve a Carlos Bilardo de técnico y pude hacer 30 goles a lo largo de 4 temporadas”, relató sobre aquellos tiempos dorados de su carrera.
Tras iniciarse en Chacarita y pasar por San Lorenzo y Huracán, Marangoni llegó a Independiente donde logró convertirse en una leyenda del fútbol: “La calidad de esos jugadores te obligaba a superarte día a día. Si le pasabas mal la pelota a Ricardo Bochini o Jorge Burruchaga, los propios compañeros te miraban con asombro. Ese equipo era una Selección. La gente en esa época exigía mucho: en un pase mal dado no te decían nada, en el segundo había un murmullo y en el tercero tenías que pedir el cambio. Eso del paladar negro en Independiente era real. Eran muchos caciques y nadie se creía como tal”.
La frutilla del postre para su paso por el Rojo fue la conquista de la Copa Intercontinental 1984 y Marangoni la recuerda de una manera especial: “Liverpool llevaba muchos años como campeón inglés. Además, tenía al Cristiano Ronaldo del momento que se llamaba Ian Rush. Se lo jugamos de igual a igual y le pude meter un pase largo a José Percudani, que hizo el gol en Tokio. Esa corrida fue interminable pero por suerte fue gol. Nuestro arquero, Carlos Goyén, fue clave porque descolgó todos los centros. Fue un partido especial porque estaba latente la guerra de Malvinas y, por respeto a los caídos, el festejo en el vestuario fue medido. Recuerdo que después fuimos a la embajada argentina y comimos empanadas. Fue como un deber cumplido por lo que nos pedían en el país”.
La llegada de José Pastoriza a Boca le permitió cumplir el sueño de ponerse la camiseta de Boca y se dio el lujo de poder gritar campeón con otro grande de la Argentina. “Boca había perdido mucho terreno y necesitaba de títulos. Antonio Alegre y Carlos Heller hicieron un gran trabajo y armaron un nuevo equipo con el Pato Pastoriza a la cabeza. El torneo local lo perdimos por poco, pero con la llegada de Carlos Aimar pudimos ganar la Supercopa 89. Le hice un golazo a Gremio de Porto Alegre en semifinales y le ganamos la final a Independiente en Avellaneda. Ese fue mi primer título en Boca, porque después ganamos la Recopa 89″.
Aquella final del 29 de noviembre de 1989 Claudio Marangoni la recuerda de manera especial: “Independiente hubiera sido el último equipo al que hubiera querido enfrentar. No soportaba que la gente me insultara cada vez que jugaba contra ellos porque era desgarrador. Los entendía, pero era imposible que eso no te doliera porque yo les entregué todo incondicionalmente. Esa final fue vibrante y Boca la terminó ganando en la definición por penales. Fue una noche de emociones encontradas”.
¿El fútbol era todo en tu niñez?
La pelota era mi juguete preferido porque para mi fue un juguete mágico, tal es así que yo dormía con mi pelota. Me considero un alumno de la escuela rosarina porque me crie en la cancha de Rosario Central y, a pesar de que a los seis años nos vinimos a vivir a Capital Federal por cuestiones laborales de mi papá, hasta los 17 años pasaba todos los veranos jugando al fútbol en la cancha de Central, a pesar de que yo ya era jugador de Chacarita.
¿River estuvo cerca de tu vida?
Nosotros vivíamos en San Isidro y la gente de River me invitó a jugar en sus divisiones infantiles. Alejandro Sabella jugaba de número 10 y yo de número 11. Me acuerdo que nos dirigía el papá de Eduardo “Chavo” Anzarda. Estuve durante todo un año pero me tuve que ir porque mis padres estaban muy ocupados y no me podían llevar ni siquiera a entrenar. Seguramente hubiera hecho todas las divisiones inferiores en River.
¿Cómo lograste ser jugador profesional?
De pura casualidad, porque fui a acompañar a un amigo a una prueba de pibes en Chacarita. En esa práctica un técnico emblemático del club, Juan Manuel Guerra, me preguntó ´pibe, ¿usted juega?´ y yo le respondí ‘algo juego, soy número 9′. Entonces me dijo que entrara así como está. Imaginate que no me había llevado ropa acorde para la ocasión. A los 10 minutos me sacó de la práctica y me citó para hacer los papeles esa misma tarde y firmar para la séptima de Chacarita. Soy muy creyente y fue todo producto de la providencia de Dios.
¿Tuviste valor para contarlo en tu casa?
En mi casa solo existía el trabajo y el estudio. Al fútbol se lo miraba de una manera especial porque era una familia que no tenía placeres. Terminaron accediendo pero la condición de mi mamá fue que si tenía una materia debajo de lo aprobado, dejaba de ser jugador de fútbol. No me quedó otra que entrenar y ser buen estudiante. El destino me marcó y sucedió lo que tuvo que suceder. Amaba jugar al fútbol.
¿Es un distintivo haber jugado en el Gasómetro de Avenida La Plata?
Tengo un recuerdo imborrable del Viejo Gasómetro. Lamentablemente los argentinos, el valor de ese tipo de templos importantes para la ciudadanía los hemos perdido. Ese estadio tenía que haber sido reconvertido porque era un legado histórico del fútbol argentino. Era la cancha con tribunas de madera donde mejor se veía en la Capital Federal. Pude jugar muchos partidos con la camiseta de San Lorenzo, pero luego los dirigentes pensaron más con la pasión que con la razón y perdieron parte de la historia del club, que ya es irrecuperable.
¿Qué significó Huracán en tu carrera?
Llegué a Huracán porque en San Lorenzo no me quisieron cuando regresé desde Inglaterra. A Huracán le voy a agradecer de por vida porque estaba desocupado y me dieron trabajo. Yo había madurado muchísimo en Inglaterra, porque me enseñaron a ver la vida de otra manera con respecto a las obligaciones. Llegué a un equipo que venía de salir campeón en 1973 y tuve como compañeros a grandes jugadores como Claudio Morresi, Claudio “Turco” García, Carlos Babington, Roque Avallay y un poquito de René Housemann. Para mí, la mayoría de esos jugadores eran leyendas. Estuve solo un año porque no pudieron hacer uso de la opción y me compró Independiente.
¿Qué cambió de Nito Veiga a Jose Pastoriza?
Nito Veiga era una persona muy paternalista donde lo profesional y lo humano iban juntas. Tuvo la virtud poco reconocida de haber armado un gran equipo que luego José Pastoriza consolidó. Le dio ese fuego que terminó conformando un equipo que ganó todo lo que jugó. El Pato era un técnico ganador. Llegábamos a la cancha de River o de Boca, el tipo se paraba en la mitad de la cancha y nos decía ´hoy acá arrasamos y nos vamos a parar de la mitad de la cancha para adelante. No vamos a retroceder ni un milímetro´. Los jugadores se adueñaron de ese mensaje y se formó una gran comunión. Pastoriza estaba bien respaldado por Ramón Adorno y Carlos Kenny.
¿Era fácil jugar al lado de Ricardo Bochini?
Sentía admiración por él. Es la clase de futbolistas a los que encasillo como fuera de serie. Con Bochini el público nunca sabía lo que iba a hacer, los compañeros no sabíamos lo que iba a hacer, los rivales tampoco sabían lo que iba a hacer, los relatores tampoco sabían porque siempre hacía una cosa distinta a lo que todos esperábamos. Son distintos. Bochini encaraba hacia un lugar donde había cinco jugadores rivales y yo me preguntaba ´¿a dónde va? Y él sabía dónde iba porque sacaba la jugada adelante. Fue el gran cacique que hablaba lo justo y su liderazgo lo mostraba cuando empezaba el partido.
¿El partido de Independiente en Porto Alegre es una de las joyas del fútbol argentino?
Cada paso que daba Independiente lo hacía con determinación. Siempre queríamos demostrar que estábamos a la altura de lograr cosas importantes. Fue un partido perfecto donde un diario de Porto Alegre calificó con 10 a la mayoría de nuestros jugadores. El equipo esa noche dio una clase de fútbol. Pastoriza tomó más recaudos de lo acostumbrado y nos mandó a presionar la salida que les daba Hugo De León. El gol nace de un anticipo mío que termina con la pelota en poder de Bochini, que luego habilita a Jorge Burruchaga y termina haciendo el gol. Sorprendimos a Gremio por la capacidad que tuvimos para jugar y recuperar.
¿Te entendió el hincha de Independiente?
La verdad es que la dirigencia de Independiente quería terminar con los experimentados de ese equipo y quería armar un nuevo Independiente. Me dijeron ´si te vas, vos tenes que decir que te querías ir porque la gente nos va a matar´. Tomé la decisión de dar ese salto profesional y firmé solo por un año porque pensaba retirarme, pero después terminé jugando tres más. A pesar de lo que sucedió, llevo a Independiente en mi corazón.
¿Lo meditaste el punto final?
Nunca queremos dejar de jugar al fútbol pero un día mi mujer me dijo ´es hora de que dejes los cortos y te pongas los largos´. Ella es psicoanalista y me quiso decir que ya era suficiente, porque desde los 14 años que estaba jugando en un club. Tenía 36 años y llevaba 19 como jugador profesional y además estaba lesionado. En 1990, Oscar Tabárez me pide que siga jugando porque le era útil y ante mi negativa me ofrece ser su ayudante de campo porque precisaba tener una persona que conociera el fútbol argentino. Ese fue otro mimo que me dio el fútbol ya que estuve dos años más trabajando con un gran profesional como Tabárez.
¿Cómo fue tu historia con la Selección?
Se trató de una historia de encuentros y desencuentros. En mi puesto hubo extraordinario futbolistas y conservo una gran relación con Américo “Tolo” Gallego y Sergio Batista. Ellos fueron elegidos en mi lugar de manera acertada. Eso sí, cuando me tocó jugar en la Selección fui muy feliz y, cuando no me tocaba, me decía ´Claudio, la vida es así´. En mi casa el proverbio que tenían mis padres es que todo no se puede y eso que pude jugar en la Selección 12 partidos. Yo con eso me doy por satisfecho. Cesar Menotti no me llevó a los mundiales del 78 y 82, y luego de una cena que compartimos solo nosotros me dijo ´¿no me vas a preguntar por qué no te llevé a ningún Mundial?´. Le dije que no porque no era mi estilo, sabiendo que en España 82 solo llevó de volante central al Tolo Gallego. Menotti me dio sus razones y prefiero no hacerlas públicas por respeto. Y gracias a que Carlos Bilardo no me llevó a México 86 yo pude crear mi primera escuela de fútbol. Por eso le voy a estar agradecido de por vida. Si me preguntás qué hubiera preferido entre la escuela y ser campeón del mundo, claramente habría creado un centro educativo. Mil veces elijo enseñar un deporte.
¿Seguís teniendo desafíos?
Hace un año abrimos el primer gimnasio infantil de la Argentina que se llama “Centro de entrenamiento Marangoni”. Cuenta con un área del desarrollo de la neurociencia y otra área focalizada en el desarrollo motriz. Está destinado a niños con dificultades, otros que les gusta un determinado deporte y otros por perfeccionamiento: vienen chicos de Boca, River e Independiente. Tenemos un gran plantel de docentes y yo trabajo desde las 9 de la mañana hasta las 8 de la noche todos los días: me movilizo de un lado a otro supervisando para que todo esté perfecto. Llevo 40 años con el deporte y sigo manteniendo la pasión.
¿Te interesan las Sociedades anónimas deportivas?
A mí lo que no me gustan son las restricciones, porque si los socios quieren ser representados por una sociedad anónima, no veo cuál sería el impedimento. Creo que hasta podrían ir ambas de la mano, porque Boca o River no necesitan, pero otros clubes sí. Por qué Excursionistas no puede crecer si tuviera la oportunidad de que una empresa le financie ciertas actividades del club. Entiendo que la AFA podría seguir su curso y las sociedades anónimas supeditarse a los estatutos de AFA.