Oscar Garré siempre está dispuesto a ponerle el pecho a las balas. Su carrera como futbolista le permitió llegar a lo más alto al ganar el Mundial de 1986 con la Selección argentina, pero también lo enfrentó a algunos momentos delicados. Por eso, con 67 años ya está acostumbrado a pelearle a la vida: fue cuestionado por levantar las banderas del estilo de Carlos Griguol y Carlos Bilardo, y más tarde debió sobreponerse a un severo estado de salud.
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Nacido en Valentín Alsina pero criado en Rafael Castillo, el campeón mundial en México 86 le cuenta a TN cómo volvió a ponerse de pie. “Tenía todo preparado para irme con los muchachos del 86 al Mundial de Qatar y, de repente, en la tarde previa al viaje, me infarto. A pesar de ello pude llegar a mi casa. Mi señora y mis hijos me asistieron hasta que llegó la ambulancia que me llevó hasta el hospital San Juan de Dios. Estuve dos días internado hasta que me llevaron a la clínica Favaloro, donde me hicieron estudios intensivos para sacarme de esa situación crítica. Me colocaron dos stent y con el desfibrilador me sacaron de tres paros cardíacos. La vida me dio revancha para poder seguir estando con mis seres queridos”.
El 16 de marzo de 1983, el entrenador Carlos Bilardo dio su primera lista de convocados a la Selección argentina. Ese día, Oscar Garré vivió uno de los momentos más lindos de su carrera. “Bilardo nos dijo que fuimos citados por ser buenos jugadores y que a partir de ese momento debíamos comportarnos como jugadores de la Selección argentina porque íbamos a ser observados por todo el mundo. Con el paso del tiempo tomé conciencia de que Carlos tenía razón. En el debut contra Chile me empezaron a temblar las piernas cuando entonaron el himno argentino. Daniel Passarella me dijo ´¿Estas nervioso?, si estas acá es porque te lo ganaste y solo te pido que juegues tranquilo´. Ese día empezó mi recorrido en el quipo y con el paso del tiempo me di cuenta de que no es nada fácil ponerse una camiseta tan pesada”.
Garré jugó los primeros cuatro partidos de la Copa del Mundo de 1986 y tiene un sentimiento muy especial del debut contra Corea del Sur: “Ese día se me vino todo de golpe: mi familia, mis viejos, pero sobre todo los pibes de Malvinas. No me preguntes qué me pasó, pero me acordé de todos ellos. Ese 3-1 fue fundamental porque Bilardo nos decía que en un torneo de siete partidos era crucial empezar ganando. Contra Italia me tocó marcar a Bruno Conti, que había sido una de las figuras de los campeones del mundo de 1982. A Bulgaria le ganamos muy bien: el técnico seguía confiando en mí y, cuando llegó Uruguay, con los muchachos comentamos que de ese partido iba a salir el campeón mundial. Lo jugamos como una final, la ganamos y como me amonestaron ya no podía jugar contra Inglaterra”.
Aunque Garré ya estaba en condiciones de volver a ser titular contra Bélgica en semifinales, Carlos Bilardo prefirió mantener a Julio Olarticoechea desde el arranque por un aspecto táctico. “Como los belgas jugaban con un solo delantero, Carlos prefirió dejar al Vasco para marcar a Vincenzo Scifo. Cuando me enteré de la decisión me fui a la habitación y me puse a llorar desconsoladamente. Se me acerca Diego (Maradona) y me dice ´Perrito, el cambio es táctico. Quedate tranquilo que vos sos jugador de Selección’. Luego Bilardo me dio sus motivos, a lo que yo le dije que, como no le había pedido explicaciones cuando me ponía, tampoco lo iba a hacer ahora. Sumé desde el banco: en aquella época solo podían estar cinco jugadores. En la final, cuando se lastimó José Luis ‘Tata’ Brown, Bilardo me pidió que calentara. Era imposible entrar porque el Tata del partido no se iba a ir”.
El Mago se hizo un tiempo para opinar de la Selección que consiguió la tercera estrella. “Estos pibes son parecidos a nosotros porque se los nota muy unidos. Me siento reflejado en Nicolás Tagliafico porque cierra bien, tiene un buen salto y es tiempista. Marcos Acuña salió de Ferro como yo, es fuerte y tiene una muy buena salida”.
¿De chico te sentiste jugador de fútbol?
De chico me fui preparando para ser jugador de fútbol a pesar de que en ese momento no me había dado cuenta. En Rafael Castillo teníamos una canchita de fútbol cada cien metros y después del colegio jugábamos a la pelota todo el día. Mientras jugaba con la pelota de goma soñaba con alguna vez poder jugar en la primera de algún equipo. En el potrero era uno más porque todos esos pibes jugaban bien. Yo me fui formando jugando los torneos relámpagos que eran por plata. Empezábamos a la mañana y lo terminamos a la noche.
¿Cómo hacías para trabajar y jugar al fútbol?
Yo trabajé desde los 14 años básicamente para poder acceder a un jean o un par de zapatillas porque mis viejos eran laburantes. Mi mamá trabajaba en la fábrica SIAM y mi papá en la Wilson, una empresa que elaboraba comida. A través de unos amigos que trabajaban en el reparto de gaseosas me llevaron a trabajar a Crush. Me levantaba a las cuatro de la mañana y tomaba el tren de Rafael Castillo hasta Morón. Después otro tren hasta Plaza Flores y me iba caminando hasta el depósito en Valle y Donato Álvarez donde empezaba el reparto de cajones con gaseosas.
¿Cómo llegás a Ferro?
De la mano de un técnico frustrado llamado Coronel, que armaba equipos en General Villegas. Él tenía la costumbre de armar amistosos con los juveniles de los equipos de primera y, si algún chico quedaba, les pedía a cambio pelotas y camisetas. Efectivamente me vieron en Ferro y Antonio Garabal me ofreció jugar para el club. Después del trabajo comía un sándwich en un bodegón cerca del club, dormía una siesta debajo de la tribuna y les decía a mis compañeros que me despertaran antes de empezar a entrenar.
¿Cómo nació el apodo de Ciruja?
Porque a veces mis compañeros se olvidaban de despertarme de la siesta o a veces lo hacían a propósito. Entonces cuando Garabal tomaba lista y yo no estaba, ellos le decían que estaba durmiendo debajo de la tribuna. Entonces el técnico respondía, ´pero este Garré es un ciruja´. Es por eso que en esos tiempos la gente de Ferro me conoció con ese apodo. Llegaba a mi casa a las nueve de la noche porque a la tarde estudiaba en un industrial electricidad de casas, no de automóviles
¿Qué recordás de tu debut en primera?
Fue en 1976 contra Atlanta en Caballito. El debut se dio básicamente porque Antonio Garabal estaba buscando un jugador que controlara las subidas de un lateral que se llamaba Francisco Azzolini. Debuté en la primera de Ferro como wing izquierdo y honestamente me sorprendí porque ese puesto lo ocupaba Juan Manuel Sotelo, un puntero que después jugó en Boca. En esa época era difícil encontrar a un lateral que hiciera la banda con naturalidad y así logré jugar mis primeros seis partidos de wing izquierdo. Después me termine afianzando como marcador de punta.
¿Carlos Griguol fue tu padre futbolístico?
La llegada de Carlos Griguol fue determinante para que la institución entendiera que podíamos ser protagonistas. Cuando nos explicó que no venía a perder el tiempo y que quería pelear el campeonato, nosotros creímos que ese hombre estaba loco. La primera temporada fue irregular pero después nos dimos cuenta de que podíamos pelearle a los grandes, tal es así que le disputamos el campeonato 1981 al Boca de Diego Maradona y después al River de Mario Kempes. Estábamos tan bien físicamente que nadie quería jugar contra nosotros: la puesta a punto que hacíamos en Córdoba era fabulosa.
¿Cómo hicieron para ganar dos campeonatos?
Estábamos maduros después de la experiencia de pelear en dos campeonatos. Ganamos el Nacional 1982 donde superamos por 2-0 a Quilmes en Caballito y en 1984 le demostramos a River que ‘dos más dos no son cuatro’, porque todos creían que nos iban a pasar por arriba. Griguol nos dijo ´muchachos, no tenemos que cambiar nuestra manera de jugar, si llegamos hasta acá jugando de una manera, respetemos nuestro estilo’. Les ganamos 3-0 en el Monumental y cuando le hicimos un gol en Caballito los hinchas de River empezaron a prender fuego los tablones. Como había medios de comunicación que no coincidían con la manera de jugar de Carlos Bilardo o Carlos Griguol, nos cuestionaban. Pero en esas dos finales les dejamos en claro que jugábamos muy bien al fútbol.
¿Te bancabas los silbidos en la cancha?
Los insultos y los silbidos me dolían muchísimo. En 20 años de jugar en primera, me echaron solo 12 veces de la cancha y no por “mala leche”. Se la agarran conmigo porque me tomaron como un referente de las propuestas de Griguol y Bilardo. Cuando llegó a Ferro, el profesor Javier Valdecantos nos hacía correr después de los partidos para eliminar el ácido láctico. Me acuerdo que cuando le ganamos de visitante a Rosario Central, Banfield y Estudiantes, y nos poníamos a hacer ese ejercicio, los hinchas que todavía se quedaban en la cancha me nos puetaban de arriba a abajo. Me calentaba y le decía ´Valdecantos, no corramos más que me estoy comiendo todas las puteadas por culpa tuya´. El Profe y los pibes de Ferro se mataban de risa.
¿León Najnudel fue importante en tu carrera?
El “Rusito” venía a la cancha de 11 con Miguel Cortijo y Javier Maretto para que Carlos Griguol trabajara la pelota parada con nosotros. Nos enseñaban a marcar como en el básquet, es decir, sin agarrar pero usando los brazos. la idea era saber dónde estaba el rival para no perderlo de nuestra zona. Nosotros hicimos muchos goles de cabeza usando el sistema de cortinas del básquet. Cuando Ferro jugaba en el gimnasio Héctor Etchart casi todos los jugadores de fútbol nos íbamos a mirar básquet.
¿Cómo fue la primera citación a la selección?
Me llamó Santiago Leyden (presidente de Ferro) y me dijo que me diera una vuelta por la sede. Estaba asombrado porque no sabía con qué me iba a salir. De hecho le dije a mi mujer que me acompañara a esa reunión porque estaba muy intrigado. Leyden estaba con Ricardo Etcheverry y me dijeron que me querían dar una sorpresa. Sacan un telegrama que decía que me tenía que presentar en el predio de AFA para formar parte de los entrenamientos de la Selección. Fue en 1983 cuando Carlos Bilardo dio su primera convocatoria. En el viaje de vuelta de Caballito a Haedo le dije a mi mujer que de la Selección me iban a sacar con los pies para adelante.
¿Por qué nunca jugaste en un equipo grande de primera?
Ya retirado, un expresidente de la Nación me dijo que en 1983 me vinieron a buscar para llevarme a un equipo grande, pero Ferro había pedido mucho dinero. Y en 1988 cuando Griguol asume como técnico de River me quiso llevar pero Ferro pidió mucho por un jugador de 34 años. Incluso en aquella oportunidad había hablado con Hugo Santilli que era el presidente de River. Otro que se interesó por mi fue Jorge “Indio” Solari para llevarme a Independiente. Hubiera sido muy lindo pero estoy identificado con Ferro donde llegué a los 14 años.
¿Qué se siente poder hacerle un gol a Fillol?
Hacerle un gol al Pato Fillol de tiro libre fue hermoso por lo que él significa para la historia del fútbol mundial. Encima fue en la Liguilla pre Libertadores 1987 y pudimos eliminar a Racing porque les ganamos 2-1. También le hice un gol a River desde fuera del área y sobre la hora. El arquero era Ángel Comizzo y Passarella se enojó porque me recriminaba que nunca hacía goles y justo los embocamos a ellos. Griguol me empezó a decir “Mago” porque los empecé a salvar con mis goles.
¿Qué te sedujo jugar en Israel?
Estaba jugando en el ascenso con Huracán haciendo dupla central con Héctor Cúper y Alberto Poletti me trajo una buena oferta para jugar en Israel. Era la primera vez que me iba a separar de mi señora con la que me casé a los 20 años. Me fui solo y a los 15 días vine a buscar a mi señora, a mis dos hijos y a mi suegra. Mi mujer me dio la hermosa noticia de que volvería a ser padre. En Israel había sido papá Gerardo González (ex-Selección argentina) y a esa familia le habían sacado la criatura durante tres días. Cuando mi mujer se enteró de esa costumbre me dijo rotundamente que nuestro hijo iba a nacer en la Argentina. Acepté su pedido y me quedé con ganas de jugar en Maccabi Tel Aviv. Llegué a tener a los dirigentes en mi casa y eran mis hijos con 8 y 11 años los que me hacían de traductores. Vine a atender mi puesto de diario y luego Ferro me llamó para cerrar el ciclo.