Walter René Fernández se describe como un bohemio que supo vivir a pleno las bondades del Buenos Aires de la década del 80. Sin embargo, por esos años no pudo desplegar a pleno su pasión por la música debido a sus obligaciones como futbolista. Tal fue su brillo dentro de la cancha que, a medida que va pasando el tiempo, los hinchas de Racing no dejan de agradecerle por aquellos tiempos vividos.
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Aquel wing izquierdo de físico exuberante formó parte de un equipo que supo sacar a Racing de una crisis futbolística hasta poder lograr un título internacional. “Había tenido una buena temporada en Defensores de Belgrano y mi futuro estaba entre Racing o Boca. Y finalmente llegué a Racing que estaba viviendo un momento muy difícil porque iba a jugar por segundo año consecutivo en la primera B. Yo venía de una familia, porque así era en Defe, y llegué a un plantel que estaba muy presionado porque el hincha no se bancaba estar en el ascenso. Encima en mi interior me preguntaba si estaba a la altura para ponerme una camiseta con tanta historia cuando el objetivo era ascender porque en ese Racing ya no existía el plan B. Era consciente de que si entraba a la cancha y me ponía a mirar a la multitud, perdía el foco. A ese equipo lo salvó el factor humano que se bancó todo porque en Racing no había ni ropa ni lugar para entrenarse. Algo así como le pasó a San Lorenzo en la época de Los Camboyanos, donde la camiseta vale más que todo”.
Tomando un café muy distendido en “Don Segundo” del barrio de Boedo, Walter Fernández pone en los más alto aquel ascenso a primera. “Estábamos convencidos de que lo íbamos a lograr aunque sabíamos que teníamos un octogonal complicadísimo en el que finalmente eliminamos a Banfield y Quilmes. En la final le ganamos 4-0 a Atlanta y ese día hice dos goles. Increíblemente en la revancha no existía la diferencia de gol, entonces terminamos sufriendo como lo marca la historia. Por suerte Néstor Sicher hizo el gol y lo terminamos empatando 1-1 y logramos ascender. Ese equipo lo armó Agustín Mario Cejas, que se tuvo que ir porque empezamos a ser inestables. Luego llegó Alfio “Coco” Basile y con su personalidad nos hizo creer que éramos invencibles. Para mí, ponerme la camiseta de Racing y llevarlo a primera fue lo más importante. Entiendo que para el hincha es un tema delicado, pero a nosotros nos dio prestigio. Hasta nos dimos el lujo de hacer una gira y me acuerdo de que el Napoli de Maradona nos ganó 4-1″.
Uno de los logros más recordados por los hinchas de la Academia fue la conquista de la Supercopa de 1988, torneo donde Walter Fernández fue esencial: “Ese torneo lo ganamos en la semifinal cuando eliminamos a River. Esa fue la verdadera final: en la ida se lo dimos vuelta con dos goles míos y en la revancha lo empató Néstor Fabbri sobre la hora, cuando nos estábamos quedando afuera. Después del gol de Nélson Gutiérrez nos fuimos todos para arriba y Gustavo Costas y Fabbri se bancaron a Antonio Alzamendi, Claudio Caniggia y compañia. Ese día volvió a aparecer ‘San Fillol’. La gente de Racing necesitaba ganar algo grande y ellos lo percibían porque nosotros habíamos sido protagonistas del torneo local. No te olvides de que Rubén Paz tuvo infinidad de propuestas y decidió venir a jugar con nosotros: le dio al equipo mucha calidad”.
¿Fue difícil dejar el pueblo para ir a Rosario Central?
Para mí fue muy especial a pesar de que tenía 18 años. Era todo un desafío lograr salir del pueblo siendo hijo único y de una familia de laburantes. A pesar de que Rosario está a ochenta kilómetros de Chabás, me parecía lejísimos ya que no era sencillo dejar a mamá y papá. Un técnico de inferiores me decía que tenía algunas cosas de Mario Kempes y hoy lo cuento con humor.
¿Fue fácil llegar a primera?
El técnico era Don Angel Tulio Zof. Debuté en primera al año de estar en Rosario Central contra San Lorenzo en el Viejo Gasómetro. Para mí había sido muy movilizante mirar el Mundial 1978 en mi pueblo y recuerdo que en ese partido uno de los que me marcaba era Jorge Mario Olguín. Estuve como quince minutos mirándolo: no me podía sacar de la cabeza que hacía un par de años lo veía por televisión levantando la copa del mundo. Así empezó todo.
¿Argentinos Juniors fue una sorpresa en tu vida?
Llegué a Argentinos porque Central me canjeó por Pedro Remigio Magallanes. No fueron días felices porque yo soñaba con quedarme en Central porque estaba muy cómodo. Era un Argentinos que había vendido a Maradona el año anterior pero que sacaba de las inferiores a pibes como Sergio “Checho” Batista y Claudio “Bichi” Borghi. Se estaba preparando el equipo que luego sería campeón de la Libertadores. Cuando llegué el técnico era Osvaldo “Chiche” Sosa y me dio mucha confianza poniéndome de número nueve. Lamentablemente sufrí una lesión complicada y tuve que volver al pueblo a trabajar.
¿Y cómo apareciste jugando en la B?
El médico de Argentinos me dijo que no podía jugar más al fútbol y, mientras trabajaba jugaba en los torneos regionales, la esperanza de poder volver a jugar profesionalmente la mantenía. Un día el hijo de Eduardo De Luca (presidente de Defensores de Belgrano) me golpeó la puerta de casa y me propuso ir a probarme a Defensores de Belgrano porque un amigo de su padre (Soldani) me había recomendado. Con 22 años cerré los ojos, apreté los dientes y le dije a mi padre que me volvía a Buenos Aires. Empecé viviendo en un conventillo y luego Eduardo De Luca me llevó a vivir a su casa.
¿Lo tomaste como tu última chance?
Sí y para mi fue esencial el conocimiento del doctor Eduardo Camareri, que supo como sacarme adelante. En Defensores éramos una familia y esa contención me llevó a ser una de las figuras de la vieja Primera B que era la segunda división del fútbol argentino. En 1983 tuve un gran año y logré formar parte del seleccionado del ascenso que jugó el mundial de Malasia junto a Miguel Colombatti (Deportivo Morón) y Carlos Carrio (Gimnasia de La Plata). Le ganamos a Argelia 2-1 y fuimos campeones. Indudablemente tenía que ser jugador de fútbol.
¿El hincha se olvidó de Walter Fernández?
Uno a los 64 años necesita del afecto de la gente y el hincha de Racing afortunadamente no se olvida de nosotros. La caricia a medida que va pasando el tiempo empieza a desaparecer y más si te alejas de la ciudad. Un verano fuimos con mi familia a San Bernardo y me propuse recorrer la peatonal de punta a punta para saber si la gente me reconocía. Como nadie me saludó me dije ´Fernandez, te perdiste en el tiempo´. Por eso les agradezco a los que me acarician el alma.
¿Cómo es tu nueva vida?
La música siempre me gustó pero en mi juventud la pulseada se la ganó el fútbol. Pero fue el fútbol el que me permitió charlar con un Facundo Cabral o con un Rubén Juárez y empecé a percibir que me daba placer estar con ellos. Cuando jugué en Chile estuve en la academia de Roberto Plaza, que es un músico increíble, y como jugué en Cruz Azul pude conocer las melodías mexicanas. Y ahora vivo de la música haciendo cenas shows, cumpleaños y eventos privados. Además estoy con la “Utópica Big Band” de la ciudad de Firmat haciendo jazz y con el respaldo de 18 músicos. El público más difícil que tengo es el hincha de Racing porque ellos supieron quererme con la camiseta celeste y blanca, pero al fin y al cabo los aplausos llegan igual.
¿Quiénes son tu referentes en la música?
Suelo hacer covers de Tom Jones, Frank Sinatra y Elvis Presley. Pero desde mi niñez me fascinaba escuchar a Sandro, que es un gran ídolo para mí. Lo mismo que el “Puma” José Luis Rodríguez, a quien escuchaba con los legendarios cassettes en toda mi carrera como jugador. La música siempre fue mi gran compañera.
¿Te sentías cómodo en el mundo del espectáculo?
Siempre me gustó la bohemia. A la peluquería de Ángelo Milano siempre íbamos con mi amigo Cacho y nos reuníamos con Juan Carlos Altavista y Nito Artaza, que eran maravillosos. Al no haber redes sociales teníamos mucha libertad. ¿Te imaginas lo que hubiera sido estar en la B con Racing y con un celular en la mano? Seguramente te gustaría que te cuente otras cosas de mi vida fuera del fútbol, pero mejor lo dejamos para la próxima entrevista...