Carlos Maglio tiene claridad para recordar su etapa vivida en el fútbol y para analizar el momento que está atravesando el arbitraje argentino. A sus 59 años, trabaja en una empresa de seguros y disfruta de su mujer Alejandra y de sus hijos Ramiro, Lucila, Ignacio e Iván, sin desprenderse de la pasión que aún encuentra en el deporte.
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“Cuando dirigía era reacio a los cambios y lo viví con el aerosol porque creí que nos quitaba autoridad. Pero con el tiempo me di cuenta de que era una herramienta válida. Por eso creo que el VAR bien aplicado es una herramienta muy importante aunque no me gusta cuando el árbitro depende mucho de la tecnología. Sigo creyendo que el árbitro es el jefe del equipo, tanto de los tres que están en el campo con él, como los que están en la cabina. Siempre me pregunto ¿por qué el árbitro no llama al VAR y casi siempre lo llaman a él?. ¿No podes tener una duda? Fijate lo importante que es esta herramienta que cuando Néstor Pitana le dio el córner a Boca contra River y se equivocó, después muchos árbitros ante la duda daban saque de arco. Ahora estos problemas no existen. Por suerte el árbitro que es perceptivo y con clase sigue haciendo la diferencia”, reflexionó sobre el trabajo de sus colegas en la actualidad.
A Carlos Maglio lo conocían como “El Gigante” por ese físico exuberante que recorrió las canchas argentinas: “Siempre supe poner las cosas de la vida por su importancia. Más aún cuando le diagnosticaron una discapacidad a mi hijo Ignacio, que hoy tiene 19 años. Un día estábamos por tomar un vuelo con mi familia y justo vi a un tipo que con sus hijos se reían de un chiquito que tenía movimientos atípicos porque tenía algún problema. Como no lo pude tolerar fui a buscarlo y le dije que si se seguía riendo le arrancaba la cabeza”.
Cuando se le pregunta sobre su relación con Diego Maradona, Maglio se moviliza y cuenta: “Junto con un amigo nos íbamos a jugar a la pelota en una calle muerta donde no pasaban autos y cada tanto se sumaba Diego, que tenía 14 años. Yo tenía cinco años menos que él y la pelota no se la podíamos sacar. Además, como mi primo era amigo de Jorge Cyterszpiler, solían venir a tomar la merienda. Con el tiempo me casé y de casualidad me fui a vivir a la esquina de Biarritz y Caracas, a un edificio donde viven los suegros y las hermanas de Diego. En ese tiempo me lo cruzaba seguido. De pibe él era introvertido pero si se sentía cómodo mostraba su personalidad. Comprobé que para Diego primero estaba la familia y después el mundo. El día que homenajearon a Sergio Gendler en la cancha de Argentinos me saqué una foto con él. Podés creer que se me rompió el celular y perdí todo”.
¿Cuál fue tu primer contacto con el fútbol?
Empecé siendo arquero y era bueno cortando centros porque me encantaba jugar al básquet. Tenia la facilidad de Carlos Goyén y Oscar Ustari, que habían sido jugadores de básquet. Me ficharon en Argentinos como arquero y terminé siendo suplente de Aníbal Biggeri. Como veía que no era tan bueno en 1986 me puse a trabajar en una empresa de seguros.
¿Y con el arbitraje como empezaste?
Conocí a un cobrador de AFA que me contó que se abría una inscripción para estudiar reglamento de futbol. Ese hombre me motivó porque me dijo que iba a estar bien físicamente y porque no iba a pagar nada. De última si no me gustaba no me presentaba más y listo. El curso práctico me lo dio Claudio Busca y de a poco le empecé a tomar el gustito a la profesión. No era un pibe: tenía 24 años. Dirigiendo torneos regionales y del Ascenso saqué la conclusión de que esta profesión es una cuestión de poder, porque llegas a una cancha y tenés que manejar todo. Incluso a la Policía.
¿Tus inicios fueron complicados?
Tuve la fortuna de que Humberto Dellacasa me fuera a ver a la cancha de Muñiz en un partido de Primera D. Esa tarde anduve bien y pude saltar a la Primera C muy rápido. Y cuando teníamos un domingo libre nos íbamos a dirigir la liga de Béccar Varela, que eran torneos que se jugaban en el sur de Córdoba. La combi nos iba tirando en los diferentes pueblos y después nos levantaban. El primero bajaba en Corral de Bustos y el último en Canals. Compartí muchos viajes con Fabián Madorrán y Gabriel Brazenas. Eran partidos calientes porque nos tocaban dirigir desde cuartos de final a la final. Nos sentíamos muy solos porque nuestros asistentes habían dirigido todo el torneo y en los partidos importantes nos ponían a nosotros, que cobrábamos más que ellos. Cada vez que subía uno a la combi mirábamos si venía con la cabeza rota.
¿Qué recordás de tu debut en primera?
Que debuté un viernes en el Gigante de Arroyito y Rosario Central empató 1-1 con Gimnasia de La Plata. Ese día el auto que nos llevaba reventó una cubierta y no nos matamos de casualidad. Fue especial porque cuando termino el primer tiempo se acerco un administrativo de AFA y me dijo que en la platea había un señor que me estaba buscando. Levanté la vista y era mi papá que se tomó el micro y me fue a ver en el debut. Por suerte tuve un buen partido, pero sentí que los jugadores en los primeros diez minutos me estaban midiendo. (Horacio) Elizondo me dijo ´Flaco, los primeros veinte partidos son para sufrir´. Y no le erró porque lo que necesitas es que te conozcan y vos conocerlos a ellos, y después te empezás a divertir.
¿Te gusta el nuevo arbitraje?
Hoy son mas árbitros de escritorio y eso no me gusta. Muchos de estos chicos que están dirigiendo han jugado poco al fútbol. Algunos entraron a este mundo para encontrar una salida laboral y lo nuestro era vocación pura. Aquella impronta de Juan Carlos Biscay, Francisco Lamolina, Héctor Baldassi y Ángel Sánchez se perdió porque el modelo de FIFA fue construyendo árbitros robotizados. Para mí Patricio Loustau era más árbitro que Néstor Pitana, y al Mundial fue Pitana. Héctor Baldassi para mi técnicamente era superior a Horacio Elizondo, pero la presencia de Elizondo lo llevó al Mundial de Alemania 2006. La mayoría de nosotros no tenía el profesionalismo de Elizondo. Él nos preparaba físicamente y cuando terminaba se iba corriendo desde Palermo hasta Bernal.
¿Qué cambiarías?
Que el arbitro VAR sea un exárbitro de fútbol porque el actual es un competidor directo del que está adentro. Conocí a muy pocos asistentes (jueces de línea) que no hayan querido estar en el medio. En este oficio todos entran con la ilusión de ser el árbitro principal y el que está en el VAR siempre entenderá que hubiera resuelto mejor que el principal.
¿Estos árbitros están mas cuestionados que los de tu época?
Juan Carlos Loustau nos decía que hay jugadas que no podíamos no verlas. Y yo le decía ´cuando ustedes dirigían solo pasaban un partido televisado por ATC con una cámara sola y en nuestra época teníamos diez cámaras’. Y ni hablemos del despliegue que existe hoy. Cuando dirigís a un equipo vinculado al poder ahí juega la cabeza de cada uno. Y ni hablar cuando se enfrentan San Martin de San Juan y San Martín de Tucumán, dos equipos vinculados al poder. Mi hijo Ramiro es árbitro y siempre le digo que hay que estar muy preparado para dirigir la Primera Nacional y que para él deben ser blancos contra rojos. Otro consejo que le doy es que el celular se enciende cuando llega a su casa.
¿Cómo se te ocurrió dirigir sin amarillas?
Eso fue en un partido de verano entre Estudiantes y Gimnasia. A nosotros nos enseñaron que cuando vos le sacas una amarilla a un jugadores este la tiene que sentir, pero si percibís que la tarjeta amarilla no tiene efecto estás en problemas. En ese partido miro la tarjeta y tenía entre ocho y nueve amonestados todos por juego brusco. Llamé a los dos capitanes y les dije que se terminaron las amarillas y que el próximo que pegaba se iba. El asistente Iván Núñez me dice ‘Flaco, sacá la tarjeta y mostrále a la gente que no la vas a usar más´. Entonces le entregué la amarilla a mi asistente. Conclusión: expulsé a Israel Damonte y cuando terminó el partido se acercaron a mi camarín los técnicos Pedro Troglio y Mauricio Pellegrino para agradecerme porque ellos creían que sus jugadores se iban a lastimar.
¿Cómo fue el día después?
Miguel Scime era el director de la escuela de árbitros y me criticó duramente diciéndome que el sol del verano me hizo mal. Al año siguiente volvieron a jugar Estudiantes y Gimnasia, y terminaron todos a las trompadas. Ese día salí del reglamento, tuve repercusión mundial pero fue una herramienta para lograr el objetivo.
¿Por que no ocultaste tu fanatismo a San Lorenzo?
Porque yo no vivía de San Lorenzo y al hincha de futbol a medida que trabajas dentro del futbol lo vas perdiendo. Aquel pibe que siguió a San Lorenzo estando en Primera B ya no estaba más. Yo sabía que si me la mandaba, el próximo fin de semana no iba a dirigir y yo quería estar adentro de una cancha y cada vez con mejores partidos. Un día a Santiago Gentiletti que jugaba en San Lorenzo le tuve que explicar que primero era árbitro y después hincha de San Lorenzo. También dirigí el día que Huracán ascendió a primera contra Godoy Cruz. Julio Grondona me agradeció porque Carlos Babington (presidente de Huracán) le tuvo que ir a pedir disculpas.