Hace tiempo que Adrián Carlos Czornomaz dejó de gritar aquellos goles que le dieron vida a una época dorada del viejo Nacional B. Tras ser ayudante de campo de Leonardo Madelón y de Ricardo Zielinski, el Pirata asumió como entrenador principal de Argentino de Quilmes, el club que lo vio nacer.
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“Yo tengo dos amigos a los que conocí en Mar del Plata estando de vacaciones y resulta que eran periodistas de la revista Solo Fútbol. Se llaman Pablo Vignola y Mariano Bourgarel. Ellos me entrevistaron cuando tenía 17 años y hasta me sacaron una foto. La nota fue titulada ´El pibe del apellido difícil que hace fácil lo mejor del fútbol´. Imaginate que ese recorte me lo llevaba a todos lados y se los mostraba a todos. A mí me conocían como ‘El Polaco’ y ellos me bautizaron ‘El Pirata’. Con ese apodo jugué en todos lados, fui tapa de El Gráfico cuando le hice un gol a Sergio Goycochea y solo me faltó jugar en la Primera D”, recordó sobre aquellos inicios en el deporte que se convirtió en su trabajo y en su pasión.
Czornomaz pasó de tener un tiempo formativo a puro gol en Argentino de Quilmes a disfrutar de un Independiente que era modelo, ejemplo y campeón: “Tuve la fortuna de formar parte de uno de los mejores Independiente y encima jugué al lado de mi ídolo: Ricardo Bochini. Era muy fácil jugar con El Bocha porque era simple y todo lo hacía bien. Te miraba y ya sabía dónde poner la pelota. Como persona era muy agradable e introvertido y con los pibes era muy generoso”.
El Pirata es tercera generación de polacos y ese apellido difícil de escribir logró imponerse haciendo goles de todos los colores: “Me pagaban muy bien en la segunda categoría del fútbol argentino. A pesar de recibir buenas ofertas de equipos mexicanos o de Sudamérica prefería quedarme en nuestro fútbol porque la plata me rendía. Viví la época del 1 a 1 (un peso, un dólar) y tanto en primera como en el Nacional B te pagaban muy bien. Tenía 25 goles de promedio y siempre me preguntaban ‘qué fácil es el gol’. Hice 160 goles en el Nacional B y esa marca será imbatible por algo muy simple: hoy a un pibe que hace 15 goles lo compran de primera o se va al exterior”.
“En mis contratos solía agregar premio por gol. Entonces me pagaban 100 pesos por gol y si llegaba a 20 goles me empezaban a pagar 500 pesos por cada uno, porque ya estábamos en la zona definitoria del torneo. A veces era generoso y compartía mi premio con los que me tiraban el centro atrás y yo solo la tenía que empujarla”, reveló.
¿De chico ya hacías goles?
Siempre estuve ligado al gol y mucho tuvo que ver Argentino de Quilmes, que me recibió con mucho afecto. Lo particular es que empecé jugando de volante central y un técnico llamado Patricio Lara me preguntó si me animaba a jugar de nueve en la séptima división, porque el titular había faltado. Hice dos goles y nunca más salí.
¿Te sorprendió el interés de Independiente?
Las estadísticas eran contundentes. Porque había hecho muchos goles en la séptima y la quinta división. Y cuando estaba por debutar en la primera de Argentino de Quilmes donde el técnico era Osvaldo Piazza, me vino a buscar Independiente. Creo que de pibe era muy inteligente para meter diagonales, hacer rulos y no quedar adelantado. Nunca fui rápido ni potente, pero me ayudó mucho saber entender el juego. A Independiente me lleva el profesor Díaz, que trabajaba tanto en “El Mate” como en Independiente.
¿Quién te probó en Independiente?
Dos referentes de la historia como Miguel Ángel Santoro y Ricardo Pavoni. Me probaron jugando con los chicos de la quinta enfrentando a los de la cuarta y en ese partido me salió todo bien. Metí dos goles y uno de ellos desde la mitad de la cancha. El mejor gol que hice en mi vida pero obviamente no está grabado. Sacó nuestro arquero, la paré con el pecho y de media vuelta la metí en el arco. Justo Pepé Santoro, que estaba caminando por fuera de la cancha, pasaba por ese arco y vio cómo la pelota entraba.
¿Qué significó llegar a la primera de Independiente?
No paré de hacer goles porque me fue muy bien desde la quinta división hasta la reserva. Fue en la época en que Independiente contrató como técnico a Jorge “El Indio” Solari. Ese cuerpo técnico tenía un método moderno donde había un equipo de reserva que se entrenaba a la par de la primera. El Indio me hablaba bastante pero delante tenía a Carlos Alfaro Moreno y a Marcelo Reggiardo, que lo había traído él porque lo conocía de Newell’s. Ese equipo tenía a Rubén Insúa, Migue Ángel Ludueña, José María Bianco y a mi ídolo, Ricardo Bochini.
¿Cómo manejó Jorge Solari el repudio de los hinchas?
Se respaldó en su método de trabajo y tenía el respaldo de los jugadores y básicamente del Bocha. A partir de la décima fecha se enderezó y fue imparable. En mi debut le hice un gol a Talleres de Córdoba y la sensación fue tremenda porque parecía que la Doble Visera iba a explotar. También le hice un gol a Rosario Central y otro a Estudiantes. Me sentí parte de ese equipo campeón 88/89 que fue famoso porque si el partido terminaba empatado, terminamos definiendo por penales para sumar un punto extra.
¿Fue un error haberte ido de Independiente?
Me fui porque Jorge Solari me dijo que iba a sumar más delanteros porque se venía la Copa Libertadores y no iba a tener lugar. Cobreloa de Chile me ofreció un buen contrato y su técnico Andres Prieto me demostró mucho interés porque, como era un formador, me conocía de las inferiores de Independiente. Era un gran salto desde lo económico y además iba a tener continuidad. Me fui de Independiente pensando que algún día iba a volver. En Calama lo único verde que ves es la cancha, es un lugar bravo para vivir, sin embargo metí 35 goles.
¿Cuál fue el motivo para jugar en San Lorenzo?
Porque Hugo Pedraza, que era el ayudante de Ricardo Rezza que dirigía a San Lorenzo en ese momento, me conocía por dirigir en Chile. Llegué a préstamo y con una opción de compra. Me fue muy bien en San Lorenzo, donde ganamos la Liguilla 1991 eliminando a Independiente, River y Boca. Ese torneo te permitía sumar dos refuerzos y para nosotros fueron clave Carlos Bustos y José “Pepe” Albornoz. A pesar de no tener una localía fija, la gente nos seguía a todos lados. Tuve un año impresionante.
¿Austria fue un buen destino para jugar?
Acepté ir a Rapid de Viena porque con solo 22 años pensé que era un buen trampolín para llegar a Italia y poder acercarme a lo que estaba haciendo Gabriel Batistuta en la Fiorentina. Llegué en enero y los días se terminaban a las cinco de la tarde. Para colmo me costaba mucho socializar con mis compañeros por la traba del idioma. Duré solo seis mese porque tuvimos un problema serio con la compra de mi pase.
¿Estuviste a punto de ir preso?
Te cuento como fue la historia. San Lorenzo hace uso de la opción y me compra al Cobreloa y, a su vez, Fernando Miele me vende al Rapid de Viena. San Lorenzo hizo un gran negocio. Pero una investigación de la CIA (Agencia central de inteligencia) determinó que la dirigencia de Rapid de Viena estaba haciendo un lavado de dinero con mi fichaje. Con mucho nerviosismo tuve que ir a la Embajada Argentina en Austria para que yo les explique cómo acordé mi pase desde San Lorenzo a la liga austríaca. Básicamente que les cuente el paso a paso. A pesar de que no había hecho nada malo, tenía miedo de quedar preso. Los dirigentes terminaron procesados y la nueva dirigencia me terminó echando del club. Yo tenía ganas de seguir porque se venía el verano europeo.
Tuviste como técnico a una figura del mundial 1978.
Hans Krankl es una leyenda del fútbol austríaco porque jugó dos mundiales (1978 y 1982) y siempre fue goleador. Hablábamos casi siempre porque dentro del plantel era el único que sabía español, porque jugó varios años en Barcelona. En el Mundial de 1978 jugó en las canchas de River, Vélez, Minella de Mar del Plata y en el Kempes de Córdoba. El tipo hizo cuatro goles y le ganaron un partido histórico a Alemania. Como yo era lento, Krankl me quiso corregir la manera de correr, pero como no podía mejorarse el movimiento decidió tirar la toalla.
¿Por qué tu vuelta fue en el Ascenso argentino?
Cómo quedé enganchado al Rapid de Viena ellos pedían mucha plata para darme un préstamo. Además por el conflicto, FIFA determinó que yo solo podía jugar en equipos de segunda división. Ascendimos con Banfield, fui goleador del torneo jugando en All Boys, fui figura en Los Andes y así fui transitando mi vida en el Ascenso. Volví a jugar en primera después de una gran negociación de los dirigentes de Universitario de Perú.
¿Algún técnico te marcó?
Tuve muy buenos técnicos: Jorge Ginarte en Los Andes, Eduardo Manera en Universitario de Perú y Ricardo Rezza en San Lorenzo. Ellos pensaban en el aspecto personal del jugador y eso lo intento hacer cuando estoy a cargo de un plantel. Mi objetivo es que los 25 jugadores estén comprometidos con el plantel. Me identifico con el Independiente de Jorge Solari y el All Boys donde tuve compañeros de lujo como Damián Yáñez, Gastón Barroso y Juan Barbas. Ese equipo le ganó al Estudiantes de Juan Sebastián Verón, Rubén Capria y José Luis Calderón.
¿Sos seguidor de fútbol americano?
Me encanta mirarlo y me ayuda mucho a tomar decisiones en el fútbol porque se ataca por aire y por tierra. Cuenta con muchas jugadas preparadas y todos saben lo que va a hacer su compañero. Creo que en un mediano plazo el fútbol va a tomar muchas cosas de esa actividad porque cada vez más se va a necesitar de especialistas. Ya tenemos entrenadores de arqueros y creo que tendremos especialistas en defensa, en ataque y de pelota parada.