Leonardo Madelón tiene motivos y derecho para hablar de San Lorenzo. A sus 61 años se entusiasma y recuerda sus primeros pasos en la ciudad deportiva. “Llegué al club de la mano de mi papá y pude quedarme hasta debutar en primera. Pude jugar en el Gasómetro de Avenida la Plata cuando estaba en inferiores”, recordó.
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“El destino incierto que tenía San Lorenzo nos metió un gen que nos permitió ser resilientes y tener una personalidad acorde para salir de las adversidades. Soy de la época donde muchos de mis compañeros que tenían hijos no tenían plata para llenar la heladera. Hoy que soy técnico se los cuento a mis jugadores cuando me dicen que están un par de meses sin cobrar. Ese San Lorenzo de los milagros siempre tenía dificultades en la semana, pero tenía un espíritu tan grande que lograba resultados impensados porque ante la adversidad cada día éramos mas unidos”, agregó en diálogo con TN.
Madelón fue jugador de San Lorenzo desde 1982 hasta 1988, período en el que logró el ascenso a primera y pudo hacer una de las campañas más recordadas de su historia. “Con el Bambino Héctor Veira tuvimos un muy buen año a pesar de los problemas económicos. Fue tan bueno que pudimos clasificar a la Copa Libertadores porque le ganamos la final de la liguilla 1988 a Racing. Nos entrenamos en la cancha de Lugano (Tapiales) y del Deportivo Español, y creo que fuimos el último equipo con espíritu amateur. El primer partido se lo ganamos 2-0 con los goles de Beto Ortega Sánchez y Rubén Romano, y el segundo en Vélez perdimos 1-0, pero nos alcanzó para ir a la Libertadores. Ese día lo echaron a José Luis Chilavert, que llegó con 19 años a San Lorenzo. Era flaco, alto y se tiraba como un gato. Me acuerdo que lo educamos porque era un niño. Ese equipo jugaba con el corazón y besaba la camiseta de verdad”.
Pero el vínculo de Madelón con San Lorenzo no se detuvo, sino que continuó en su etapa de técnico. “Cuando regresé el club tenía otra estructura y me di cuenta del valor que tenía jugar en nuestra casa. Nosotros estábamos de prestado en Vélez, Atlanta, Ferro, Huracán y Boca. Lamentablemente, San Lorenzo tiene una historia relacionada con serios problemas políticos y además cuando asumí como técnico el promedio nos acechaba. Es una institución grande pero siempre lo tironean y lo terminan desarmando. Terminamos haciendo una campaña más o menos, nos tocó conducir a un entorno muy picante. Di todo lo que estuvo a mi alcance, me tocó acertar y equivocarme. Con el paso del tiempo te digo que tendría que haber esperado para cuidarme un poco más. Nunca me hubiera perdonado decirle que no a San Lorenzo, porque nos criaron así. San Lorenzo tiene los mismos problemas que el país y siempre me pregunto ‘¿Por qué no se juntan y resuelven los problemas?´”
¿Extrañas tu época de jugador?
Se fueron perdiendo los valores humanos porque el dinero que hay en el fútbol nos fue distanciando a los protagonistas. Intento conservar la parte humana con el jugador, me gusta saber cómo piensa y qué problemas tiene. Pero sé que muchos en el ambiente solo le preguntan en qué posición juega o cuantos goles lleva hecho. Cuando jugaba en primera había dos o tres casas de deportes que te vestían y te daban los botines. Nos volvíamos contentos con nuestra bolsita de ropa. Hoy el jugador se sienta, elige lo que desea y se los traen. Fue hermoso el pasado pero me tuve que adaptar.
¿Sabías pelear por tus contratos?
Cuando era un pibe yo sentía que quería ganar más, pero cuando quedaba mano a mano con los dirigentes, vestidos de saco y corbata me achicaba. Les decía ´quiero 10, solo bajo hasta 7 nomas´. Me entregaba de movida y arrancaba perdiendo 1-0. Hoy esos temas los maneja otra gente y está muy bueno.
¿Te dolió dejar San Lorenzo?
De San Lorenzo me voy porque con Norberto Ortega Sánchez teníamos una cláusula del veinte por ciento y el reglamento marcaba que no podías arreglar con un club de primera. Ortega Sánchez se va a Elche y yo bajo a segunda para jugar en Unión de Santa Fe, que no era de los equipos indicados para subir a primera. El cambio fue fuerte porque pase de jugar semifinales de Libertadores a estar en el Nacional B. Me terminó de convencer Humberto Zuccarelli que era el técnico de Unión, que tenía a jugadores de experiencia como Roberto Passucci, Jorge García y José “Pepe” Castro.
¿Qué estabas haciendo el 29 de julio de 1989?
Yo tenía 26 años y eso será inolvidable para los hinchas de Unión y para mí. Colón jugó mejor que Unión en la fase regular, pero definir el ascenso a primera con tu clásico rival es otra historia. Encima nuestros últimos 15 partidos de ese campeonato los ganamos y éramos serios y confiables. En la Liguilla habíamos eliminado a Deportivo Italiano, Almirante Brown y ese 29 de julio de 1989 fue el momento de mayor felicidad en el fútbol. Ganamos 3-0 en el global con el “Madelonazo” en el 15 de Abril y ascendimos a primera.
¿En cierto que Rosario Central te enamora?
A Rosario Central te enseñan a quererlo los pibes del club. Para Pedro Uliambre, Alberto Boggio, Ariel Cuffaro Russo, Marcelo “Chelo” Delgado y demás chicos era Central y nada más. Fue especial porque antes de irme a probar a San Lorenzo, no había quedado ni en Central ni en Newell’s porque había muchísimos chicos. A mi me dirigieron Ángel Zoff, Eduardo Solari, Carlos Aimar y Vicente Cantatore, un argentino que trabajó en España. El símbolo era Omar “El Negro” Palma y me buscaron porque necesitaban un jugador que hiciera la pausa en la mitad de la cancha. Para colmo habían vendido a Juan Pizzi y Hugo Galloni se les había lesionado. Pude ver el crecimiento de talentos como David Bisconti, Pablo “Vitamina” Sánchez y Kily González. Cuando me tocó dirigir a Central saqué la conclusión de que si ganás, quieren más.
¿Le veías pasta de técnico al Kily González?
Lo único que te puedo decir es que era un líder natural. Yo me di cuenta de que iba a ser técnico en los últimos años de jugador porque estudiaba cómo jugaban los rivales. Kily tuvo la virtud de controlarse, porque era muy impulsivo en la cancha. Yo le hablaba mucho porque se peleaba con la gente y se cargaba de tarjetas amarillas y rojas. Lo contuvimos junto a Fabián García y Mariano Lisanti, y en 19 partidos tuvo solo 2 amarillas.
¿Ser técnico es el peor oficio que tiene el fútbol?
Siempre me pregunto, ‘¿qué pasaría si un entrenador prepara a su equipo durante toda la semana y no se sienta en el banco el día del partido?’. Yo creo que el hincha y los dirigentes no sabrían en ese momento a quién echarle la culpa de un mal resultado o de un accidente dentro del partido. El entrenador es el hilo más débil, a pesar de los 30 jugadores y una dirigencia que fue elegida por los socios.
¿Sentiste que pusiste en juego tu salud?
Soy un apasionado y tengo en claro que en cualquier profesión pones en juego tu salud. Yo amo el fútbol y me gusta conducir a un grupo de futbolistas, pero tengo en claro que por un disgusto uno puede tener un exceso de presión y puede ser peligroso. Sin tomar pastillas, pero en base a lo psicológico estoy tratando de controlar la ansiedad y empezar a disfrutar un poco más. Tomé el desafío de dirigir a Nueva Chicago condenado y, como le dimos tanto a la gente, ellos estando descendidos despidieron al equipo llevando una multitud a la cancha de Independiente. Logramos también ascender a primera a un Olimpo que tenía la trompada de Carlos Monzón.
¿Soportarías otra promoción como la de Gimnasia-Atlético Rafaela?
Siento que me quedó una cicatriz por lo dolorosa que fue esa definición y que por suerte tuvo un final feliz. Me ayudó mucho la lectura de libros en base a la psicología y la autoayuda. Nos tuvimos que poner bien en tres días luego de haber perdido 3-0 en Rafaela. ¡Tenía que levantar a los jugadores, los dirigentes y los hinchas, y encima aislarlos de todo lo que se decía!. Por momentos me sentía un actor en ese afán de motivar al plantel que había tenido un año muy bueno porque sumamos muchos puntos, pero no alcanzó para salir de la promoción que había sido el objetivo primario. Mira lo mal que estábamos.
¿Cómo se dio ese milagro?
No pudimos siquiera analizarlo a Rafaela porque fue todo de inmediato y nos durmieron en el partido de ida. Yo sigo creyendo que los jugadores de la primera división pensaron que siempre se va a sobreponer y hay muchas muestras de que pasa lo contrario. La Copa Argentina curó al jugador, que ahora es consciente. Les dije a los jugadores mientras se jugaba el partido que estuvieran tranquilos, que el premio iba a llegar y ellos con la mirada me trataban de loco. Y sobre el final un “enano” (Franco Niell) hizo dos goles de cabeza y nos quedamos en primera.
¿Es difícil trabajar con tu hijo?
Mi hijo se formó como preparador físico complementando al profesor Mariano Lisanti en Platense y Arsenal. Después se largó solo y empezó a trabajar conmigo en Gimnasia y Central Córdoba. Augusto me sorprende por su capacidad, porque tiene luz propia y porque no pretende dentro de mi cuerpo técnico un trato diferencial hacia él.
Contame de tu debut como jugador.
Debuté como jugador un 7 de febrero de 1982 en la cancha de Ferro y le ganamos 2 a 1 a Gimnasia con goles de Hugo Paulino Sanchez y Eugenio Morel Bogado. El técnico de San Lorenzo era Juan Carlos “Toto” Lorenzo y me dio la camiseta número 10. Sentí mucha emoción porque vino toda mi familia de Cafferata. Era un pibe responsable porque dejé un pueblo que amo, a mis amigos y a mi familia, y además llegué a un club donde no me conocía nadie. Me sobrepuse y pienso que ese día jugué bien. En el equipo estaban Ruben Cousillas, Ruben Insúa y Jorge Rinaldi.
¿Te acordás de tu primera charla como entrenador?
Decidí quedarme en Buenos Aires con mi mujer y mis tres hijos. Me tomé dos años para estudiar un poco sobre la profesión y a los 34 años llegué a Colegiales de la mano de un amigo llamado Mario De Petra. En mi casa me miraba al espejo y ensayaba el discurso que les iba a dar a los jugadores. Y cuando llego a Colegiales, voy a la mitad de la cancha y había 20 jugadores que medían un metro noventa que me estaban mirando. Te juro que todo lo que le iba a decir desapareció de mi mente, se me apagó la luz. Solo les pude decir “Muchachos, vamos a tener un buen año, vayan a correr con el profe y mañana hablamos tranquilos”. El primer día la tiré afuera.