Damián Jonás Troncoso es el técnico de Berazategui, que aspira ascender de categoría. Es el hijo de Jorge Troncoso, quien además de jugar en Vélez, River y Chacarita, se puso la camiseta de aquella Selección argentina que recibió el apodo de “Fantasma”.
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“Estoy en el fútbol desde muy chico porque acompañaba a mi papá a todos lados. Mi viejo, junto a Pedro González, como técnicos lograron ascender con Deportivo Laferrere al Nacional B. Me acuerdo de que en las sobremesas que mi viejo compartía con él, Carlos “Toti” Veglio y Juan Carlos Piris se la pasaban hablando de fútbol y ellos siempre me pedían una opinión. Por eso, cuando empecé a trabajar como técnico, busqué videos de equipos de aquella época, como por ejemplo del Huracán del 73. Miraba los movimientos de Carlos Babington y Miguel Brindisi, que lograban sorprender por su posición, a pesar de la habilidad que tenían. También miré a Holanda del 74, donde encontraron un desorden muy difícil de controlar. Ver a Johan Cruyff jugando de líbero me rompió la cabeza”.
Troncoso hizo inferiores en San Lorenzo y Ferro. También jugó en Nueva Chicago, Lamadrid y All Boys donde compartió equipo con Martin Andrizzi, Ramiro Pizarro, Fernando Sánchez y los hermanos Patricio y Fernando D’Amico. Cuando todo pintaba color de rosa con la pelota en los pies, la luz se le apagó de repente. “Como jugador no tuve conducta porque no necesitaba esforzarme. Todo era muy natural. Yo pude haber jugado en el más alto nivel, pero deje pasar la oportunidad. Hasta que me lesioné la rodilla en la cancha de Comunicaciones y todo se terminó”.
Los vínculos familiares con el fútbol no terminan en su papá. El DT de Berazategui es yerno de Osvaldo “Patota” Potente, un crack que tuvo Boca en la década del setenta, y su tío segundo fue Carlos “Lucho” Sosa, campeón sudamericano con la selección Argentina en 1945 y 1946.
“No te creas que dirigir en la primera C es fácil. Acá hay buenos jugadores, buenos equipos y básicamente directores técnicos muy preparados. Cuando dirigí a Ituzaingó nos eliminó Defensa y Justicia en la Copa Argentina y me acuerdo de que Julio Vaccari me dijo ‘Te felicito porque no traicionaste la idea y jugaron como en los amistosos. Además no pegaron e intentaron siempre´. Y luego me dio un abrazo”, recordó sobre aquel diálogo con el actual DT de Independiente.
¿Haber comenzado tan temprano la profesión de técnico te benefició?
Me considero un afortunado porque en poco tiempo salté de dirigir inferiores a estar al frente de un plantel de primera. En febrero llegué a Deportivo Riestra y en marzo estaba en la cancha de Lanús dirigiendo al equipo en un reducido para subir de categoría. Recuerdo que, tras la salida de Rodolfo De Paoli, se hizo cargo del plantel Walter Viquiera quien al tiempo renunció y me dieron la oportunidad. Pasé de dirigir cuarta, quinta y sexta a estar entrenando con la primera. Tenía 32 años y dirigí 107 partidos en Riestra.
¿Contar con tu papá de ayudante de campo es productivo?
Mi papá estuvo en el equipo “fantasma” que viajó a Tilcara y estuvo cerca de ir al mundial de Alemania 1974. Me pone muy feliz convivir con él en el ámbito que amamos. Tiene 74 años y casi todos ellos relacionados al fútbol. Fue dirigido por Osvaldo Zubeldía, César Menotti, Omar Sívori y Angel Labruna. Me ayuda mucho porque hay cosas que en el fútbol no han cambiado, como el vestuario y la impronta del buen jugador. También les consulto a Rubén Insúa, Leo Madelón y Fabian García. José “Toti” Iglesias me dio tips para ayudar a nuestros delanteros.
¿Tu objetivo es poder dar el salto a primera?
No lo descarto, más aún viendo que muchos técnicos pudieron progresar. Un caso concreto es el de Diego Martínez, quien dirigió a Ituzaingó en Primera D y es un faro para los que venimos de abajo. Me gusta porque busca estar cerca de los jugadores. Siempre digo que yo soy uno más, pero en los partidos no me ponen. No hay que forzar los momentos y si se tiene que dar, se dará.
¿Rodrigo Aliendro despertaba muchas cosas?
Lo tuvimos en Ituzaingó y llegó faltando una semana para el arranque del campeonato. En la primera fecha contra Lamadrid lo mandamos al banco, pero cuando entró los rivales eran conos para él. Era gratificante porque defendía muy bien y atacaba igual. Además, su habilidad le permitía llegar al gol. El éxito le pertenece a él, pero en un momento de su vida le dimos un empujoncito importante porque si no trascendía en Ituzaingó a lo mejor se tenía que ir a trabajar.
¿Te conmovió el crecimiento de Andrés Vombergar?
Recuerdo que se estaba recuperando de una lesión y cuando volvió mi viejo me dijo ´Ojo que este chico tiene condiciones’. A pesar de ser grande físicamente, tenía buena técnica para salir del área y jugar con los volantes. Además tenía un cabezazo demoledor. Debutó en Ituzaingó en primera C y le fue tan bien que pasó a Fénix, luego a Los Andes y al fútbol esloveno.
¿Fuiste clave para que Vombergar llegara a San Lorenzo?
Se lo habían ofrecido a Rubén Insúa y Fabián García (su ayudante) me llamó para consultarme sobre él. Estaban buscando un nueve bien de área y les dije que lo llevaran porque tenía un estilo como el de Martín Palermo y se iba a comprometer con el equipo por su seriedad. Por suerte estuvo a la altura de un grande como San Lorenzo.
¿Cómo conviven el fútbol y las telas?
Soy vendedor de telas y trabajo en una empresa donde se comercializa tejido de punto. Es mi otra faceta laboral. Además, me encanta diseñar camisetas de fútbol y cada tanto les propongo a los dirigentes de Berazategui hacerle un lindo diseño. Me gusta todo lo ligado al fútbol, hasta su indumentaria deportiva.
¿Qué significa en tu vida la Medalla Milagrosa?
Hacer esta nota a metros de la Iglesia Medalla Milagrosa para mí es muy fuerte. Porque en este lugar transcurrió mi infancia y mi adolescencia. En la Medalla Milagrosa estudié, hice amigos y conocí a mi esposa. Siendo estudiante, un día me enteré de que en la iglesia se casaba Pedro Troglio, fue luego de que Argentina ganara la Copa Mundial en México 1986. Recuerdo que Troglio estuvo con nosotros durante una hora en la sacristía y se lo notaba muy nervioso. Después entró a casarse y yo les pedí autógrafos a los campeones del mundo.