Hace exactamente 50 años, el planeta se detuvo a mirar el partido más insólito de la historia del fútbol: la Alemania Federal y la Alemania Democrática se enfrentaban en el Mundial 1974.
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En 1945, cuando cayó el régimen Nazi, Los Aliados (Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña) se dividieron Alemania junto con la Unión Soviética. Fue literal: partieron al país en dos partes; el oeste para los grandes vencedores de la Segunda Guerra Mundial y el este para la nación comunista.
Como Berlín, la capital del Estado y una de las ciudades más avanzadas del mundo en el plano industrial, estaba en el territorio soviético, hicieron lo mismo: la mitad occidental se la quedó Estados Unidos y la oriental fue para la URSS.
Por lo tanto, para 1949 ya había dos países distintos: la República Federal de Alemania (el capitalismo de occidente) y la República Democrática Alemana (el oriente soviético, comunista). Aproximadamente medio millón de habitantes cruzaba cada día las fronteras; cualquiera visitaba a su familia, trabajaba y compartía las experiencias de ambos modelos. Se estima que entre ese año y 1961, cuando se construyó el Muro de Berlín, hubo alrededor de 2,7 millones de personas que se fueron de la RDA.
El Muro de Berlín: dos mundos divididos en una ciudad
La Alemania capitalista pregonaba la idea del liberalismo económico y el intercambio de productos con el resto del mundo, con el individualismo como forma de vida. En el este, el régimen comunista garantizaba derechos humanos básicos como el hogar, la comida, el trabajo, la salud y la educación, pero había un control extremo en el día a día de cada ciudadano.
En la noche del 12 de agosto comenzó la construcción del Muro de Berlín. La Alemania Democrática levantó un paredón en toda la frontera, superior a 150 kilómetros. La imagen es elocuente: Berlín occidental estaba amurallada y era el único pulmón capitalista en un país comunista, con una sola ideología y una policía amenazante.
De un día para el otro, miles de familias se separaron y no pudieron volver a abrazarse. Al principio, las personas coordinaban días puntuales y hablaban a través del muro, que tenía alambres de púas y no superaba los dos metros. Sin embargo, tiempo después levantaron hasta más de tres metros y medio, además de otro muro paralelo a aproximadamente 300 metros. Entre una pared y otra, estaba el pasillo de la muerte: el Ejército tenía la orden de dispararle a cualquier persona que saltara alguno de los muros. En total, se confirmaron 136 muertes durante las casi tres décadas que estuvo dividida la ciudad por el cemento; sin embargo, algunas fuentes estiman que podrían haber sido 206.
El partido de la historia: el fútbol como chivo expiatorio de la política
El 22 de junio de 1974, las dos Alemania se enfrentaban en el último partido de la Fase de Grupos del Mundial. El encuentro histórico se disputó en el Volksparkstadion de Hamburgo, del lado occidental. El operativo de seguridad fue inigualable: helicópteros sobrevolaron el estadio, perros policías antiexplosivos, francotiradores, detectores de metal en los accesos y siete controles para ingresar a las tribunas.
Alemania Federal, la organizadora del Mundial, contaba con estrellas del calibre de Franz Beckenbauer y Gerd Müller; el equipo oriental no tenía grandes figuras ni mucho menos. El encuentro no tuvo muchas emociones, más allá de los dos intrusos que ingresaron al campo de juego y quemaron una bandera de la Alemania Democrática.
A los 77 minutos de juego, el delantero Jürgen Sparwasser marcó un gol para el recuerdo: aprovechó una distracción y le dio el triunfo a la débil Alemania Democrática, que con ese batacazo terminó primera en su grupo. Sin embargo, en la segunda ronda quedaría eliminada (había otra zona, en la que no ganó ningún partido). La Alemania capitalista, derrotada y humillada en su casa, después se recompuso y se consagró campeona ante la inolvidable Holanda de Johan Cruyff.
Rivales, no enemigos: el cambio de camisetas clandestino
Si bien cualquiera podría pensar que entre las dos Alemania existía un odio irreparable, no era así, aunque los dos intrusos quisieron instalarlo en el césped. De un lado y del otro del Muro de Berlín había familiares, amigos, amores que se vieron obligados a separarse. No había rencores ni malos deseos mutuos: la disputa era netamente política, en la famosa Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Alemania, simplemente, era un campo de batalla.
Una vez terminado el partido, los jugadores no podían mostrarse muy amistosos con sus rivales. Por lo tanto, Paul Breitner, futbolista de la RFA, esperó en el túnel al autor del gol para hacer un intercambio de camisetas clandestino. Si bien fue ocultado durante mucho tiempo, años más tarde lo admitió Sparwasser.
De héroe a traidor: la antesala de la caída del Muro de Berlín
A principios de 1988, Jürgen Sparwasser viajó a la Alemania Federal a disputar un partido amistoso entre veteranos. El famoso delantero, emblema de la Alemania oriental, se fugó y se quedó a vivir en el oeste. De hecho, dejó una carta en el hotel donde concentraban los futbolistas y en ella detallaba su deseo de quedarse en la parte occidental. El servicio de noticias de la RDA, informó: “Las fuerzas antideportivas cazaron furtivamente a Jürgen Sparwasser, quien traicionó a su equipo”.
Un año después, el 9 de noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín. La desgastada Unión Soviética se retiró del territorio y fue el fin de la Guerra Fría. A partir de ahí, la ciudad dividida volvió a ser una capital cosmopolita, a pesar de tanto sufrimiento. Muchísimas personas que habían nacido de un lado del Muro durante la década del 60, pudieron conocer a sus familiares, que los recibieron con los brazos abiertos del otro lado. Otros ciudadanos, sin embargo, no corrieron la misma suerte: el oriente era mucho más pobre que el occidente y allá no tenían garantizadas las necesidades básicas, lo cual significó un quiebre muy importante en la economía de mucha gente.
Berlín hoy, a 35 años de la caída del Muro
Al caminar por la capital alemana, cualquier persona puede sentir la historia en sus pies. Más allá de la East Side Gallery, la sección más larga del Muro que sigue en pie con 1,3 kilómetros, hay adoquines en el suelo que siguen el mismo trazado que dividían el este del oeste. Incluso muchos rincones recuerdan a las víctimas de la Guerra Fría y a aquellos individuos que marcaron a fuego las páginas de la memoria.
“Visit Berlin” es el ente encargado, entre otras cuestiones, de promover la historia reciente de la ciudad. Este 9 de noviembre se celebrarán los 35 años de la caída del Muro y habrá distintos eventos oficiales para recordar una de las fechas más importantes de la humanidad.