Algunos árbitros del fútbol argentino son tan malos que parecen corruptos. El resultado final, el daño al todo que es la credibilidad en la industria y en el juego, al fin y al cabo, es el mismo. Pero es menester separar la paja del trigo. Existen los buenos, también, y exponen al resto, por supuesto.
El botín ante el “favor”, voluntario o involuntario, no es un maletín con dinero para el referí de turno. Equivocarse para un solo lado, aparentemente, equivale a prosperidad y permanencia en el oficio. Caerle a un nombre propio sería un error. El enfermo es el sistema. La prueba son los premios y los castigos.
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En este universo absolutamente subjetivo, en donde se funden la mala fe y la torpeza, el VAR funciona como un buen fiscal. Porque lo que no vio un juez, o no quiso ver, se puede revertir accionando un botoncito, el rewind. Por eso, si lo grotescamente obvio no es sancionado en primera instancia y no es revisado y rectificado, es por algo. ¿Por qué?
El comportamiento servil, el extremar los recaudos o mirar para otro lado cuando hay que fallar en contra de un equipo pesado, no es un hecho de corrupción. Es el fracaso de la institución arbitral, a cargo de Federico Beligoy. ¿Notará el presidente de la AFA, Claudio Tapia, lo perjudicial que es para el fútbol argentino que se dude del que controla? ¿Comprenderá cabalmente Tapia que el error sistémico erosiona su imagen, que se sostiene por cada coronación de la celeste y blanca?
El fútbol argentino merece arbitrajes justos, aun en la convivencia con el error. Los jugadores de fútbol, actores principales, deben alzar la voz cuando la moneda cae para el lado propio. El silencio cómplice cuando un fallo solucionó lo que el juego no hizo extenderá los vicios reinantes.
¿Existe algo tan poco honorable como ganar porque dirigió un referí sin personalidad? ¿Qué debe cambiar para que esto cambie en nuestra sociedad? Hundirse en el análisis de la conducta humana parece demasiado. Alcanza y sobra con que se premie al que acierta y se castigue al que, por lo que fuere, obra mal. La respuesta está ahí y es elemental. Y los nombres propios ya fueron expuestos. Es urgente. Llegó la hora de actuar.