La primera Copa Libertadores que ganó Boca fue con el equipo del 77′ del Toto Lorenzo y bajo la presidencia de Alberto J. Armando, el mítico presidente del club y por quien la Bombonera lleva ese nombre.
Fue en aquellas épocas, también, cuando comenzó a formarse La 12, la barra brava xeneize, liderada por Quique, el carnicero, quien tenía, además, su cantina justo en frente de Brandsen 805, la puerta 1 de la cancha.
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En aquel entonces, la relación del hincha con los dirigentes del club era muy estrecha. Tan así que Quique tenía un vínculo muy fuerte con Armando y Lorenzo.
Fue ese el motivo por el que cuando Boca obtuvo su primera Libertadores, el lugar elegido por el técnico para festejar fue el histórico bar. Allí llevó a todo el plantel, que estaba conformado por figuras como Hugo Gatti, Pernía, Mouzo y Suñé, entre tantos otros ídolos xeneizes.
A partir de ahí, la historia fue siempre la misma: ganar y festejar. La cantina de Quique fue testigo de los primeros años dorados del club y este año, asegura su dueña, se palpitó el mismo clima copero que en aquel entonces.
El padre de La 12 y el nacimiento de La Glorieta
Enrique “Quique” Ocampo fue el primer jefe de La 12. Con él comenzó a gestarse la hinchada que hoy alienta desde la segunda bandeja de la tribuna norte.
Desde que era apenas un nene, Quique trabajó para una panadería de La Boca y desde ahí lo mandaban a vender sanguches de jamón y queso en la Bombonera, situación que fue despertando curiosidad, amor y una pasión inexplicable por esos colores que vibraban al ritmo del “dale bo”.
Durante años trabajó como carnicero hasta que un día empezó a juntar gente y formó a la hinchada más conocida del país.
Como vio que era un gran caudal de fanáticos el que domingo a domingo se acercaba a la cancha horas antes de cada partido, decidió poner un bar justo frente a la entrada principal de la Bombonera. Allí comenzó su legado: La Glorieta de Quique, que abrió sus puertas en 1973.
Sin embargo, tras la muerte del primer líder de La 12 en 2003, uno de sus cuatro hijos, Luis, continuó con su legado y día y noche vivió para la cantina más popular y más antigua del barrio que en este 2023 celebra su medio siglo de vida.
Hoy, a poco más de un año de la partida del heredero, es Sandra, la nuera de Quique, quien junto a un grupo grande de trabajadores llevan adelante el mítico lugar que aún tiene colgados los trapos azules y amarillos que supieron adornar el paravalanchas de la popular.
La cantina más popular de La Boca palpita por la final de la Copa Libertadores
Desde hace meses que la Copa Libertadores es lo único que pasa por la cabeza de los fanáticos bosteros y la Bombonera es testigo de ello partido a partido. Sin embargo, hay otro lugar que vivió el minuto a minuto de los seis encuentros que se jugaron de local y llevaron a Boca hasta una nueva final, esta vez por la séptima: la famosa cantina bostera.
“Las previas de los partidos por Copa Libertadores son increíbles porque el hincha de Boca ama ganarla. Hace tiempo que la gente sale del estadio de ver los partidos y aunque se gane, se pierda o se empate, el cantito a la salida es el mismo: ‘La Copa Libertadores es mi obsesión’. Es muy fuerte. En la cantina desde hace varios meses de golpe alguien empieza a cantar, empieza a sonar la campana y se arma la fiesta”, contó Sandra Yarlone, la heredera y actual dueña de la ahora Glorieta de Quique, a TN.
Aquel 6 de abril el equipo enfrentó a Monagas de Venezuela y comenzó el sueño que espera concretarse este sábado. Sin embargo, el recorrido fue largo: 12 partidos, sufrimiento, penales, salvaciones a último momento y sobre todo cábalas, muchas cábalas.
“Acá tenemos muchas personas que se juntan con sus amigos en el mismo lugar, a la misma hora, comen lo mismo. Inclusive hace meses un grupo de hinchas vino a buscar las remeras que estamos regalando porque cumplimos 50 años y se vieron todos los partidos con la remera y ahora se la llevaron para Brasil de cábala”, detalló Sandra.
Otra de las más populares ya la hemos visto a lo largo del Mundial 2022: “¡Una señora me contó que tiene al equipo brasilero freezado”, sumó entre risas.
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Una un poco más descabellada -si se puede llamar así a las cábalas- le pasó a una mujer. “Ella siempre venía con dos brillitos pegados, uno azul y otro amarillo, desde el principio de la Copa. En uno de los partidos se le cayó el azul y todos los que estaban alrededor la ayudaron: prendieron las linternas de los celulares y empezaron a buscar el brillito hasta que lo encontraron, increíblemente, y todos aplaudieron al salvador”, explicó.
Sin embargo, la más conocida en el lugar es la que tiene un hombre que “entra, pega la vuelta al rededor del negocio todo por dentro como si fuera una procesión y se va”. “Mira el partido en la cancha y cuando sale viene a comer”, agregó Sandra a la lista cabulera.
El último partido en la Bombonera, la emoción y Río de Janeiro
Entre cábalas y el sentimiento a flor de piel, Boca hizo su última presentación antes de partir a Brasil. “El último partido que se jugó de local con Estudiantes fue tremendo. Ya desde temprano vinieron a desayunar las peñas y todos siempre cantando. Fue muy especial porque si bien Boca no se jugaba nada ese día, la gente iba a despedir al equipo. Hubo una vibra tremenda, todo el tiempo cantando”, detalló. Y no fue lo más sorprendente de aquella tarde-noche calurosa.
Matías, un nene bostero, se volvió viral por una emocionante escena que protagonizó allí. “Los papás decidieron llevarlo a La Glorieta a cenar después del partido para entregarle la entrada y el pasaje para ir Brasil y de repente todo el negocio se puso a cantar ‘Mati se va a Brasil’”, destacó. “Otro de los chicos que trabaja con nosotros, Fede, también se va y cuando lo contó todo el mundo arrancó a alentarlo”.
“La gente se juntó para armar camisetas y banderas para llevar. Entre unos y otros se preguntaban si alguien sabía de micros que salgan a Río, hablaban con otros que necesitaba pasajes y así se iban juntando”, señaló Sandra.
La cantina fue testigo del último partido antes de salir rumbo a Río de Janeiro y los hinchas ya lo vivían con euforia. “Cuando la gente salió, a pesar de que Boca empató, se empezó a escuchar un himno. Iban por Brandsen cantando todos juntos ‘la Copa Libertadores es mi obsesión’ de una manera que la piel se te erizaba porque hacía tiempo que no se escuchaban tantas voces juntas”, señaló.
La gran familia xeneize se prepara para disputar una nueva final, esta vez contra Fluminense, y las cábalas, los rezos, las tradiciones y todo lo que esté al alcance de la mano para invocar una ayuda desde el más allá, volvieron a aflojar en cada rincón del barrio más azul y amarillo de la Ciudad. “Boca es una gran familia, es sentimiento y en La Glorieta eso se vive a pleno”, concluyó Sandra.