Miguel Ángel Lemme no es futbolista, no es entrenador, no es exnada, no es historia ni presente. Su trayectoria incluye más que todo eso porque las vivencias que tuvo lo convirtieron en lo que es: es un tipo del fútbol. Y le gusta hablar de lo que pasó (y se puede contar), mientras guarda lo que debe guardar y bromea hasta con las situaciones más caras a sus fibras íntimas en una charla que fue posible en el local de su amigo Cachi Carbone para TN.
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Cuando jugó, Miguel fue un recio volante hizo inferiores en San Lorenzo y Vélez, y se transformó en futbolista en Talleres de Escalada, donde debutó, para terminarla en Apeadero de Saladillo. Antes -dice y bromea- trabajó: ”Fui basurero, peón de carpintero, albañil y trabajé en una fábrica de tuercas en Vicente López. Cuando jugaba en Flandria me levantaba a la madrugada para ir de Billinghurst al trabajo y de ahí a San Martín para tomar el 57 que me dejaba en Luján. Volvía y jugaba a las cartas con los amigos en el bar y me acostaba a las 10 de la noche”.
Lemme tiene 70 años y una vida hecha de clubes. De cada uno de los 10 siente orgullo y respeto, pero arriba del todo hay uno: “Yo estaba afuera del fútbol porque no tenía club. Entonces me fui a jugar un torneo nocturno en Luján. Tuve la suerte de que me vio Rubén El Marqués Sosa y me recomendó a Flandria, donde viví tres años espectaculares. Jugaba con Danton Seppaquercia, Luis Orlando, Rubén Rocha y José Papalardo. Siempre que voy a Luján doy una vuelta por el estadio Carlos V”, recordó.
Y otro, Tigre, fue su gran trampolín: “Nueva Chicago nos ganaba 2 a 0 y nos empezaron a verduguear. Los empecé a putear a todos y en especial a dos hermanos. Terminé jugando un partidazo y lo ganamos 3 a 2. El técnico de Chicago era Juan Echecopar, que fue una gloria de Estudiantes y el hombre me recomendó a Bilardo”.
Pero antes de llegar a Estudiantes se fue a jugar al particular Loma Negra de Olavarría, un equipo tradicional de los Nacionales ochentosos. “Me tomaba el 252 y en Constitución nos esperaba un Mercedes Benz que nos llevaba a Olavarría. El chofer nos decía a Juan Manuel Sotelo y a mí: ‘Niños ¿quieren comer algo?’. Además la señora Fortabat nos pagaba premios por objetivo y en dólares, que eran billetes que yo nunca había tenido en la mano”.
El hombre que más conoce los secretos de Carlos Bilardo
A pesar de que su relación técnico-jugador con Bilardo fue demasiado corta, se trató de un amor a primera vista. Hoy, Lemme es el hombre que más conoce los secretos del Doctor: “Pasaron más de 40 años y seguimos siendo tal para cual y eso que nos seguimos tratando de usted. Me acuerdo que venía el profesor Ricardo Echeverría y si nos decía ‘te llama Serenata’, era porque estaba enojado y si te decía ‘te llama Gardel’, era porque Carlos estaba contento”.
Miguel Lemme también vivió los meses previos a la llegada de Carlos Bilardo a la Selección argentina de una manera muy especial. “Él nos decía que el foco era salir campeones con Estudiantes. Y como nosotros le preguntamos si se iba a la Selección, nos desafío a los jugadores grandes a que armemos el equipo con el que él iba a debutar. Yo terminé siendo el que más cerca estuve. Puse a Néstor Clausen, Claudio Marangoni y Miguel Russo”.
Ya como asistente del DT campeón del mundo cosechó anécdotas inagotables. “Estábamos en Sevilla y en su habitación tenía dos camas. De repente Carlos se acuesta y se tapa con una sábana y se pone a hablar por teléfono mientras me pregunta si se escuchaba algo. Le dije que sí y me pidió que le tire la frazada encima, pero seguía escuchando lo que hablaba. Me pidió que le tire el colchón de la otra cama pero seguía escuchando su voz. Hasta que me pidió que yo me tirara encima suyo y de esa manera poder hablar con una persona muy importante. Terminó de hablar y me dijo: ‘Miguel, casi me asfixiás’. Y terminó rematando con una frase que marcó la historia: ‘Diego se viene a Sevilla con nosotros’”.
El día que Bilardo contuvo a dos barrabravas en un velorio
Y cuando decimos que las anécdotas son variopintas, los son de verdad: cuando Miguel Lemme perdió a su madre, uno de los primeros que tuvo a su lado fue al Doctor Bilardo. “Carlos terminó su programa de radio y se vino para el velorio de mi mamá. En la puerta estaban las barras de Chacarita y de Morón que me vinieron a acompañar. Les dije que por favor no hagan quilombo porque se venían carajeando. La noche terminó en paz porque Bilardo los entretuvo contándoles anécdotas de fútbol a los dos bandos. Se quedaron hasta las 7 de la mañana”.
Lemme hoy
Hoy Miguel, que está casado con Marta Del Valle, una martillera que le hizo comprar un terreno en “Las Toninas Beach” y trabaja en una agencia de representación de jugadores con Joan Salvat, Alberto Gonzalez y Francisco Ayala, es parte de la asesoría de ese tándem. “Me siento útil asesorando a este grupo empresario. Me voy adaptando a los momentos. Soy un agradecido porque dirigí a Mario Kempes en un Senior jugado en Austria, a Maradona en Sevilla y a Messi en la Selección. Además tuve como técnico en Argentinos a Angel Labruna, que me decía que me faltaba calle porque no conocía el hipódromo y que había un cinco en las inferiores que era un crack: se llamaba Sergio Batista”.
¿Qué sentís por el fútbol?
- El fútbol empezó a ser parte de mi vida cuando Roberto Telch nos llevó a probar a San Lorenzo con un grupo de chicos con un Chevrolet 400. Nos compró un kilo de helado en la plaza y después nos llevó a la prueba. Me acuerdo que estaba el papá de Victor Zapata, el ex jugador de River.
¿Cómo te fue en la prueba?
- Me volví triste a mi casa porque Don Ernesto Duchini no me quiso. Yo me probé de 9 y en ese puesto había muchos chicos. Pero pasaron unos días y el papá de Zapata me propuso ir a Barracas Central y lo acompañé. Antes de que empiece la práctica se largó un diluvio y se fueron casi todos, pero la prueba no se había suspendido y tuve la fortuna de que faltaba un jugador para completar los equipos. Me probé de defensor y jugué bárbaro marcando al “Ratón” Rubén Ayala. Ese día quedé fichado.
¿Por qué no debutaste en San Lorenzo?
- Me dejaron libre porque no quería ir a Sarmiento de Junín. Yo era apegado a mis afectos en ese tiempo. Enseguida me fichó Vélez y me prestó a Talleres de Escalada, donde pude debutar en Primera.
¿Sentiste el cambio de jugar con gente mayor a vos?
- No, porque yo de chico jugaba campeonatos relámpagos en Billinghurst. Yo tenía apenas 15 años y jugaba con muchachos de 30. De esa manera me iba haciendo jugador de fútbol. Yo no sabía que en un futuro podría vivir del fútbol porque solo me interesaba jugar a la pelota. Creo que me equivoqué porque nunca quise tener representante ni como jugador ni como técnico. Igualmente estoy contento con la carrera que hice.
La “surrealista” experiencia con Loma Negra en Olavarría
¿Qué significó para vos el fenómeno Loma Negra de Olavarría?
- Fue una linda experiencia porque llegué cuando el equipo había ascendido. La dueña era Amalia Fortabat y nos tenía a todos de primera. Ella quería que le digamos “La Tía”. Jugué con talentosos como Carlos Squeo, Mario Husillos y Feliz “El Pampa” Orte, a quien tengo muy presente a pesar de que ya no está entre nosotros.
¿Como vivió Olavarría ese fenómeno de estar en el fútbol grande?
- Fue algo impresionante. Cuando jugábamos en Capital Federal, el club contrataba micros con comida y custodia para las familias que iban a la cancha. Cada hincha de Loma Negra iba con su entrada y se evitaba hacer la cola en la cancha. Y los jugadores ganábamos como si estuviéramos jugando en Europa. La señora Fortabat quería saber cuánto percibían los jugadores de Boca y River y en base a eso sacó la conclusión de que teníamos que ser el segundo plantel mejor pago de la Argentina.
El día que conocí a Carlos Bilardo
¿Cómo llegás a Estudiantes?
- Fue muy particular porque estaba podando un árbol en la puerta de mi casa y un conocido se acercó y me dijo que me estaba buscando Carlos Bilardo: yo nunca había escuchado su nombre. Tenía que encontrarme con él en Aeroparque pero no sabía cómo era el tipo, su cara, nada. Llegué temprano a la cita y de repente apareció una persona con dos pelotas, una en cada mano.
¿Quién era?
- Bilardo. Primero me preguntó si yo era Lemme y luego me dijo que me esperaba al otro día en el entrenamiento de Estudiantes porque me quería probarme solo 10 minutos.
¿Y?
- Le dije que no porque mi pase le pertenecía a Tigre. Él me respondió: “No hay problema porque el pase te lo compro yo”.
¿Cómo te fue en la prueba?
- Fue todo muy extraño. Me tocó darla contra un equipo japonés y el Tata Brown, que era un pibe. Tata me dio un pase, pero la pelota quedó corta y me empezó a insultar. Yo no me quedé atrás y también lo insulté. En la siguiente jugada amagó a darme un pase y no me la dio, y después lo volvió a hacer. Ahí nomás me abalancé y lo empujé.
¿Como terminó la prueba?
- Bilardo me echó. Me acuerdo que tocó el silbato y me mandó al vestuario. Yo estaba re caliente y cuando me estaba yendo vino un asistente y me dijo “no te vayas, que Bilardo quiere hablar con vos”. Ahí me acerqué a Bilardo y le empecé a cuestionar muchas cosas porque no me pude mostrar en la prueba. Él me dijo: “acompáñeme, que lo voy a fichar”.
¿Lo del Tata Brown estaba preparado?
- Hasta el día de hoy no se lo pregunté a Bilardo.
¿Y cómo se fortaleció tu relación con Bilardo?
- Nos conocimos en 1982 y en solo un año encajamos a la perfección. Ese Estudiantes salió campeón y luego Bilardo se fue a la Selección argentina. Su infancia fue parecida a la mía porque somos gente de calle y trabajo. Y además porque nos decíamos las cosas de frente. Esa relación me marcó para toda la vida.
Llegó la etapa de Sevilla con Bilado y Maradona. ¿Que les faltó para hacer historia?
- Tiempo de trabajo, porque Maradona estaba muy feliz en Sevilla. La ciudad estaba enloquecida y bancaba mucho al equipo. Además de Simeone estaba el croata Davor Suker, que llegaba a la práctica con un descapotable y dos chicas atrás. Bilardo me pedía por favor que baje a Suker de ese auto porque si no salíamos en todas las revistas.
El día que lo burlaron por entrenar: “¡Training, no! Maradona, Suker, gol, money”
En los tiempos de Suker como estrella del Sevilla, Lemme recuerda una increíble historia con el croata. Un día, el delantero llegó al entrenamiento, lo vio a pleno en la práctica y le llamó la atención con una frase que jamás olvidará: “¡Michael!”, le llamó la atención con su Miguel extranjerizado. Cuando Lemme lo miró, remató: “¡Training, no! Maradona, tic, tic, tac, Suker, gol, ¡money!”, sentenció golpeándose el bolsillo. ¿El mensaje? No entrenar, sí facturar con Diego y él.
¿Cómo se llevaron Maradona técnico y Bilardo manager de la Selección?
- Al principio la convivencia fue buenísima, pero después empezaron los roces entre ellos. Yo le decía a Diego: “Pelu, Bilardo no te quiere armar el equipo, solo te quiere ayudar”. Siempre digo que Maradona es el hijo varón de Carlos: se amaban y se peleaban.
¿Por qué no fuiste al Mundial de Sudáfrica?
- El gol de Bolatti y la clasificación nos dio mucha paz. Los días previos a ese partido contra Uruguay fueron muy tensos por todo lo que se jugaba la Selección. A pesar de ese gran momento en Montevideo, yo no voy al Mundial por decisión de Maradona, que me dijo que iba a haber modificaciones en su cuerpo técnico. A lo que le dije que respetaba su decisión, pero no estaba de acuerdo. Igualmente el cariño hacia él siguió siendo el mismo.
¿Cómo es hoy tu relación con Bilardo?
- Comparto muchas tardes con él. Trato de sacarle temas de charla y de jugar a los dados. Dentro de todo yo lo veo muy bien. Cuenta con algo hermoso, que es el cariño de su mujer, Gloria, su hija, Daniela, y sus nietos. Estoy orgulloso de ser su amigo.